El Puerto fluvial de Ciudad Bolívar, uno de los más importantes de
Venezuela hasta un poco más de la mitad del siglo veinte, quedó
prácticamente cerrado al comenzar el auge industrial y económico de la
zona del hierro.
El cinco de agosto, la Compañía Venezolana de Navegación y la Real
Holandesa de Vapores, anunciaron la paralización definitiva del servicio
de transporte fluvial y de carga en sus barcos hasta el puerto de la
tradicional ciudad capital, debido a que el comercio de importación de
las casas mercantiles locales había quedado reducido en un 90 por
ciento.
Uno de los últimos barcos incorporados a la navegación fue La
Trinidad que superó en muchos aspectos a los barcos que hasta entonces
cubrían la ruta.
Un barco de cualquiera de las dos empresas navieras transportaba
hasta Ciudad Bolívar 600 toneladas de mercancías, pero el drenaje del
Orinoco, conectado con los modernos muelles construidos en la zona del
hierro, cambiaban la realidad económica, por lo que las compañías
navieras consideraron innecesaria la prolongación de la ruta de un barco
hasta el puerto de Ciudad Bolívar. Se quedarían en la zona del hierro y
si algunos de los barcos transportaban mercancía para el comercio de la
capital, sería trasladada en lanchones desde Matanzas.
De todas formas, a esa altura del tiempo, la mercancía de consumo
local se estaba produciendo en el país y ya eran escasos los renglones
importados. Los comerciantes de Ciudad Bolívar se dieron cuenta que el
transporte por tierra de sus mercancías era más rápido y el flete más
económico, por lo tanto, no hubo tanta alharaca cuando esto ocurrió,
sólo los caleteros pegaron el grito hasta el cielo.
El señor Ricardo Brandt, representante de la Holandesa de Vapores se
mostró más sensible ante el malestar y ofreció reanudar los servicios si
el comercio local le garantizaba un transporte mínimo de 100 toneladas
por barco y si se hacían gestiones ante el Ministerio de Comunicaciones
para el establecimientos de un balizaje luminoso que permitiera a los
barcos evitar los escollos del Orinoco tanto en tiempo de crecida como
de verano.
Desde Angostura o Ciudad Bolívar, el puerto más importante del
Orinoco, se cubría una línea fluvial y marítima que comprendía Trinidad,
Cumaná, Margarita, Barcelona, La Guaira, Las Antillas y se extendía
hasta el Apure, el Meta, Portuguesa, el Guaviare, Barinas y muchos otros
pueblos intermedios.
Pero un día fueron descubiertas las montañas de hierro de El Pao, El
Trueno, La Paría y San Isidro, y la navegación por el río se
circunscribió al tramo de su desembocadura, desde Boca Grande hasta
Matanzas en un recorrido de apenas 341 kilómetros de 2 mil que antes
eran navegados. El resto del río quedó afectado y debido a ese cambio
muchos pueblos languidecen. Ciudad Bolívar perdió su Aduana y su
Capitanía de Puerto Mermó de categoría dejando de ser la ciudad
mercantilista y cosmopolita de otros tiempos y a la que Juan Vicente
González comparó con la antigua y floreciente Fenicia.
Todavía, entre 1959 y 1965 llegaba al puerto de Ciudad Bolívar un
promedio de cuatro buques al mes con cuatro mil toneladas de carga cada
uno. Se recuerda al Buar, Hecuba, Reuda, Kreon, todos de nacionalidad
holandesa. El último que atracó fue el Alcoa Rommer, 8 de julio de 1966,
trayendo de la República Dominicana 850 toneladas de harina. Desde
entonces es triste y desierto este puerto antes famoso de Angostura, al
que varias unidades del Comando Fluvial José Tomás Machado así como el
mercado de la Sapoara y el Club tratan de darle vida de alguna manera.
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