Por ese espacio ocular de la crisis económica y social un poeta llamado Jesús Grau Ortega solía invitar a los bolivrenses a hacer un esfuerzo por no descontinuar el Festival de Música y Poesía que él desde hacía unos cuanto años escenificaba en el salón más grande del hotel Laja Real de Ciudad Bolívar. Un hotel montado sobre la geológica “Laja de la Llanera” de la Mesa de Angostura, donde en 1816 acampó el guerrero para establecer el cuartel de la Libertad.
Para ello siempre contaba Grau con la generosidad de Carlos Alaimo, heredero de ese establecimiento que su padre levantó con denodado esfuerzo y contado igualmente con la colaboración de Carlos Mejías a través de “La barca de oro” o papel literario del diario El Progreso, la publicidad comercial y benevolencia de varios entes ajenos al oficialismo.
Grau Ortega sustrayéndole tiempo útil a su familia y a su oficio de agente representante de empresas mercantiles con asiento en otras ciudades, trabajaba todo el año en función de este Festival, moviéndose por los municipios, incluyendo algunos de Anzoátegui y dedicando cada uno de ellos a los valores artísticos, intelectuales y profesionales de la región.
En la edición del 19 de marzo de 2015 fue notable la participación de la Sinfónica de El Tigre integrada por 80 músicos.
Jesús Grau Ortega, el padre de este Festival, paradójicamente, no era bolivarense sino cumanés replantado en Ciudad Bolívar en 1973, tiempos del gobernador Manuel Garrido Mendoza. Contaba 30 años de edad, puesto que nació el 2 de julio de 1943, año en que Ciudad Bolívar sufrió una de sus históricas inundaciones por el desbordamiento del Orinoco. Pero en el 73 cuando llegó aquí por primera vez, el Orinoco estaba en reposo, en sintonía con el temperamento del nuevo habitante y había abandonado los estudios de economía en la Universidad de los Andes, luego de ser atrapado por una abogada merideña que le parió dos niños sencillamente hermosos como ella.
El hijo de Pedro Celestino Grau, de ascendencia hispana y de Cruz Catalina Ortega, de ascendencia judía, no quiso retornar a la tierra del gofio y el piñonate, sino que decidió probar suerte en un suelo más promisorio colmado de historia, de leyendas y aventuras. No quiso en Cumaná restarle espacio a sus 22 hermanos.
Durante el bachillerato en el liceo José Antonio Sucre, Guayana tenía espacio de sobra. Cubría su geografía una superficie equivalente a casi la mitad de la superficie de territorio venezolano. De suerte, que aquí vivió desde entonces, con su flamante esposa gocha que luego cambiaría por una guayanesa, una maleta con flux color perla y las obras completas del poeta Andrés Eloy Blanco nacido en una casa vecina a la de sus padres. Tal vez esa vecindad influyó en él para escribir cuentos y poemas que aprovechaba para dar a conocer en el curso de sus anuales festivales,
Con su primera esposa, María Picón Olivari, Grau tuvo a sus hijos Marycruz y Jesús Rafael Grau Picón y con su segunda consorte Eduvigis López a sus hijos Margarita, Alberto, Marihot y Vanessa que siguen los caminos humanistas de su padre, quien también estuvo hasta su muerte casado con la Fundación Poetas del Río que dirige Jorge Casanova y con el grupo literario “La barca de oro”.(AF)
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