Augusto César Sandino tenía 41 años cuando lo asesinaron, pues había nacido en 1893 en Niquinohomo y tras trabajar como minero en varios países de Centroamérica, regresó a su patria Nicaragua en 1926 para convertirse en jefe liberal durante la Guerra Civil que sacudió a su país entre 1926 y 1927, negándose a negociar el final del conflicto, hasta que no se retiraran todos los marines estadounidenses que habían ocupado el país en 1912.
Sandino trascendió por su tenaz resistencia a la ocupación y a la intervención estadounidense en su país. Su resistencia provocó la presencia de más soldados estadounidenses, pero éstos no fueron capaces de acabar con el apoyo popular a Sandino, y finalmente tuvieron que retirarse en 1933, dejando la pacificación del país en manos de la Guardia Nacional de Anastasio Somoza.
César Augusto Sandino estaba negociando el final de las hostilidades con el presidente de Nicaragua, Juan Bautista Sacasa, cuando fue asesinado por la guardia de Somoza en 1934.
Durán, al regreso de Nicaragua fue agasajado por sus amigos en el Dancing Azul y Rojo que funcionaba en la parte alta del Cine América. El salón de baile con el nombre de Dancing Azul y Rojo era en alusión a las luces ambientales que sombreaban de colores opacos las siluetas de las parejas que frecuentaban el sitio, después de una buena película de romance.
Durán renunció a seguir la aventura de las guerrillas si conseguía un buen trabajo, que al fin logró en la administración de la Nueva Cervecería de Ciudad Bolívar, que había iniciado el montaje de nuevas maquinarias para modernizar la planta. La maquinaria tenía capacidad para suministrar luz diurna y nocturna a los bolivarenses, lo que obligó a la C. A. Electricidad a anunciar el servicio de corriente diurna a partir del 15 de junio de ese año 1934.
Para esa fecha y a fin de estrenar la electricidad nocturna fue aplazado el matrimonio de Leticia Martínez con el bachiller Salas Navarro, a quien el poeta Matías Carrasco le dedicó un soneto y otro un poeta que se firmaba con el seudónimo “Caballero Intrépido”. Los citadinos se devanaban los sesos tratando de ubicar al autor del poema y hasta llegó a atribuírsele tal seudónimo a Jorge Suegart.
Este “Caballero Intrépido” también compuso un Canto al Orinoco, tan bueno y celebrado como el de Andrés Eloy Blanco, el de Luz Machado y el de Pablo Neruda.
En esos días, un año antes de la muerte de Gómez, se hablaba de un cuartelazo que al fin se debeló cuando fue allanado el taller de fotografía de Isidro Enrique Rebolledo, quien fue preso e internado con un grillo ochentón en cada pierna en el Castillo de Puerto Cabello por estar comprometido en una conspiración contra el gobierno de Juan Vicente Gómez junto con los hermanos Emilio y Antonio Lanza, José María Vargas, Manuel María Pérez, Magdalena Machado y otros que disfrazados de barrenderos trataron de penetrar en el Cuartel del Capitolio, frente a la Plaza Miranda, pero falló el personaje clave que les iba a permitir el acceso, de manera que fue plomo del grueso lo que llevaron los conspiradores. Isidro Enrique Rebolledo estuvo preso hasta la muerte de Gómez (AF)
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