El Museo Vial “Rafael Bogarín” que el presidente de la República, Luis Herrera Campins, inauguró el domingo 29, (1982) entre El Tigre y Soledad, es una nueva experiencia del arte contemporáneo, a decir del artista colombiano Omar Rayo, quien junto con el ministro de la Cultura, Luis Pastori y otros artistas internacionales, regresó a Caracas por el aeropuerto de Ciudad Bolívar.
Omar Rayo (en la foto), padre también de un Museo inaugurado en Colombia, participó en el Museo Vial con una valla 2x4 utilizando una técnica y pinturas que no había empleado antes. Su obra es un nudo geométrico que simboliza la hermandad de los hombres.
Omar Rayo, quien permaneció varios días en Caracas donde tenía una exposición de 30 cuadros en la Galería 7-7, explicó que está en algo y que volvió a usar el color en su obra, pues anteriormente pintaba en blanco y negro.
En cuanto a Rafael Bogarín, padre del Museo Vial que ostenta su nombre, se manifestó muy contento por el resultado de su obra cumplida, solo se fue un poco sentido con la prensa bolivarense que nada dijo del Museo.
Bogarín, nativo de El Tigre y conectado con Ciudad Bolívar porque es aquí donde vivía y trabajaba su familia, tenía en esa fecha doce años establecido en los Estados Unidos. En su Museo Vial participó con una obra geométrica integrada a la naturaleza. El es fundamentalmente gráfico y anunció dentro de su investigación plástica una sorpresa que consideró prematura revelar.
Explicó al ser inquirido que se le ocurrió la idea del Museo Vial cuando viajaba de Ciudad Bolívar a El Tigre y se fastidiaba con la monotonía del paisaje. Con esta idea suya el paisaje sería más llamativo y el conductor no traspondría la vía como una saeta.
Lamentablemente el Museo Vial ya no existe porque ya la delincuencia desaforada acabó con esta obra única del mundo, posible de penetrar y visitar a toda hora y estar en él sin límite de tiempo, y lo que era más sorprendente, recorrerlo a pie, en bicicleta, moto, a caballo, en automóvil, camión, autobús. Mirarlo si se quería desde lo alto de un helicóptero y en la forma que se quisiera, con lentes oscuros si el Sol estallaba en la frente o saboreando un raspadito.
Este museo fue imaginado por Rafael Bogarín cuando siendo niño, su padre que era minero del Caroní, lo premiaba llevándolo de paseo desde su pueblo anzoatiguense hasta la empinada ciudad del Orinoco que Bogarín niño pintaba en su cuaderno escolar sobre un cerro que casi rozaba con el cielo.
Era la década del año 50 y a Ciudad Bolívar no se llegaba como ahora por el Puente Angostura sino por chalanas y lanchitas que se cruzaban con barcos vendiendo frutos en el puerto.
Decíamos que Bogarín concibió, fantaseó o imaginó ese Museo, porque él, no obstante su mentalidad infantil, pensaba que la carretera era una recta demasiado larga, interminable, parecía que nunca llegaba al otro extremo y que a los costados de la misma no había sino un paisaje de sabanas monótono evaporándose bajo el Sol implacable del mediodía. De manera, que cuando se hizo hombre grabador y artista, decidió hacer realidad ese museo, un Museo Vial, para que todo el que por allí pasara se entretuviera con vallas y expresiones plásticas agradables a la imaginación y a la vista.
Convocó a los artistas amigos en Venezuela y otros países y a todos les parecía fantástica la idea menos para los delincuentes de estos tiempos marcados por la huella del atraso y la frustració
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