domingo, 6 de mayo de 2012

Hoteles, cines, garages y circos


En las publicaciones de 1926, se divulgaban notas y avisos de algunos hoteles, cines y garages de Ciudad Bolívar como componentes sustanciales y dinámicos de la ciudad antigua que abría espacios para que los habitantes pudieran distraerse del tráfago y rutina del trabajo cotidiano

En cuanto a los hoteles de la Ciudad Bolívar de 1926 eran prácticamente las posadas o casas de pensiones, muy domésticas, unas menos que otras. En todo caso, eran ampliamente conocidos: el Hotel Cyrnos, cuyo nombre llevaba también un barco del comerciante Merizo Palazzi; Hotel Bolívar, de Guillermo Monch Siegert; Hotel Venezuela y Hotel Colón que era el antiguo Hotel D' Ánello, esquina opuesta al Royal Bank of Canadá, a media cuadra de la Aduana, vale decir, el inmueble de balcones con el nombre Grillet en hierro forjado.

Había una empresa de espectáculos públicos administrada por C.E. Echeverría y que tenía a su cargo los cines América, Bolívar, Mundial y Gómez. En la vecina Soledad funcionaba el Cine Star. En el Cine América, además de películas, se presentaban temporadas de boxeo en la que asistía el gobernador y tocaba la orquesta Dalla Costa dirigida por José Francisco Miranda. El mach de boxeo duraba veinte rounds.

El Teatro Bolívar igualmente pasaba películas, pero generalmente trouppe como la de Amparito Valdivieso y compañías de teatro como la de Mary Wilson que ese año debutó con la comedia de Felipe Sassone “A campo traviesa”.

Otra forma de relajarse y divertirse los bolivarenses eran las corridas de toros en el Circo Monedero, los toros coleados y carreras de cintas en el Paseo San Antonio o simplemente alquilar un automóvil entre varios para irse de paseo a los baños de La Mariquita. Las empresas que ofrecían automóviles de alquiler se llamaban “Garages” y así existían el Garage de Tomasi, el de Pascual Franchi, el de Paravisini y el Garage “Venezuela” de Valladares & Rodríguez. Empresas dotadas cada una con una buena flota de automóviles Ford, Dodge, Brothers, Studebaker.

Por temporada hacía su aparición el circo que paraba sus mástiles y gran carpa de gruesa lona en las tierras del antiguo convento de los franciscanos, con su pista circular rodeada de filas de asientos desde donde los espectadores podían apreciar exhibiciones acrobáticas y espectáculos con animales amaestrados, trapecistas, malabaristas, equilibristas y payasos. Jóvenes y chiquillos se divertían emocionados, sobremanera cuando un hombre forzudo se hacía poner una enorme piedra sobre el pecho desnudo y mandaba a un herrero le aplicara la mandarria hasta partirla en cuatro pedazos.

La forma pasiva de divertirse del guayanés de ese tiempo era además de los periódicos y las revistas, los libros y de lo que de ellos se comentaba y decía. Los libros del famoso escritor y astrónomo francés Camilo Flanmarión eran muy leídos. En su biblioteca de París se comentaba que fue encontrada la obra literaria “El cielo y la tierra” empastada con la piel de la Condesa St. Ange. Ninguna otra mano que la del astrónomo tocó ese volumen que es el recuerdo de una muerta. Camilo Flanmarión que había fallecido el año anterior a la edad de 83 años, fue director del Observatorio de París y de su propio Observatorio. Muy joven publicó el libro “La pluralidad de los mundos habitados”. Hizo importantes estudios acerca de las estrellas. Entre sus obras, de las que se han hecho numerosas ediciones y traducidas a varios idiomas, destacan: Mundos imaginarios y mundos reales. Cuando a principios de siglo volvió a aparecer el Cometa Haley toda la humanidad estuvo pendiente de sus predicciones.(AF)

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