Sabemos que los adelantos de
nuestra época contribuyen abrirle caminos de esperanza a los seres invalidados
de la voz, el oído y la vista. Sabemos
que en la actualidad existen escuelas
adaptadas a sus necesidades y que se han perfeccionado instrumentos para
enseñarles a hablar, leer y comprender. La prueba la tenemos en el caso de
ciegos graduados de abogados y otras profesiones en Universidades de Caracas;
sin embargo, en provincia adentro la gente común ve como milagro el que ciegos
puedan leer y escribir y ser capaces de participar en foros defendiendo una
causa. Lo mismo ocurre con respecto a los sordomudos. La gente corriente se
sorprende y ve como hecho sobrenatural el que un sordomudo pueda leer la
palabra en los labios de sus semejantes y ejecutar algún instrumento musical de
difícil manejo para quienes están bien dotados de sus sentidos.
Al transcurrir
el tiempo, esta misma gente tendrá que darse cuenta que no es tan imposible el
que los ciegos como los sordomudos puedan llevar una vida como cualquier ser
normal. La imaginación y la ciencia trabajan constantemente a favor de estos
seres físicamente deficientes y cuentan con el valor, la entereza y voluntad de
ellos para vencer dificultades.
Paquita y
Dolores son ejemplos vivos de lo que puedan lograr los seres prisioneros del
silencio y la oscuridad del medio que los rodea. Su caso es más emocionante aún
porque se trata de mellizas. Mellizas con ojos de limo y rostros de ángel.
Paquita y Dolores
son venezolanas, pero nacidas en Cataluña, provincia de Barcelona, España. En
1969 cuando el profesor José Francisco Miranda las dio a conocer, tenían
residencia fija en esta Ciudad Bolívr porque aquí se establecieron
definitivamente sus padres. Su madre, Franciscana Vila de Moreno, regentaba un
abasto en el Paseo Orinoco, mientras que Casimiro Moreno –el padre- trabajaba
como supervisor electricista en Matanzas. Había dos hermanos varones más en la
familia, uno que estudiaba medicina y otro que ejercía como dibujante
proyectista.
Paquita y
Dolores –ya lo hemos dicho - son mellizas y a jugar por lo iluminado de sus
rostros, viven en un mundo fantástico y etéreo, de donde solo se observan seres
y objetos que andan. Estamos lejos de creer que vivan afligidas; por lo
contrario, no se percibían perturbaciones psicológicas en ella, al menos,
cuando el profesor José Francisco Miranda (Fixi) se las ingeniaba para darles
clase de piano.
Nos
conmovieron estas jóvenes mellizas con “The Fair”, del compositor Gurllit
Cornelius, interpretada al piano a cuatro manos. Este fue el ejercicio de
prueba para pasar eximidas al segundo año. Fueron las únicas eximidas en
teoría, piano y el solfeo que practican,
a falta de voz, con un ejercicio
rítmico, de medida. Su paso por la escuela de Sordomudos de Caracas, les
permitía, mediante una pedagogía especial, asimilar las palabras por la vista
según los movimientos de los labios de
su interlocutor. Esto, lo afirmaba el profesor Miranda, había sido básico en
sus lecciones de música, tanto como la instrucción primaria que poseían y su
sensibilidad para percibir las vibraciones. Se cree que la perciben porque de
otra manera no se concibe que ejecuten el piano.
Su madre, que casualmente se hallaba en la
Escuela de Música “Carlos Afanador”, cuando nos interesamos por las mellizas, nos
dijo que es normal el aparato vocal de las jóvenes y que podrían hablar si la
sordera les hubiera ocurrido después de la niñez, pero les ocurrió a pocos
meses de haber nacido, a causa de una intoxicación con estreptomicina. No hablan porque jamás han oído la voz humana. (AF)
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