El 21 de agosto
de 1964, quedó instalada la XIV Convención Nacional de la Federación Venezolana
de Maestros, en el salón Cuyuní de la Planta Siderúrgica del Orinoco, con 500
delegados efectivos y 300 fraternales, entre ellos, de la Confederación de
América Latina.
Pero el evento,
instalado a las ocho de la noche, bajo la presidencia del anfitrión profesor
Miguel Ángel Delgado, tuvo bajo la contemplación abismal del Salto La Llovizna,
una culminación trágica y profundamente dolorosa para el magisterio nacional.
El frágil puente de madera que salva el cañón de la airosa caída de agua se
desplomó con el sobrepeso de unos ochenta maestros, 37 de los cuales fueron
arrastrados hasta la muerte por el torrente atronador de las aguas.
Irene Fernández,
sobrina de la primera dama Doña Menca de Leoni, doctor Cruz del Valle Rodríguez
(director del Dalla Costa), José Luis Guzmán, Teresita Coronell, Evangelista
Natera, Ana María Contreras, Carmen Teresa Rosales, Carlos Arturo González,
Consuelo Navas, Cecilia de Segura y otros veintisiete cadáveres fueron
apareciendo a lo largo de los días bajo el ojo de la búsqueda persistente y
constante de los cuerpos de rescate extendidos hasta la propia desembocadura
del Caroní en el Orinoco.
La convención del
magisterio clausuró con numerosos acuerdos orientados hacia la nueva ley
orgánica de educación y sobre ese saldo humano doloroso que no podía escapar en
los discursos de cierre y salutación del presidente de la República Raúl Leoni,
del presidente de la Federación, profesor Adelso González y del maestro Luis
Beltrán Prieto Figueroa, quien por un tris no cayó en la trampa fatal del
paisaje subyugante, pues se hallaba en uno de los estribos cuando el puente se
desplomó tras un quejumbroso y siniestro ruido apagado por la furia atronadora
de las aguas.
Debemos decir que
cuando la CVG, entonces presidida por el ingeniero Rafael Alfonso Ravard, creó
el Parque La Llovizna, tenía dos puentes colgantes, uno a la entrada y el
segundo para pasar y contemplar el salto. El puente colgante desplomado estaba
sostenido por 4 cables de acero, fijados en bases de concreto. Los cables no se
rompieron con el sobrepeso, sino que se desprendió una de las bases haciendo
que el puente girara y luego se desprendiera. La mayoría de las víctimas
quedaron sumergidas bajo la estructura.
Luego de la tragedia,
el parque estuvo cerrado al público por dos años mientras se construía el
puente de la foto a base de concreto y acero. El segundo puente colgante,
finalmente también fue reemplazado por otro construido sobre dos vigas. Lo
montaron dos metros más alto y el efecto de la llovizna es menor. Luego se
pensó unir el Parque La Llovizna con el Parque Loefling, ubicado en la otra
ribera del Caroní, para lo cual querían solicitar el puente viejo sobre el
Cuyuní, en El Dorado, trabajado en hierro forjado en los talleres de Gustavo
Eiffel, el mismo de la famosa torre de París, colocado originalmente sobre el
río Guárico en la época del presidente Juan Vicente Gómez.
En memoria de los
caídos los maestros venezolanos incrustaron sobre la roca esta
inscripción; “Los
maestros caídos en el Caroní son cuota de vida pagada al progreso de Venezuela”.
Homenaje de la Federación Venezolana de Maestros. 23/08/1964-23/08/1965.
De manera que el Salto de la Llovizna fue escenario de una de las tragedias más
conmovedoras. 37 docentes que asistían como delegados a una Convención
Nacional del Magisterio cayeron a las tormentosas aguas del Caroní al
desplomarse un frágil puente de paseo.
Nadie sabía que la muerte acechaba en aquel paraje exuberante y hermoso del
Caroní. Quién en aquel momento de euforia edénica podía creer que la
muerte se hallara escondida en la torrentera espumosa, acechando desde los
intersticios de la rústica pasarela, dentro del follaje de los árboles, bajo
las marañas de las piedras, suspendida en la vaporosa llovizna que emigra de
los saltos?
Sólo la imaginación clarividente de Cruz del Valle Rodríguez. Él predijo
con su vena de poeta aquellos instantes de consternación y espanto en que los
seres rodaban como peces marchitos hasta las fauces de la hidra. Él que también
fue atrapado por la furia de las aguas lo predijo y sin embargo, todos signados
por la fatalidad perecieron con un libro bajo el brazo. El maestro Luis Beltrán
Prieto Figueroa que también iba en el grupo se salvó al ser llamado por un
colega que deseaba tomarle una foto.
El Salto de la Llovizna, uno de los atractivos turísticos de Ciudad
Guayana, exhibe un monumento erigido por el Magisterio a los caídos aquel
trágico día tras un paseo pautado dentro del programa de la Convención
que entonces se realizaba con más de 300 delegados de todo el país en el
auditorio del edificio del Sidor en Matanzas. (AF)
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