En
1980, la Corporación Venezolana de Guayana creó en Ciudad Bolívar un
Departamento Pesquero, inducida por los resultados de un trabajo-diagnóstico de
la pesquería fluvial del Orinoco que seis años atrás iniciaron los biólogos
Daniel Novoa (en la foto) y Freddy
Ramos.
Novoa era el jefe de ese departamento,
cuya finalidad era la de promover el desarrollo de la actividad pesquera,
prestar asistencia técnica a los programas y definir esquemas de explotación
adecuada y racional.
El diagnóstico de la pesquería fluvial
está contenido en un libro publicado hacía tres años y el cual sirvió de base
para definir líneas de desarrollo en cuanto a infraestructuras, piscicultura,
ecología y biología del Orinoco.
El área de estudio se extendía desde
Caicara de Orinoco hasta el Delta, fundamentalmente los caños Mánamo y Macareo.
Fueron objeto de estudios detenidos las especies comerciales denominadas
doncella, payara, blanco-pobre, palometa,
morocoto, curbinata, cajaro, dorado, lau-lau, rayao, coporo y por
supuesto la Sapoara, de la cual había estudios muy adelantados.
El estudio de la sapoara era el que más
había absorbido a los biólogos, evidentemente porque la biología de este pez
único del Orinoco es muy interesante, su complejo proceso migratorio,
alimenticio, crecimiento, reproducción, etc.
Tan interesante es la sapoara que hasta
se le encuentra parecido con el salmón por el hecho de que siempre regresa a su
sitio de origen y con el camello porque acumula grasas para sostenerse sin
ingerir alimentos durante el tiempo largo que dura su migración.
La sapoara luego de tres meses de edad penetra
en los rebalses, permanece allí durante tres años y luego sale en las famosas
migraciones que dan origen a una especie de fiesta durante un par de meses. No
porque las migraciones se vean sino porque los pescadores la perciben mediante
ciertos celajes y la siguen con su atarraya. Las migraciones se producen contra
la corriente, río arriba, hasta encontrar condiciones adecuadas para la reproducción.
Desde Puerto Ayacucho hasta el Delta se
ha calculado con técnicas utilizadas por organismos como la FAO y la Unesco,
que existe un potencial de 45 mil toneladas de pescado explotables al año, vale
decir, un kilogramo por hectárea, tomando en cuenta la superficie de 45 mil
kilómetros cuadrados del área inundable del Orinoco que es donde se da la
pesca.
Pero de acuerdo con estudios realizados
por la División de Desarrollo agrícola de la CVG, desde Puerto Ayacucho hasta
el Delta, la explotación de ese potencial está en el orden de las 10 mil
toneladas, equivalente al 5 por ciento de la producción nacional que es de unas
200 mil toneladas al año.
Caicara y Cabruta conforman entre esos
dos puntos (Delta-Puerto Ayacucho) el polo de producción más importante con las
especies cachama y curbinata que ocupan los primeros lugares de la producción
global del sector, aproximadamente el 55 por ciento.
Entre Las Majadas y Ciudad Bolívar
cobra importancia la curbinata, el rayao, y el coporo, especialmente el último
en un 60 por ciento y, finalmente, el Delta donde el morocoto y los bagres
(lau-lau, dorado, blancopobre), ocupan el puesto principal. Además en el Delta
se explota el busco o curito, un recurso que sólo se da allí en gruesas
cantidades. De estas dos especies se producen unas 1.200 toneladas al año que
salen a los mercados de Sucre y Trinidad.
El pescado de río ha venido cobrando importancia
comercial más allá del mercado local como consecuencia del crecimiento
poblacional del país y luego, por disminución relativa de la oferta del pescado
de mar a causa de la sobreexplotación de nuestros recursos marítimos.
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