Alejandro
Otero, quien tenía tiempo sin reencontrarse con la ciudad de su adolescencia,
volvió el 26 de abril de 1985, a reconciliarse con ella. Antes sentía que la
capital estaba muy descalabrada por descuido de los propios guayaneses y sentía
un poco de rencor.
Ahora que volvía a recibir el premio
más alto: la Orden Congreso de Angostura, encontraba que Ciudad Bolívar estaba
rejuvenecida, que le estaban poniendo cuidado.
“Siempre me entristeció mucho ver la ciudad
distinta, tan castigada. Pero me doy cuenta que se le está ayudando a remozar.
Pienso también que las ciudades como la gente les tocan los destinos más
inesperados”.
Entonces Alejandro Otero (en la foto
con José Rosario Pérez y Américo Fernández)
exponía en el Museo de Arte Contemporáneo y no esperaba que fuera una respuesta tan
entusiasta, tan cercana, tan conmovedora, tan tierna. “A mí lo que me conmueve es la
ternura, eso me tranquiliza, me hace feliz, y me hace sentir como uno de
ellos”.
Se refería el artista, nacido en El
Manteco, a la ternura de la gente que desfilaba por el Museo para percibir el
mensaje de sus 700 obras que, de ninguna manera, eran todas las que ha hecho
sino una selección de cada momento de su trayectoria.
Esta exposición nos dijo Otero, mientras
caminaba la ciudad recordando los lugares de su adolescencia, “ha
sido como un reto a mí mismo. Yo me comprometí con el grupo de los Disidente a
una acción, a una tarea que está llegando a cuajar y ahora estoy entregando esa
cuenta” La mayoría de la gente que me encuentra me dice: “Qué
maravilla que usted sea venezolano” y me tratan como uno de ellos.
¿Se ha sentido siempre venezolano? Yo me he sentido toda la vida como un
venezolano entre otros venezolanos, pero esta exposición me ha hecho sentir
parte del venezolano que es querido por ellos. Y siento que eso es inusitado
porque nunca en la plástica había visto que se produjera ese fenómeno así ni
mucho menos en mi caso. Toda ha sido muy conmovedora y ha sido muy sorpresivo.
¿Cómo cree usted que se podría valorar
o situar ese fenómeno? Yo todavía
no he sacado una consecuencia de por qué se ha producido esto y lo que eso
significa. Sólo sé que estoy contento y me siento feliz.
¿En todo caso qué es lo que más se
aproxima como explicación? Yo quiero
creer que la entrada hacia mi trabajo se ha producido a través de las obras
nuevas, de las estructura, fundamentalmente. Quiero creerlo porque he realizado
una obra para una mayoría, para la gente que entiende o no sabe de arte. He
hecho un esfuerzo muy grande por llevar un poco mi trabajo a la gente. Me doy
cuenta de eso porque la respuesta más unánime que yo he sentido, se ha
producido frente a la escultura “Una flor para el Desierto”. Es la obra capital
de la exposición. Hasta los niños de tres años se extasían y se les salen los
ojitos al verla. Tiene mucha relación con la ciencia ficción. Yo creo que es
por allí por donde ha entrado la simpatía. Cuando se ha encontrado que detrás
de esto hay una obra coherente, un trabajo consecuente, una cantidad de años
dedicados, la gente ha reaccionado favorablemente y aceptado la totalidad del
trabajo.
¿Por qué el nombre de “Una flor para el
desierto”? Tú sabes que los
nombres son muchas veces casuales. En California cuando hice los últimos cinco
proyectos, había observado mucho las características de la ciudad de Los
Ángeles, que es una ciudad muy parecida a Caracas, con muchos cerritos llenos
de grama, muchos montículos, y a mí se me ocurrió que podía hacer esculturas
para ellos. Hice esos proyectos pensando en esa posibilidad del paisaje y
oyendo un día hablar del desierto de California pensé que podía ser “Una flor par el desierto”. Porque se me
ocurrió imaginar una de esas esculturas en el desierto.
¿Y cuál será el destino de esa “flor”
que ha llamado tanto la atención? Esa
obra, en principio, es del Museo de Arte Contemporáneo. Es una obra costeada
por el museo. No estoy seguro dónde la vamos a colocar. Ella requiere de
ciertas condiciones ambientales, necesita viento, sol, luz y no son muchos los
lugares cercanos al museo donde se pueda poner con éxito.
¿Y después de esto qué viene? Por ahora
quiero ir más lejos en la escultura. Tengo un proyecto que está por allí en
secreto y el cual me va a permitir revisar otros proyectos de esculturas, que
nunca he realizado y ver de qué manera los llevamos a una expresión más
concreta, aunque sean modelos de aproximación y ver si estas ideas ya resueltas
tienen otros desarrollos.
¿No cree que a Ciudad Bolívar le haga falta una escultura suya? Me gustaría hacer una para Ciudad
Bolívar. Yo creo, sin pecar de demagogo, que donde esas esculturas se ven mejor
es aquí. Creo que los efectos que tiene, por ejemplo, la escultura de Sidor, no
los ha tenido una escultura mía en ninguna parte, ni en Washington ni en
Venecia, que siendo un marco prodigioso no dan a esas esculturas lo que les da
la luz de Guayana. Creo que existe una relación de raíz que hace que aquí
funcionen mejor.
¿Considera usted que su “Integral
Vibrante”, 1969, de Ciudad Guayana está mal ubicada?
La escultura de Ciudad Guayana me encantaría si la
pudiera reubicar. Yo creo como tú, que no está bien colocada. Y me gustaría
además, hacerla de un material más estable, en acero inoxidable, para que dure
unos 25 años. La actual es de hierro y hay que estarla retocando. La escultura
que está en el edificio de Interalúmina, sí es de acero inoxidable. Me gustaría
también hacer una escultura para Upata, la tierra de mi infancia y otra en El
Manteco, lugar de mi nacimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario