Los Gobiernos regional y local tienen
que y deben estar conscientes, libres obviamente de todo prejuicio
político-partidista, de que los periodistas inscritos en el CNP, están
protegidos por una Ley de la República al igual que lo están los poderes del
Estado, cada cual con facultades que
ambos deben respetar y acatar para bien de todos, incluyendo a la sociedad
receptora de sus servicios.
Las
disposiciones, acuerdos y resoluciones del Colegio Nacional de Periodistas
tienen, por lo tanto, fuerza de ley y por ello de obligatoria aceptación no
sólo de los colegiados sino por las
instituciones públicas a las cuales sirven y con las cuales se
relacionan.
Si
bien el CNP no tiene porqué trazar normas a los gobiernos regional y local
sobre la materia político-administrativa, tampoco ellos deben imponerle normas
sobre una materia, la periodística, que sólo por ley le corresponde al CNP.
Sólo
los periodistas colegiados, por estar suficiente y universitariamente
preparados, deben resolver los asuntos que atañen al ejercicio de la profesión
y eso debe respetarse y aceptarse en toda su esencia y extensión, especialmente
cuando se trata de exaltar la labor del periodista y de los medios por parte de los poderes del
Estado a nombre de la sociedad que representan.
Los Jurados, en caso de premios, deben estar integrados por egresados de
la Escuela de comunicación Social y no por personas ajenas a esta ciencia.
Los gobiernos generalmente disponen de
periodistas colegiados y son ellos quienes deben asesorarlos y estar presentes
sobre los asuntos que atañen al ejercicio del periodismo en constante
concertación con el Colegio que los rige.
Así
como los médicos, ingenieros y abogados no deben ejercer su oficio sin estar
colegiados, asimismo los periodistas egresados de la Universidad no deben
ejercer ni dárseles trabajo si no están debidamente colegiados como obliga la
ley de la república. Hacer o tolerar lo
contrario es ir contra la ley, es caer en delito y nadie, por lo visto, puede
ser delincuente en este país. Esto es
válido para los jueces que no hagan cumplir la ley cuando a ellos se apele en
caso de ejercicio ilegal de la profesión.
Entendemos
que el Estado venezolano creó la Escuela de Comunicación Social dentro de las
Facultades de Humanidades de las Universidades para evitar el empirismo, la
improvisación y el facilismo tan en boga hoy en esta materia. En consecuencia es obligación de los Poderes
del Estado enaltecer y estimular esos estudios, no exaltar el facilismo y la mediocridad
en aras de las conveniencias de facciones.
Eso sería hacerle un grave mal a la sociedad que trabaja para superarse
a través de la educación y formación creativa y productiva.
Favorecemos
el periodismo alternativo y comunitario, pero con periodistas colegiados que
conocen la técnica y ética de la materia y de ninguna manera por el empirismo y
aventura de ocasión.
Condenamos
el cambio o sustitución del nombre de la premiación municipal “J. M. Rangel”
por ser un documento histórico puesto que data de 1959 y según la ley todo
documento oficial de interés que pase de los cincuenta años se considera
histórico y, por lo tanto, inalterable como, por ejemplo, la Casa Piar. ¿Qué pasaría si alguien quisiera intervenirla
para alterar su originalidad?
Y no tan sólo
por el carácter histórico del documento de 1959, sino por lo que significa el
personaje para el gentilicio bolivarense en razón de su conducta ejemplar como
ciudadano, servidor público y luchador desde su época de estudiante por las
libertades públicas.
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