Los obreros upatenses se
impusieron una tarea titánica, la de romper a fuerzas de martillo y pólvora las
rocas subterráneas que impedían el paso de la red de cloacas.
Más de dos
años llevaban ellos en este esfuerzo. Esfuerzo como duro y oneroso hasta el
punto de haber quebrado a seis contratistas. El rendimiento normal en el
trabajo de abrir las zanjas para colocar las gruesas tuberías, debía ser de 400
metros semanales, pero en Upata el promedio era notablemente inferior.
En las zonas
menos obstaculizadas, los obreros abrían cincuenta metros de zanjas por semana. “Es la tierra más dura que he conocido en mi
vida de obrero”, dijo un hombre fornido, vestido de bragas azules, cuyo
cuerpo temblaba de píes cabeza a medida que operaba el martillo que impulsado
por aire comprimido se iba internando hasta abrir la roca azul que está bajo el
suelo de Upata. Era una tarea donde el
martillo de aire se alternaba con la pólvora para hacer saltar los pedazos de
roca.
El
ingeniero Jesús M. Gaubeca Sarría, quien dirigía los trabajos, explicaba que se
tuvo que sustituir la dinamita por la pólvora en consideración a la frágil
estructura de las casas de Upata.
Esta obra de
ponerle cloaca a Upata que se había
propuesto el INOS, se hallaba en septiembre del 67 en su tercera etapa.
Etapa ésta que costó un millón quinientos mil bolívares y debía entregarse al
terminó de catorces meses. “Estará para fines de año” dijo
entonces a la prensa el ingeniero
Gaubeca, y a esa altura podrá servir al ochenta por ciento de la
población.
Upata,
sobre el Escudo Guayanés, con más de 26 mil habitantes, tenía más de 200 años
de fundada y durante todo ese tiempo, las aguas negras llegaban al Yuruary
corriendo por las superficies planas y a veces inclinadas de las calles. En el
futuro esto no sucedería, porque a pesar de las inmensas rocas sobre la cual
esta levantada la ciudad, habrá vías subterráneas para las aguas sucias que
antes y todavía dan un aspecto insalubre y desagradable al olfato y a vista de
propios y extraños.
Ya
la villa del Yocoima habia sido favorecida con el agua potable gracias a la
construcción de la represa de Capaipucito que en aquellos días el babandí le sumó fama hasta el punto de que muchos
viajeros y turistas traían de vuelta su botellita en cada oportunidad que
visitaban a la bendita ciudad de los carreros.
El
agua y la red de aguas servidas había sido una promesa de su hijo nativo el
Presidente Raúl Leoni, de manera que en 1969 cuando entregó el mando a su sucesor,
Rafael Caldera, ya Upata disfrutaba de ese servicio por el cual venían luchando
cívicamente todas las instituciones del pueblo, entre ellas, el Club de Leones
que ese día de septiembre de 1967 cuando visitábamos a Upata para reportar los
trabajos, se reunía para elegir nueva directiva que quedó integrada por
ingeniero forestal Bernabé González Yajure; en calidad de Presidente y Vicepresidentes,
ingeniero civil Eloy Yánez Salges. Otros
directivos eran Ángelo Donato Carola, Afit Haddad, Ricardo José Acero;
secretario, ingeniero José Zerpa; tesorero, José Enmanuelli Poggy; domador, Humberto Paulillo; tuercerrabos, Bonaventura Veneziano, y vocal,
José Araujo.
El
Comité femenino lo integraron Sol Mireya
de Yánez, Leita de González Yajure y Nallua de Haddad.
La Asamblea
del cubil leonístico de Upata celebraba también el segundo aniversario de su
fundación. En esa asamblea se rindió homenaje a los fundadores Ricardo José
Acero, Incola Blanco, ingeniero Bernabé González Yajure, Mario la Roca, y Humberto
Paulillo.
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