Es
fuerte creencia en esta ciudad, sobre manera en los lados ribereños y
periféricos, que cuando hay buena cosecha de mango habrá buena cosecha de
Sapoaras.
Y en mayo de 1974 la hubo y también por coincidencia
fue abundante la bendita Sapoara tanto para los de aquí como para los que
vinieron de afuera tentados de prendarse
y quedarse casado con una guayanesa, como dice el merengue de Francisco
Carreño.
La cosecha de mango fue óptima, lástima
que siempre se pierda casi en su
totalidad pues el mango es fruta delicada que no resiste el tiempo que se
consume en llevarla para su comercio a otro lado.
Después que el pueblo y especialmente
las muchachas, lindas muchachas como Yaubí Centeno (en la foto) se han hartado
de mangos, el resto que es la mayor parte de la cosecha se pierde al podrirse
en el mismo sitio donde gotea.
Esto, por supuesto, después que las aves y cerdos han
completado su alimentación con esa fruta sabrosa y vitamínica del trópico.
En la ciudad cada casa tiene en su patio y en el
frente tres o cuatro matas de mango y las casas de las afueras con patios más
anchos y granjas y ranchos campestres poseen verdaderos bosque de matas de
mangos que más que por los mangos fueron sembradas por la fronda, sombra y
frescura de su oxigeno. El guayanés suele descansar mejor en un chinchorro de
moriche colgado bajo robustas matas de mango que en una cama muelle de alcoba
con aire acondicionado. El guayanés prefiere el ambiente natural y abierto aún
cuando el sol tueste la piel.
Los
bolivarenses tan adictos al mango como al Merey, creían que el mango es fruto
autóctono hasta que un malayo que andaba extraviado por estos lados del
Orinoco, les probó con literatura en mano que este árbol de la familia de las Anacardiáceas, es muy propio de Malaya, como lo
confirma además el hecho de que de
las 37 especies conocidas en el mundo, todas se encuentran en la región
indo-malaya, excepto dos.
Crece silvestre en Ceilán y al
pie de las montañas del Himalaya, de donde fue propagado al resto de los países tropicales. Según el Dr. D. Candolle, el
Brasil fue el primer país americano en donde se plantó. El historiador Pereira
da Costa informa que en el año 1646 ya se conocía en Pernambuco la
"variedad o tipo de mango denominado jazmín".
Probablemente del Brasil fue
llevado a Barbados en el año 1742 y a Jamaica en 1782, lo cual estaría de acuerdo con lo que afirma Don Lisandro Alvarado, de
que el mango fue introducido al país
después de la independencia. Vinicio Romero siempre decía siendo director de El
Bolivarense, que Bolívar se canso de comer mango y tamarindo en la Casa de San
Isidro.
En Venezuela, al igual que en Cuba, se ha
acostumbrado dividir el género en dos razas
distintas: la "manga" cuyas frutas tienen forma acorazonada, achatada y comprimida oblicuamente en el
ápice y son bastante jugosas, de pulpa suave y en algunos tipos de poca fibra; y el "mango" de
forma alargada, color verde, con mucha fibra y cuya calidad deja mucho
que desear, aunque industrialmente tenga buena
acogida.
Según el Dr. Pittier los tipos más comunes en
Venezuela son: Mangas de hilacha, de bocado, jobo y de agua.
Mangos verdes de hilacha, grande de hilacha, de
hilacha, de bocado, rosa de bocado, jobo,
tachuela, camburito, pico de loro, piña y burrero abundan en las afueras
de Ciudad Bolívar y también en muchos patios de casas de familia.
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