Juanito
Arteta, excelente trompetista en sus mejores tiempos, lo cual le valió el
título del “La Trompeta de oro de América”, fue nombrado el 13 de octubre de 1975,
Director de la Banda “Dalla Costa” del Estado.
Sustituyó a su colega Fortunato
d´Pascualli, quien estuvo cinco años al frente de una de las instituciones
musicales más antiguas de Oriente y Venezuela, pues data de 1860 como banda
cuando fue creada por la Municipalidad con el nombre de “Juan Bautista Dalla
Costa” bajo la dirección de José (Pepe) Mármol.
Este nombre fue cambiado a comienzos del siglo XX por el de Juan Vicente
Gómez y finalmente cuando murió el Dictador, le restituyeron su primigenio
nombre de Juan Bautista Dalla Costa.
Juan Arteta Amaigo de Ibero, como
realmente lo bautizaron, era nativo de España (mayo de 1918) y mientras vivió en
la península era simplemente Juanito el trompetista del Conservatorio de Madrid
y del Quinto Regimiento de la Revolución Civil Antifranquista, pero cuando
llegó a Veracruz (México) repatriado desde un puerto francés, se transfiguró en
la Trompeta
de Oro de México, más el acontecimiento feliz fue cuando Víctor Saume
en Venezuela, excitado por la emoción de aquella trompeta que parecía derribar
los muros de Jericó, lo bautizó para siempre como La Trompeta de Oro de América.
Eso fue en 1950 cuando llegó
a Venezuela y nueve años después estaba cambiando definitivamente el Río Ebro
por el Orinoco. En Caracas vivió casi un decenio llegando a ser director musical de Radio Libertador
hasta que un día de 1960, un
brasilero propietario de la Fuente de Soda
"Las Vegas" que ocupaba el edificio
"Valery" de la avenida 5 de
Julio de Ciudad Bolívar, lo contrató por un mes y le ocurrió lo que
en le metrópoli caraqueña que le llovieron ofertas y la estada en tierra orinoqueña se prolongó hasta el final de su vida.
"Las Vegas" era uno de los sitios
más concurridos de Ciudad Bolívar. Allí cantaron artistas importantes como
Héctor Cabrera, Marcos Tulio Maristain, Beni Moré, Kiko Mendible.
De manera que se quedó para
siempre en Ciudad Bolívar, con su trompeta que era un tesoro, partiéndose el
labio cada vez que se inspiraba.
Renunció a toda cuanto quedó más allá del Orinoco, incluyendo a su mujer
y tres hijos y recomenzó una vida con impronta netamente guayanesa.
Juanito se
encontró con una ciudad de mucha influencia española en su casco urbano y como si fuera poco con un río que le recordaba al Ebro donde la guerra civil perdió sus más duras
batallas.
Telmo Almada, entonces, director de la Banda Dalla
Costa del Estado, oyó su trompeta y quedó
fascinado. Le gestionó la plaza de primer
trompetista y durante mes y medio
que duró la tramitación Telmo le
pagaba sin trabajar para que no se fuera. Por
otro lado estaba José Antonio Nicolás atrayéndolo desde Radio Bolívar,
pero sobremanera una amble muchacha llamada María Hernández que le hacía el vibrado más
excitante cuando participaba con la banda en las clásicas retretas.
La cabeza de la sapoara surtió su efecto y desde
entonces es su merengue La Laja de la Sapoara que junto el de Francisco Carreño, la guasa de Alejandro Vargas y el
joropo de Fitzi Miranda vino a conformar
la cuarteta de música típica
figurativa alusiva al prodigioso pez
orinoqueño.
Con María también tuvo tres hijos y de ellos,
Carlos, es quien siguió muy de cerca
sus pasos. Estaba orgulloso de él como de Dino Pronio que también fue hechura
suya.
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