A
la policía le dieron el “Pitazo”, así pudo aparecer sorpresivamente en la casa
ataviada del cerro “El Zamuro” donde se efectuaría la boda de un desprejuiciado
homosexual con un joven que desapareció velozmente cuando se armó la algarada.
Esto ocurrió en 1973. La boda se iba a realizar sin el
visto bueno de la autoridad civil o eclesiástica, en vista de la ley
respectiva, que no contempla la posibilidad del matrimonio entre seres humano de un mismo género. Ellos o
ellas, como los clubes o los gremios, tienen su filosofía y sus reglas muy
propias a su condición de invertidos.
El rito del connubio, como nos fue explicado por
habitantes del cerro “El Zamuro”, lo oficiaría el líder de la comunidad de
homosexuales “plebeyos”. La otra comunidad se denominan de la “highlife”. Están
separadas y se odian una a la otra.
La casadera se conocía con el nombre “La Nena Rubiera”
quien se echó a llorar cuando vio su matrimonio frustrado. Estaba acompañada
por dos “damas de Honor” de su propio sexo, que lanzaron todas las clases de
insultos contra la policía. Mientras esto ocurría, los curiosos se agolparon en
el sitio del show y colorearon el ambiente con sus chiflas y reacciones
picantes.
En la Madre Patria ya no existe ese
impedimento pues entró n vigor una ley que considera matrimonio
civil las uniones entre homosexuales. Los contrayentes del mismo sexo Emilio
Menéndez y Carlos Baturín fueron los primeros que se casaron amparados por esta
ley. Emilio Menéndez, español, mientras que
Carlos Baturín, psiquiatra, de origen norteamericano, llevaba más de
treinta años viviendo en España. Por
supuesto, el Vaticano condenó la boda.
Mientras eso ocurría en el Cerro del Zamuro de Ciudad
Bolívar, en Ciudad Piar se registraba otra anécdota relacionada con una
boda. Se trataba de un obrero que
trabajaba en el Cerro Bolívar que decidió divorciarse para volver a casarse y
descubrió que no estaba casado legalmente. “Ha sido el divorcio mas rápido y
barato de la historia en Guayana”,
exclamó en esa ocasión el Prefecto al referirse a Ernesto Rafael Boada, un trabajador
de Ciudad Piar que obtuvo sorpresivamente el divorcio más rápido y barato de
que se tenga noticias en esta región, tan barato que apenas le costó el
pago del pasaje desde Ciudad Piar hasta Ciudad Bolívar.
Boada, por incompatibilidad de caracteres, decidió
separarse de Rosa Esther Arévalo tras 15 años de vida conyugal durante los
cuales nacieron 7 niños. Se habrían casado el 23 de julio de 1958 ante el
Sub-alcalde de Ciudad Piar.
Confiado de que el funcionario lo había hecho bien, el
hombre vino aquí y solicitó audiencia al Prefecto del Distrito Heres, Iván
Salustio Castro. Quería una copia certificada del acta de matrimonio que le
pedía el abogado para poder incoar la
demanda de divorcio.
EL Prefecto busco, rebuscó en libros y archivos y nada
encontró. Luego averiguó en la Ley de División Político Territorial y observo
que Ciudad Piar fue elevada a la categoría de Municipio en enero de 1966, por
lo que para 1958 no era sino un caserío con un subalcalde no facultado por la
Ley para unir parejas en matrimonio.
Frente a esta sorpresiva circunstancia, el Prefecto
Iván Salustio Castro llegó al convencimiento de que el subalcalde cometió un
error al casar a esta pareja. El acto de entonces carecía de valides y, en
consecuencia no le quedó al Prefecto más alternativa que decirle al demandante:
“Usted, mi querido amigo, no esta casado, por lo que ha mi juicio, el divorcio
en este caso lo determina usted y no un juez. Ha sido por equivocación el más
barato y urgente de la historia. Lo lamento mucho”. (AF)
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