Soto, generoso y amigable como siempre,
complace al poeta, periodista y filósofo,
Héctor Gil Linares, con algo más que un autógrafo que también vale tratándose
de un artista tan famoso a nivel de la plástica moderna internacional. Tal vez
un trazado intermitente a la luz del viento y del sol como la abundante barba blanca del poeta que conoció en el Barrio Latino de Paris a donde
fue el Poeta a tener cuando abandonó las guerrillas que conmovieron a la
Venezuela batancouriana de los sesenta.
Gil Linares que
calzaba el mote de “Galáxico” desde que era ministro de la República del Este
presidida por el también trovador existencial y dueño de “La Papelería del
Mundo”, Caupolicán Ovalles, creía que con un trazado del pintor podía cancelar
los alquileres acumulados de la Casa de Jobo Liso a pesar de que en su dintel un
letrero prohibía la entrada tanto del mismo Soto, como de Mimina Rodríguez
Lezama, el poeta y banquero Luis Pastori y el tenor de Venezuela Alfredo Sadel a quien retó poner a prueba el
instrumento de su voz para ver quien daba mejor el Do de pecho. Porque dicho sea de paso. Gil Linares, además de poeta autor de “La
Enfermedad de Agosto” y estar entre los cien poetas más sobresaliente del mundo,
según una revista especializada editada en la capital francesa, le metía al bel
canto y ejecutaba la guitarra.
Yo quise
sustraerle esa revista cuando en mi camioneta le hice la mudanza de la Pensión
de Pepita Pérez a la Casa del Periodista que le ofrecí cuando era Secretario
General, para librarlo un poco de la carga de la posada toda vez que el salario
de El Bolivarense apenas le alcanzaba para comprar la mulita de la cual jamás
quiso bajarse. Pero me salió mal tanta solidaridad
gremial porque en una de esas curdas silenciosas hizo una pila y una pira con todos los retratos de los ex Secretario
General de la Galería del gremio de periodistas y les pegó candela. Apenas se salvó el mío porque en ese momento pasaba
por el sitio de la candela el doctor Ramón Córdova Ascanio y lo rescató.
Pero él Poeta
nunca pudo ser rescatado de las bebidas espirituosas y Anita Marchese que lo
acompañaba en su condición de reportera gráfico, se quejó de la pena que pasaba
cada vez que él Galáxico debía entrevistar algún personaje y lo embriagaba con
su aroma.
Dada la
situación. Álvaro Natera no lo quiso más en El Bolivarense y después de la pira
nunca más volvió a la Casa del Periodista y un mal día amaneció durmiendo en un
banco de la Plaza Bolívar y un policía que lo amonestó lo dejó tranquilo al final convencido el Señor
Agente que él era uno de los Edecanes del Libertador. Y por si fuera poco se
consideraba dueño del Orinoco alegando que lo había heredado de Amalivacá, su
creador. Tan convencido estaba que un
día apareció en la prensa local un aviso poniendo en venta al rio padre de
todos los ríos de Venezuela que decía así:
“Barato y en cómodas cuotas,/ por motivo de viaje
y otros ayunos, / me veo obligado a desprenderme de tan undoso río. , / 'Razón estomacal me
obliga en vista que mi imagen / se ve reflejada sólo en el agua cristalina./ Poeta soy porque vivo cantando./ Filósofo por la estirpe
ancestral de los reyes. No escondo mi vaso de licor. / Me lo bebo en la
esquina rutilante/ donde todos lo ven multiplicado./ Vaso cobarde y
escondido es/ el del piano bar o el decadente/ cenáculo de
liderzuelos de turno. / Me desprendo del río pero eso sí, / me reservo el
derecho de peces/ y crecidas de agua convertida en cerveza, noble / más noble que trasnochadas en la madrugada /
o la visita reglamentaria al lupanar / donde nunca se me ha visto. / Son testigos / las hambrunas
deliciosas del hazmerrer cobarde y las dormidas al raso en los bancos del Paseo Orinoco. / Las
dormidas al raso tienen su compensación. Se ve de frente a las estrellas”. (AF)
Cuando conoci al SR.Hector Gil Linares tenia apenas 13 años,èl vivia al lado del cementerio de jobo liso. No tenia idea que aquel sr.tan chistoso y alegre que nos deleitaba a los niños del barrio con su guitarra y poemas era nada menos que un sr.Poeta Q.E.P.D
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