A
juzgar por la indumentaria del periodista Gustavo Naranjo Jr y la guitarra del
músico en primer plano, la imagen fotográfica nos sugiere que fue impresa en
tiempo de carnaval, una fiesta tradicional arraigada en el alma bolivarense
desde hace más de una centuria. En horas de la mañana estas fiestas
paganas suelen ser bastante húmedas y
por la tarde muy rumbosa y hasta elegante,
mucho papelillos, caramelos y serpentinas.
Pero en este caso, lo que nos llama la
atención no son tanto las carnestolendas como el personaje central exóticamente
ataviado, empero con la mirada nostálgica
¿Nostalgia de qué? Seguramente de
cuando le sirvió de chofer al ex Presidente Rómulo Betancourt en Nueva
York. Estudiaba el Junior Relaciones
Públicas en los Estados Unidos, becado por el Gobierno de Pedro Battistini
Castro. O cuando ejercía de reportero del diario Excelsior de México o de la
revista “Cruceiro Internacional” del
Brasil o cuando siendo reportero de Últimas Noticias escaló sin ser alpinista
el Páramo de Peñas Blancas y Niquitao en el Estado Trujillo para cubrir un
accidente aeronáutico o cuando siendo reportero de El Universal lo mandaron a
cubrir la llegada de Fidel a la Habana con su legión de guerrilleros bajando
desde la Sierra Maestra.
Y es que Gustavo Naranjo, periodista sagaz y de altos
vuelos, seguramente que lo invadían recuerdos reporteriles en momentos como
éste que atrapa la fotografía. Lástima que la gráfica no pueda atrapar las
anécdotas que en la vida de este personaje son como para escribir un libro,
pero al Junior nunca le gustó escribir lo que le sucedía a él sino a los
otros. Parece ser éste el destino de los
que vuelan alto, no hablar de sí mismo sino de los demás, aunque él nunca
hablaba con el payaso sino con el dueño
del circo.
Gustavo Naranjo era un personaje cuya
presencia se sentía con cierta simpatía, acaso por su aureola de periodista
sagaz o por su conducta circunspecta al abordar al entrevistado con preguntas
cortas y sustanciosas. Ese
comportamiento de periodista en ejercicio lo transfería con la misma pasión a
los otros colegas cuando ejercía la jefatura de prensa o de relaciones públicas
de alguna institución como la
Gobernación , la Asamblea Legislativa ,
la Aeropostal ,
la Cámara de
Comercio o el Hotel Laja Real, a todos los cuales les prestó servicio mientras
permaneció en Ciudad Bolívar.
Y cosa inexplicable, no obstante haber
prestado servicio profesionales al Estado venezolano, ya en la OCI , en las Gobernaciones de
Caracas y Bolívar, a la Asamblea Legislativa
y Aeropostal, nunca recibió los beneficios retributivos de la jubilación. Ignoramos si fue por desinterés institucional
o descuido de él. Es posible que sea por
lo último, no por indiferencia real sino seguramente por orgullo. Siempre ha existido la creencia de que el
jubilado es una especie de eunuco, impedido de seguir produciendo y de ejercer
el oficio con la misma y vigorosa pasión
de los años hábiles.
Lo cierto es que el Junior
jamás quiso hablar de jubilación con el dueño del circo, ni siquiera con los
payasos y obreros que sirven en y cuidan de la carpa. Pudo hablar de tantas cosas inherentes al
habitante y la comunidad, escribirlas, exaltarlas, denunciarlas y favorecerlas
de algún modo, pero hablar de él o de la familia, jamás. Afortunadamente sus parejas e hijos fueron
comprensivos. Profesionales todos, no necesitaron de las prebendas del Estado y
creo que ninguno siguió su carrera tan digna y social quizás por lo absorbente
y sacrificado del oficio y también por los riesgos que conlleva el ejercicio
pleno de esta profesión.
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