La noche del 10 de agosto de 1928, el entonces joven poeta Héctor Guillermo Villalobos, declamó su propia poesía en el Teatro Bolívar, su primer recital y al mismo tiempo despedida de Ciudad Bolívar, la tierra por siempre amada y cantada, con destino a Maracaibo, a bordo del vapor Guárico.
Tenía entonces el poeta 17 años, recién salido del bachillerato en el Colegio Federal de Varones del cual fue su padre director. De hecho Héctor Guillermo Villalobos había nacido en la propia sede del colegio el 20 de julio de 1911, pues allí mismo en esa casa que fue asiento del Congreso de Angostura residían sus padres Guillermo Tell Villalobos y su madre Margot Tovar Guerra, quien tenía un hermano que era trovador, todavía más pintoresco de lo que fue posteriormente Alejandro Vargas.
Desde edad muy temprana escribía poesía y llegó a ser director de Oriflama, revista literaria de la juventud estudiosa bolivarense que circuló durante dos años, pero que fue cerrada por su tono a veces crítico contra la mano severa y despótica del gobierno de Juan Vicente Gómez. Cuando prohibieron su circulación, salí el último tiraje con una cinta negra en su portada. Igualmente escribía en las otras publicaciones diarias o semanarias de la época.
En su primer recital en el Teatro Bolívar dio a conocer varios de sus primeros poemas: El Epistolario, Retrato de una Morena, A Edelmira Boza la maravillosa, Mi Bandera, El Automóvil, La Caridad, El Cuervo, El Gato, y el más aplaudido de la noche este soneto dedicado a El Cardón: “Eterno centinela del camino / Inmóvil en la inmensa lejanía / El cardón es un verso alejandrino / Que se prolonga de melancolía / En los atardeceres dolorosos / cuando reza la brisa su oración / yo he visto los cardones silenciosos / ensombrecido de meditación / Cuando el agua refresca la llanura / le corre por su verde vestidura / un llanto de gotitas cristalinas / Y al contemplarlo así me he figurado / que es un San Sebastián martirizado / por las flechas de todas sus espinas”/.
Cuando el poeta se embarcó en el Guárico con destino a Maracaibo, la idea era estudiar allá en la Universidad del Zulia, pero terminó inscribiéndose en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela.
Caracas le fue bastante provechosa para cultivar su sensibilidad e imaginación creadora. Tuvo suerte, la colonia guayanesa para entonces era fuerte en la capital metropolitana y ello le permitió estudiar y trabajar al mismo tiempo. Prestó servicios en el Archivo General de la Nación y ejerció de profesor de castellano y literatura en el Pedagógico y en el Fermín Toro.
En 1937 publicó su primer libro de poemas Afluencia. Ese año, los bolivarenses lo eligieron diputado al Congreso Nacional. En 1941 lo nombraron director del Liceo Fermín Toro y dos años después publicó su segundo libro Jagüey que lo consagra como uno de los más destacados poetas del país.
A raíz de la revolución del 18 de octubre del 45, lo designaron gobernador del estado Bolívar, entonces se trajo de secretaria privada a su paisana la poeta Luz Machado, pero su estadía en la Gobernación prácticamente fue efímera debido a las pugnas internas por el control del poder que afloraron en el partido de gobierno Acción Democrática. Se recuerda aún en la ciudad su polémica con Régulo Salazar, director de El Loro un semanario festivo que se hizo popular por su Correo
Tenía entonces el poeta 17 años, recién salido del bachillerato en el Colegio Federal de Varones del cual fue su padre director. De hecho Héctor Guillermo Villalobos había nacido en la propia sede del colegio el 20 de julio de 1911, pues allí mismo en esa casa que fue asiento del Congreso de Angostura residían sus padres Guillermo Tell Villalobos y su madre Margot Tovar Guerra, quien tenía un hermano que era trovador, todavía más pintoresco de lo que fue posteriormente Alejandro Vargas.
Desde edad muy temprana escribía poesía y llegó a ser director de Oriflama, revista literaria de la juventud estudiosa bolivarense que circuló durante dos años, pero que fue cerrada por su tono a veces crítico contra la mano severa y despótica del gobierno de Juan Vicente Gómez. Cuando prohibieron su circulación, salí el último tiraje con una cinta negra en su portada. Igualmente escribía en las otras publicaciones diarias o semanarias de la época.
En su primer recital en el Teatro Bolívar dio a conocer varios de sus primeros poemas: El Epistolario, Retrato de una Morena, A Edelmira Boza la maravillosa, Mi Bandera, El Automóvil, La Caridad, El Cuervo, El Gato, y el más aplaudido de la noche este soneto dedicado a El Cardón: “Eterno centinela del camino / Inmóvil en la inmensa lejanía / El cardón es un verso alejandrino / Que se prolonga de melancolía / En los atardeceres dolorosos / cuando reza la brisa su oración / yo he visto los cardones silenciosos / ensombrecido de meditación / Cuando el agua refresca la llanura / le corre por su verde vestidura / un llanto de gotitas cristalinas / Y al contemplarlo así me he figurado / que es un San Sebastián martirizado / por las flechas de todas sus espinas”/.
Cuando el poeta se embarcó en el Guárico con destino a Maracaibo, la idea era estudiar allá en la Universidad del Zulia, pero terminó inscribiéndose en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela.
Caracas le fue bastante provechosa para cultivar su sensibilidad e imaginación creadora. Tuvo suerte, la colonia guayanesa para entonces era fuerte en la capital metropolitana y ello le permitió estudiar y trabajar al mismo tiempo. Prestó servicios en el Archivo General de la Nación y ejerció de profesor de castellano y literatura en el Pedagógico y en el Fermín Toro.
En 1937 publicó su primer libro de poemas Afluencia. Ese año, los bolivarenses lo eligieron diputado al Congreso Nacional. En 1941 lo nombraron director del Liceo Fermín Toro y dos años después publicó su segundo libro Jagüey que lo consagra como uno de los más destacados poetas del país.
A raíz de la revolución del 18 de octubre del 45, lo designaron gobernador del estado Bolívar, entonces se trajo de secretaria privada a su paisana la poeta Luz Machado, pero su estadía en la Gobernación prácticamente fue efímera debido a las pugnas internas por el control del poder que afloraron en el partido de gobierno Acción Democrática. Se recuerda aún en la ciudad su polémica con Régulo Salazar, director de El Loro un semanario festivo que se hizo popular por su Correo
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