"Soy un hombre que padece las
miserias del exilio, pero he de volver a Italia cuando algún industrial fascista se decida a ayudarme,
mientras tanto vivo de las baratijas, duermo en la pocilga
de un taller y doy cuenta de mis penas a Dios en el
santuario de la Catedral ". Así se expresó
ante mí un hombre de baja estatura, de piel fina, blanco y semi-calvo
que nerviosamente se desplazaba por
las afueras de la Catedral
ofreciendo estampas del santoral y otras curiosas baratijas que atraen a la
gente ingenua. Unos ojos verdes destacan sobre las mejillas sonrosadas y el rostro redondo. Tal es Angelo Bruni Olivini, un italiano de 55 años de edad que domina cinco idiomas, que fue, según me dijo, intérprete del dictador Benito Mussolini, pero que era en 1967 un exiliado.
Circunstancialmente conocí a
este hombre. Me lo presentó mi
compadre Genaro Gianoccoro, italiano que lo conocía desde cuando ambos militaban
juntos en el partido de las camisas
negras. Bruni resultaba ser un hombre
que escribía poesía e hilvanaba bien su pensamiento en un castellano
para él todavía dificultoso.
Días
después me lo volví a encontrar y me habló de su vida y de la negativa colaboración
de sus paisanos para lograr un estado de vida acorde con su
profesión de maestro de idiomas. Hablaba francés,
alemán, inglés, árabe y el castellano. Entonces
llevaba 15 años en Venezuela y apenas dos meses en Ciudad Bolívar.
En el curso de la conversación se lamentaba de los errores
de Mussolini como el de llevar a Italia a la guerra,
contrariando el sentimiento
general del pueblo. Para él fueron factores determinantes de esa
decisión, su afinidad de pensamiento con
Hitler y la experiencia decepcionante
que tuvo Italia de Francia y de
Inglaterra en la Primera Guerra Mundial.
Ese personaje sirvió de intérprete
al Duce en algunas ocasiones durante los dos últimos años que precedieron a su
muerte. Se hallaba en Milán, en el Palacio del Cardenal Ildefonso Schuster, cuando conversó con
Mussolini y el Mariscal Graciani para
ofrecerse como intermediario entre
los aliados y el gobierno italiano: Los aliados habían ya invadido las llanuras del Po y el Mariscal Graciani, previendo lo peor, se quedó en el Palacio, salvando así
la vida, mientras que Mussolini por desoír
las insinuaciones del Cardenal
resultó víctima de fanáticos fascistas que lo engañaron haciéndole ver que en las montañas de Valtellina había fuerzas suficientes para insistir en la lucha.
Benito
Mussolini seria preso más tarde al tratar de huir por Suiza en un convoy alemán.
Señala al Comandante Bill y al Coronel Valerio —nombres
de guerra— como los ejecutores del dictador italiano. Valerio
era en ese año senador en Italia y Bill se halla en la Argentina.
Recuerda
que junto con Mussolini fue ejecutada también Claratta
Petacci. Los cadáveres de ambos trasladados
a Milán y colgados por los pies en la Plaza Loreto.
La
tumba de Mussolini, sin nombre, fecha ni cruz, fue violada
por fanáticos que burlaron la vigilancia de los guardias y luego
de sacar el cadáver del Duce, lo escondieron durante
años en un Convento de Milán, hasta cuando su hija, Condesa Ciano, hablando con el Papa Pío XII consiguió
trasladar los restos al Cementerio de
Predappio, lugar donde nació.
El
desolado intérprete de Benito Mussolini, vivía miserablemente en Ciudad
Bolívar, pero esperanzado de volver a la
Pe nínsula para afiliarse al Movimiento
Social Italiano que representa las ideas mussolinianas, pero
será "¡Sabe Dios cuándo!" tal vez
—nos dijo-como náufrago afincado a una esperanza— “cuando algún
industrial fascista se decida a ayudarme, mientras tanto
vivo de
las figuritas del santoral.
lo conoci en ciudad piar vendiendo baratijas en el centro civico al lado del comisare, le oi hablar muchas cosas de la guerra, enrique damico dueño de la cafeteria le daba comida, como dice americo fernandez hablaba varios idiomas porque le oi hacerlo con muchos extranjeros que venian al centro civico de distintas nacionalidades
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