Después de Alejandro Vargas y Carlos Tomedes no había otro que se afincara o perdurase en el alma popular como César Ávila, quien fue talento vivo tanto en la radio como en fiestas, reuniones y tertulias bolivarense.
Alejandro
Vargas que muchas veces acompañó con su guitarra a César Ávila, pudo trascender
gracias a que un buen día el Quinteto
Contrapunto tuvo la suerte de descubrir ese diamante en bruto del canto
popular, del cual habla extraordinariamente bien su Casta Paloma.
Carlos
Tomedes no tuvo la misma fortuna, pero marcó una época en que su vena de
trovador fluía como una cascada que iba bañando a todo el mundo. Memorioso,
agudo, espontáneo, suelto y versador, Tomedes caminó por todos los caminos
sembrando con pasión la vivencia de su copla. No había fiesta de la ciudad o de
pueblo donde aquella figura erguida vestida de liquiliqui no dejara sentir su
voz. Voz y arpa eran una misma cosa en el uno como voz y guitarra en el otro
nos detenía como el hombre de la flauta mágica.
César
Ávila fue tan popular como sus coterráneos extintos, pero dentro del campo
romántico. El y la Radio Orinoco
(Ecos del Orinoco) eran coetáneos. En 1935 cuando la emisora fue fundada por
Enrique Torres Valencia comenzó como aficionado y luego no tardó en hacerse de
una audiencia cautiva. Del canto vivía y pervivía, no obstante, hubo un tiempo
en que la cosa estaba tan mal que se vio impelido a alistarse como camionero
vendiendo cerveza de establecimiento en establecimiento.
Posteriormente
la Cervecería Polar
se convenció que le resultaba mejor promoverse al ritmo de su voz y le facilitó
una gira por el país, el hombre viajaba y cantaba con Polar hasta que el inmortal Trío Panare lo rescató
para que fuese su única e insustituible voz.
Los
Panares nada tienen que ver con la etnia E’ ñapa del Cuchivero y el Caura.
Simplemente se llamaban así para recordar que aquellos hermanos aún viven entre
moriches, gallitos de roca y turpiales. Rafael Piña, segunda guitarra y
fundador del trío, es el único que tiene rasgo de E’ ñapa, porque Rafael
Bolívar, primera guitarra y Ángel Carpio, tercera guitarra y segunda voz,
parecen más bien kariñas y su cantante César Ávila buscaba hacia el indio
sapoaro, de esa comunidad ya extinguida que poblaba las costas del Orinoco por
esta zona. De allí tal vez el nombre de ese pez plateado y cuneiforme que
desveló por diez años al biólogo Daniel Novoa y del cual existe aquí una
leyenda.
Desde
que el margariteño Francisco Carreño compuso el merengue La Sapoara , César Ávila no
dejó de cantarlo, pero su voz de barítono medio estaba más bien para las
canciones de corte romántico, tanto es así que lo llamaban el “Romántico de
Guayana” y por eso cada vez que le tocaba actuar acompañado del Trío Panare,
todo el mundo le pedía un bolero, un vals o un tango: “Canta, Yira, César” y
Yira comenzaba a desmadejar el alma a más de uno. “aunque te quiebre la vida / aunque te muerda el dolor / no esperes
nunca una ayuda / ni una mano ni una flor”. O Tango Uno, Caminito o
Cambalache.
César
se inició cantando el bolero “Virgen de media noche” en la radio de Enrique
Torres Valencia cuando ésta funcionaba sólo desde las seis de la tarde a las 9
de la noche en la avenida 5 de julio. Lo acompañaba al piano Doña Florinda de Gunterman,
Felo Cabrera o Tiburcio Guevara. La canción que lo popularizó fue “Dame tus
rosas”, que luego le sirvió de tema. (AF)
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