En
1974 cuando Pedro Battistini Castro (en la foto) era parlamentario nacional
después de haber sido gobernador, propuso transformar la fisonomía urbana de El
Callao, distrito minero muy apegado a sus afectos toda vez que él es nativo de
esos lados, específicamente de Tumeremo (febrero 1926).
La zona poblada de EL Callao estaba
entonces llena de ranchos y casas
viejas, la mayoría abandonadas y en escombros, y no había un sólo sitio donde
construir. Había gente que quería construir y tener casa propia, pero no
encuentraban dónde porque quienes tenían parcelas y casas viejas y abandonadas
pedían una fortuna por ellas y los usureros que vivían del alquiler de sus
ruinosas propiedades tampoco querían salir de ellas sino continuar sacándole
provecho lo más que se pudieran.
El Callao en 1974, con menos de 6 mil habitantes,
tenía 1.625 viviendas, de las cuales 1.291 eran de bahareque. Las mejores casas
estaban en el caserío El Perú, sitio de las minas, y donde se
hallan las instalaciones de tratamiento del oro.
El Callao nació y se formó al calor de la explotación
del oro del Yaruary y se encuentra ubicado a la orilla de este río y sobre una
roca de galerías. Está circundado por pequeñas colinas y montículos a una
altura de 85 metros
sobre el nivel del mar.
Con todas las riquezas que ha producido este pueblo
desde hace más de una centuria, no representaba nada como tal.
Seguía siendo un lugar de habitantes apacibles,
bregadores y humildes que se alegraban
de vez en cuando con los tambores de la Negra Isadora.
Battistini dijo en aquella ocasión que El Callao con
el nuevo programa de explotación minera iniciado por el Gobierno y por ser un sitio de natural
atracción turística debía cambiar su aspecto de ranchería deprimente. Creía que
oficialmente debía pensarse en una expropiación de numerosas casas para
construir una nueva ciudad moderna o dictar una ley que obligue a los
propietarios a acogerse a un nuevo planeamiento urbano del pueblo.
Para entonces, El Callao carecía de ejidos. Era una cuestión que estaba por resolverse. El pueblo venía creciendo sobre 2.253
hectáreas de tierras que la Nación vendió por 90 mil bolívares a la
extinguida Compañía Anónima Minera de El Callao.
Luego la superficie creció en
manos de la Compañía New Gold Mining al comprar todas las concesiones, por lo
que el pueblo continúa creciendo en
tierra ajena.
Estas concesiones caducaron a
mediados del siglo veinte y la caducidad
de las concesiones revierte a la Nación: "las tierras adquiridas con destino a la exploración y.
explotación minera, comprendidas las de hidrocarburos y demás minerales combustibles, pasarán en plena propiedad de la nación, sin indemnización alguna, al extinguirse por cualquier causa la concesión respectiva".
Por iniciativa del doctor
Faustino Pulgar, siendo Director de Política del Ministerio de Relaciones Interiores en 1968, el abogado Raúl Ramírez,
realizó un estudio sobre los ejidos de El Callao y dejó la vía legalmente expedita para que et Gobierno le resolviera el
problema de propiedad de la tierra a quienes en Él Callao tienen viviendas y aspiran a tenerla, Pero, la
dejadez, siempre la dejadez, ha estado atravesada
Una de las verdades sostenidas
entonces por el doctor Ramírez, señala que las tierras de El Callao eran baldías cuando fueron otorgadas en concesiones
y que su calidad
de tal no se ha perdido, por lo que el Gobierno Nacional, a través de sus organismos específicos
y siguiendo el procedimiento pautado en la Ley de Tierras Baldías y Ejidos, muy bien pudiera
solucionar el problema.
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