¿Realmente son fósiles o
caprichos de la naturaleza trescientas piezas halladas por el explorador Lucas
Fernández Peña en la región de la Gran Sabana , al Sureste del Estado Bolívar?
El fundador de
Santa Elena de Uairén sostenía que son seres que vivieron épocas geológicas
anteriores a la nuestra. Las había coleccionado a través de cuatro decenios
explorando esta enigmática región sur del Estado Bolívar considerada su
formación rocosa como la más antigua de Venezuela.
Extrajo estas
piezas Fernández Peña de rocas sedimentarias ubicadas por él en distintos
puntos de la Gran Sabana y las conservaba celosamente en su “Casa Blanca” de
Santa Elena, sobre una loma verdosa con estupendos naranjos, donde también alza
su belleza arquitectónica la iglesia de los misioneros capuchinos que llegaron
después que el explorador.
Las tenía en
hileras sobre una rústica mesa de madera y cada una se asemejaba con
sorprendente fidelidad, bien a un ave, a un invertebrado marino, un pez, la
media cabeza de un mamut, el cráneo de un hombre o el rostro y la masa encefálica de una mujer decapitada.
Las formas eran realmente pétreas, a semejanza de una obra de cerámica modelada
por la mano del hombre, que bien pudieran ser fósiles o no a los ojos de un
palenteólogo.
Lucas
Fernández Peña fue en sus años mozos un estudiante de farmacia nacido en El
Baúl en el que aprendió con avidez el espíritu de aventuras que culmina en esas
extensas regiones de La
Gran Sabana donde
amasó con inquietud emprendedora la
formación de un pueblo que ya es
municipio.
Santa Elena de Uairén era entonces la capital del Municipio Urdaneta del
Distrito Roscio, a 15 mil kilómetros de la línea fronteriza con el Brasil y a
unos cien kilómetro de la frontera con Guyana.
Con un guayare
sostenido a la espalda y después de trasmontar penosamente La Escalera,
Fernández Peña que para entonces contaba 29 años, llegó a este lugar en 1924 y
lo primero que hizo fue echar a los ingleses que poblaban la zona, más allá de
la Sierra Rinocote. Aquí fundó este pueblo de clima ideal, con ayuda de los
misioneros capuchinos y se casó con María Josefa Peña, una india que le dio
diez hijos. Hay unos veinte más por fuera que el anciano de 73 años se negaba a
confirmar cuando un poco forzado accedió a hablar con el periodista.
De baja
estatura, abundante cabello blanco y bigote, ojos azules, acuciosos e
inquietos, ya no iba a la montaña a explorar como en otros tiempos. Aquí se
había quedado entre sus libros y con su museo. Un museo donde además de los presuntos fósiles también había innumerables muestras de minerales, desde la
diorita de cuarzo hasta el hierro y el manganeso.
Lucas
Fernández Peña hablaba con la palabra y actitud del hombre que se había pasado
toda la vida explorando, investigando y cotejando sus hallazgos con teorías
geológicas y paleontológicas. En su biblioteca era fácil encontrar tratados
sobre estas ciencias, tanto en español como en francés y portugués. Un tratado
de paleontología de Bermuda Meléndez leía en la oportunidad de la visita a su
casa.
Estaba el
hombre, en plena senectud orgulloso de su edad y de su obra. A esa altura
llevaba escrita más de dos mil cuartillas contentivas de sus memorias, en las
que hay material sobre el problema de la
frontera con la “Guayana Esequiba”.
Lucas
Fernández Peña, nacido en el Baúl, Estado Cojedes, el 2 de enero de 1895,
falleció en Santa Elena el 28 de agosto de 1987, a la edad de 92 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario