Don Carlos Tomedes, el ultimo trovador de la ciudad, falleció a los 94 años, pero dejó prolongada su existencia en seis hijos legítimos y cuatro naturales reconocidos, aunque las malas lenguas aseveran que son más los frutos de sus andanzas por estos predios de Dios. Se fundan para lo dicho en lo bien parecido y cortejador que fue don Tomedes durante su más agitado tiempo de cantor. Incansable cantor de coplas, romances y corridos, como Florentino por el llano y por el río, solo con su voz arreando becerros por esteros o en el timón de algún barco orinoqueño y más de las veces acompañado de arpa, cuatro y maraca, interviniendo en contrapunteos, en jolgorios de amigos o en fiesta de ricachones.
Su vena de trovador parecía alimentarse de lejanos ancestros. Su padre Miguel Denti, el mismo padre del cuatrista Nicanor Santamaría, era oriundo de Italia y director de aquella otrora famosa Banda Pública de Ciudad Bolívar cuyos componentes vestían de gala con uniformes importados de Florencia.
Don Carlos Tomedes, cuando murió en febrero de 1987 tenía poco menos de la mitad de la edad de Ciudad Bolívar, y sin embargo, se le veía ya en su pulpería del barrio El Cambao o en su rancho de la vía Marhuanta, con una agilidad física y mental que desearían tener muchos jóvenes de hoy marcados por los cambios sorprendentes de la sociedad industrial.
A través de su hijo Roy, músico y cantor como él, conocimos un buen día a don Carlos Tomedes y nos llamó curiosamente la atención que cada vez que le hacíamos alguna pregunta, nos respondía en ritmos y rimas de romance.
Tomedes no solamente era músico y cantor sino un versificador excelente. Dotado de buena memoria y fluida imaginación que le permitían hilvanar cada respuesta con dejo de romance. Así debieron ser los poetas provenzales de la edad media, los trovadores que tanto contribuyeron a propagar las lenguas romances.
El trovador se distingue del juglar porque componía y cantaba sus propias canciones mientras que el juglar casi siempre cantaba las ajenas. Tomedes fue un auténtico trovador de Ciudad Bolívar y tal vez su vena tenga origen en los antiguos trovadores de Italia de donde era su padre. Quien haya leído un poco de historia, verá que el arte trovadoresco se origina en Provenza (Francia) y de allí pasó primero a Italia que, a cualquier otra parte de Europa. España se alimentó mucho de este arte que llegó a la América a través de las corrientes colonizadoras.
Pues bien, don Carlos Tomedes, quien no tuvo una canción como Casta Paloma que lo hiciera trascender más allá del río como ocurrió con Alejandro Vargas, era un hombre prolífico en la versación y ello se capta en la entrevista que le grabamos un día en que su esposa Otilia, fallecida antes que él, tocaba la guitarra para demostrar que en aquella numerosa y entusiasta familia no había un solo miembro que no supiera cantar o ejecutar algún instrumento musical, especialmente el arpa, el cuatro, la guitarra o las maracas que solían juntarse espléndidamente en cada oportunidad donde lo autóctono y lo nuestro tenía que hacerse presente.
La entrevista en vida con aquel señor- se figura magra, vestido de liqui-liqui y con sombrero alón, transcurrió de lo más ameno y curioso. Yo preguntaba y él respondía en verso: Por ejemplo: ¿Quién es el culpable de que sea usted músico y cantor? - De ser músico y cantor no se me culpe de nada porque eso viene de una herencia de familia dejada y se ha quedado en nuestros cuerpos con sangre de ellos grabada.
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