Ya nadie o muy pocos se acuerdan del sueño rutilante de Parupa, allá
lejos, en la Gran Sabana ,
entre la edénica Canaima y Urimán del
gordito siempre amable César Días Valor.
Parupa fue señuelo y sueño real de poco tiempo, sueño de
minero al fin ya finalizando 1968. Ricos yacimientos de diamantes localizados
allí comenzaron a explotarse rudimentariamente. Centenares de mineros
profesionales, obreros desempleados y agricultores mal pagados se desplazaron
hacia la zona siguiendo las noticias que decían que el minero más lánguido
podía enriquecerse de la noche a la mañana con cuatro paladas de tierra en la
suruca. Ocho mil buscadores de fortuna se concentraron a lo largo de un
kilómetro del lecho de este río que fluye en el Caroni por la margen izquierda.
Llegar a Parupa, a 240 kilómetros de
Ciudad Bolívar, sólo era posible desde Urimán donde aterrizan las avionetas y
desde allí a bordo de curiaras con motor fuera de borda que tardaban unas
cuatro horas de recorrido venciendo saltos y raudales.
Atiborrado se veía entonces el aeropuerto de Ciudad
Bolívar ofreciendo una apariencia fuera de lo común. En vez del consabido turista y de la gente
bien vestida que viaja a Caracas, se veían los sillones, mesas del bar, comedor
y pasillos repletos de hombres recios con sus bártulos y herramientas de faena.
Hombres y mujeres de trabajo, con camisas y faldas arremangadas, sombreros
alones y una piel bien tostada, aguardando el próximo vuelo.
Aeropostal tuvo que intensificar sus vuelos y montar un
puente aéreo entre Uriman y Ciudad Bolívar; sin embargo, los mineros se quejaban
aguardando hasta cuatro días, durmiendo en hamacas en el propio terminal (ver
la foto) para conseguir cupo.
El movimiento minero de Parupa se parecía mucho al que
se originó en 1961 y 1962 en Caroní Abajo. Las bombas de diamantes que
entonces aparecieron en Río Claro, El Merey y Playa Blanca llegaron a producir
en menos de dos años 62 mil quilates métricos.
Guayana es la única región del país rica en diamantes,
pero su producción no ha sido suficiente para que Venezuela esté al lado de los
grandes productores mundiales como el Congo, Sur-África, Sierra Leona. Sureste de África, Angola,
Liberia, Tanganica. La producción de esta última en 1963, por ejemplo, fue de
36.661 millones de quilates, según
estadísticas de la "Mineral Yearbook, Bureau of Mines, USA".
Venezuela acusaba, según estadísticas del Ministerio de
Minas, un promedio aproximado de producción anual del orden de los 105 mil
quilates métricos al año. La producción de 176.413 quilates en 1962 fue la más
alta hasta entonces.
La producción diamantífera venezolana durante 1968,
según la Carta Semanal del 4 de mayo,
fue de 69.629 quilates métricos, cantidad que, comparada con la del año 1966
que fue de 84.699 quilates acusando una disminución absoluta de 15.070 quilates
métricos, equivalente a un descenso relativo del 17,79 por ciento.
Este descenso notable del año 68 venía repitiéndose en el
año siguiente. Pero se reestableció gracias a los placeres del Río Parupa, en el Alto Caroní.
Compradores de diamantes que viajaban constantemente de
Caracas a esta ciudad, estimaban la producción de Parupa en los dos últimos
meses, superior a los 20 mil quilates métricos de diamantes tipo talla,
industrial y bort.
A los compradores de diamantes, casi nunca les daba
tiempo bajar a los propios placeres diamantíferos. La más de las veces, al
descender del avión o de la avioneta, encontraban a grupos de mineros con sus
frascos llenos de gemas, aguardándolos en el aeropuerto. Aquí mismo liquidaban
la mercancía sin el temor y el terror delincuencial de ahora.
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