El 23 de febrero de 1992, un día después de su muerte, inhumaron los restos de José Manuel Sucre Ruiz, el recto y generoso “Chipo Sucre”, de los bolivarenses tradicionalistas; tataranieto del hermano menor del Gran Mariscal de Ayacucho y tío del entonces ministro presidente de la CVG, Ingeniero Leopoldo Sucre Figarella. Falleció a la edad de 86 años dejando tras sí una ejemplar y vertical línea de conducta tanto en los negocios públicos como privados.
Puedo decir esto con propiedad porque fui de muchacho junto con el gran Luis Figueroa, su empleado de confianza cuando él era gerente de la firma mercantil F. E. Salazar en la calle Venezuela, frente a la oficina del Correo.
Estaba a punto de sucumbir la dictadura y dirigentes de AD en la clandestinidad se estacionaban en la acera del frente y me tocaba algunas veces llevarles sobres con mensajes y dinero. Porque Sucre Ruiz estaba desde que era empleado de la Casa Blohm ligado a Acción Democrática.
La vio nacer junto con Ramón Simonovis, Enrique Veccionacce, José Luis Orsetti, Julio Paván, Régulo Salazar (director del semanario humorístico El Loro), Luis Felipe Pérez Flores, Ramón Vicente Tovar, José Luis Mattei y los para el momento estudiantes Jorge Huncal Ramírez y Luis Pasarella, entre otros.
A don Chipo Sucre, empleado y agente viajero de la poderosa Casa Blohm y luego por muchos años gerente de la mercantil Casa F. E. Salazar que comerciaba con unos 400 renglones de mercancías nacionales e importadas y agenciaba la Compañía Real Holandesa de Vapores. Todavía le alcanzaba el tiempo para atenderles a sus dos hatos y escribir en El Luchador y El Bolivarense así como a su esposa Lucila Trías y sus hijos Elda, Lucilita y Juan Manuel Sucre Trías, fogoso dirigente juvenil seguidor de las ideas de Domingo Alberto Rangel y que ya doctorado en economía fue parlamentario y embajador de Venezuela en Londres. Al restaurarse la democracia, Sucre Ruiz llegó a ser gobernador de Delta Amacuro y administrador del Palacio de Miraflores.
En conversación que sostuve con Don Chipo en una oficina que tenía en 1985 frente a CADA, me comunicó que no veía bien que CAP se lanzara de nuevo a la Presidencia de la República, pues abrigaba malos presentimientos. En esa ocasión me dijo textualmente:
-Carlos Andrés Pérez no sólo es mi compañero, sino mi amigo y lo quiero mucho, pero para evitar conflictos debería hacer un gesto como el de Rómulo. Además, Acción Democrática históricamente ha sido anti-reeleccionista.
-¿Y usted no cree que su sobrino Leopoldo Sucre Figarella es presidenciable? le inquirimos en la oportunidad y respondió con esa firmeza que le caracterizaba:
-Claro que lo es. Es un hombre de mucha envergadura, pero no es político y por eso es difícil que lo candidateen.
-¿A quién salió su sobrino Leopoldo con ese carácter duro que se le atribuye?
-Sin duda, a mi hermano Juancito, pero en el fondo gente muy humana y de un gran corazón.
Juan Manuel Sucre Ruiz (Juancito), casado con Inés Figarella, era gerente de la casa “Rosales y Cía.” en Tumeremo y me contó Don Chipo que cuando él era agente viajero de Blohm, llegaba siempre a su casa. Una mañana muy temprano, a la hora del desayuno, vio que su hermano Juancito estaba hecho un demonio y le reprochó que tuviese que enojarse minutos antes de tomar el desayuno. A lo que contestó:
-Yo no estoy caliente nada. Es que si no lo hago así, me joden esos carajos.
Fue la penúltima conversación que tuve con Chipo y la última, por teléfono, ocurrió el año de su deceso cuando se hallaba en Caracas. (AF)
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