Mi madre Juana Evangelia era supersticiosa de verdad y por nada quería razonar. Era un poco parecida a mi tía Berta Coello, hermana de mi padre, a quien un día, siendo estudiante, visité en Caracas y me obligó a descalzarme ante de penetrar a su quinta bien cuidada. Pude saber a través de ella unas cuantas cosas interesantes. Por ejemplo, que su padre Pablo Coello había sido abogado, General de la Guerra Federal, Gobernador del Estado Nueva Esparta, administrador de las Salinas de Coche donde nació y auspiciador de la construcción de la Iglesia de esa isla donde se hallan sepultados sus restos.
Durante mi visita noté que ella frecuentemente
se lavaba las manos. En estos tiempos de
Pandemia no habría sido extraño. Parecía
que la pulcritud, prevención y superstición eran su divisa. Mi Madre no se lavaba las manos tan
frecuentemente, pero mantenía muy limpia la casa igual que ella y no podía ver
nada extraño porque entraba en pánico.
Un día le dije a mi Madre que no sólo se parecía a Berta Coello sino a
Sarah, la viuda de Willian Winchester, el inventor del rifle de repetición, pues según me había contado mi hermana Brigidita Lares
(hermana por parte de padre), muerta
recientemente en Nueva York, Sarah, la viuda de Winchester, heredera de toda su
fortuna, era supersticiosa y quedó muy afectada
por la muerte de su esposo. Se sentía
perseguida, pero al no saber por qué, buscó los consejos de una Medium que atribuyó sus males a los espíritus de
quienes habían sido víctimas del rifle inventado por su esposo, pero que para
librarse de ellos debía mantener su casa en construcción interminable para que
los malos espíritus no pudieran hospedarse en ella. De manera, que Sarah no perdió tiempo y comenzó
a convertir lo que había sido una
modesta vivienda en toda una mansión de siete pisos y 160
cuartos. Recorriendo la Mansión situada
en San José de California se podían contar además, 467 puertas, 6 cocinas, 52 tragaluces, 2
salones de baile, 47 hogueras, 17
chimeneas 10.000 paneles de cristal, 2
sótanos, 3 ascensores, varias lámparas de gas y
solo, tan solo, una ducha y dos
espejos en toda la casa. Una casa atípica, con escaleras que
no llevan a ninguna parte, puertas pequeñas y grandes que al ser abiertas
llevan a paredes o al vacío y ventanas adentro de la misma casa, todo un laberinto donde los espíritus
definitivamente no podían hospedarse para molestar a la Señora atrapada por la
superstición en su variante más aguda y desquiciante. (AF)
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