Antes de la época de Cristo, los
romanos utilizaban la Cruz como instrumento de tortura y flagelación para
castigar a los contraventores de la ley. La ascensión de Constantino El Grande
al trono del Imperio romano, después de la muerte de su padre, cambió la
situación pues la Cruz dejó de ser instrumento de tortura gracias a la visión que tuvo el emperador
en la víspera de una gran batalla que
selló la unidad del imperio romano. En
la visión premonitoria de su triunfo aparecía una Cruz gigante con la siguiente
frase: “In hoc signo vinces” (con
este signo vencerás).
Luego su madre,
Elena, fervorosa cristiana y quien ejerció gran influencia en el emperador,
realizó un viaje a Jerusalén y halló en una Basílica la Cruz en la que había
sido crucificado Jesús y por virtud de esos dos hechos, doscientos años después
de la crucifixión, los seguidores de la
doctrina de Jesús la adoptaron como símbolo sagrado de la redención y de la fe
cristiana.
Desde entonces el madero de la crucifixión se
transformó en un elemento básico de la liturgia cristiana y algunos pueblos
católicos lo celebran y recuerdan el hallazgo de Santa Elena con ruidosas
fiestas. Así era en Madrid, los Puertos
de Castilla y Andalucía, de donde nos
vino la tradición de venerar el madero a partir del 3 de mayo con rituales muy
de la Venezuela campesina.
En los barrios de
Madrid se colocaban altares en las puertas de las casas. En los puertos de Castilla, los chicos
recorrían las calles y visitaban las familias llevando una cruz adornada con
flores y diciendo a viva voz en cada casa: “La Cruz de mayo” y el
elegido respondía con regalos: “Para todo el año”. En Andalucía el día de la Cruz significa
también la entrada del mes de las flores y el rito religioso se empata con
bailes hasta el amanecer.
Esa tradición tan española la heredamos
nosotros con sello propio y la mantienen durante todo el mes de mayo
pescadores, campesinos y habitantes de
calles y barrios tradicionales como Las Mercedes (Centurión), El
Temblador, Perro Seco, El Zanjón, Cruz Verde y La Lorena en Ciudad Bolívar,
donde la Cruz no
sólo tiene capilla estable sino grupos de cantores de galerones que se turnan
en animoso contrapunteo de garganta, cuerda y carato.
Cantaor de la Cruz de Mayo era Luis Tovar, pariente del bardo
guayanés Héctor Guillermo Villalobos.
Pariente por el lado de su madre Margot Tovar Guerra. Pero más cantaor
de Cruz, serenatero, como lo fue más tarde el negro Alejandro Vargas. Luis
Tovar cantaba y rasgueaba muy bien su guitarra
española, caminando la ciudad de un extremo a otro, vestido de impecable
liquiliqui, con sombrero muy calado y muchas veces montado en un borrico, del
Mercado al Morichal y de Perro Seco a la Carioca. (AF)
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