Primero se fue Luzitone (luz y tono). Se fue con el siglo y a nueve años del nuevo milenio, se fue su siempre y único regente Rogelio Pérez Cabrera. Se fue tras sesenta años de duro batallar desde que Ciudad Bolívar sólo conocía el blanco y negro de la fotografía abonada con sales y sulfitos, alumbres y bromuros.
“¿Qué podemos hacer?
¡Es la ley de la vida!” dice su hijo el licenciado y fotógrafo Nelson
Pérez que lo acompañó siempre con fidelidad filial, insuperable hoy en día en
la sociedad industrial.
Rogelio Pérez Cabrera tuvo el mérito de introducir la
fotografía de color en la ciudad y hasta el 10 de diciembre fue el único
sobreviviente de los fotógrafos bolivarenses que debutaron en la primera mitad
del siglo veinte con estudios propios y en los cuales comenzaron a alimentarse
los periódicos locales y nacionales.
Podríamos decir, que Rogelio, a la edad de quince años
heredó los rudimentos de la fotografía de su hermano Máximo, como él, nacido en
Tumeremo. Su primer estudio “Foto Fénix”
estaba ubicado en el sector 30 Llaves hoy calle Venezuela. Posteriormente se corrió unas casas más al occidente del
diario El Luchador y allí se quedó con el nombre de Luzitone., estudio que
trascendió a partir de la Primera Feria
de Ciudad Bolívar inaugurada el 30 de mayo de 1946 por Rómulo Betancourt,
presidente de la Junta Revolucionaria
de Gobierno dentro del marco del primer centenario del cambio de nombre de
Angostura por el de Ciudad Bolívar.
Trascendió porque fue el principal proveedor de fotografías
sobre el gran evento citadino que atrajo gente de todas partes. La edición de
la revista Elite dedicada a Ciudad Bolívar fue ilustrada con fotografías salida
de ese estudio de los Hermanos Máximo y Rogelio Pérez.
Desde entonces y hasta que Américo Bisi, Pedro Perman y Nino
Marchesse se convierte en los pioneros del reporterismo gráfico de Ciudad
Bolívar, el paño de lágrimas de los periodistas locales y corresponsales
fue Foto Estudio Lizitone, muy
particularmente la persona de Rogelio Pérez Cabrera, pues su hermano Máximo, a partir de 1950, fue
dejando progresivamente el oficio para dedicarse en El Palmar primero y en
Tumeremo después, a la actividad agrícola y ganadera. La última gráfica que Rogelio tomó para la
prensa, a instancia de los periodistas Pedro Lira y Joaquín Laorraca,
correspondió al homenaje del premio de
periodismo a Juan Eduardo Enet, batallador durante más de seis décadas en el
diario El Luchador.
Las primeras fotografías de color fueron tomadas, reveladas
y copiadas en Ciudad Bolívar por Rogelio Pérez
y reproducidas en una secuencia plegable
de dieciocho postales por la empresa norteamericana “Color Picture
Publication” a finales de los años cincuenta.
“Recuerdos de Ciudad Bolívar” como se denominó esta postal
múltiple, abarca vistas a todo color de
monumentos históricos y otros valores paisajísticos y urbanos de la ciudad capital, con una reseña
introducida por el bachiller Ernesto Sifontes, cronista y observador hidrográfico
del Orinoco.
Hasta entonces, las fotografías de color eran las blanco y
negro retocadas y coloreadas a mano y las auténticas exigían un complicado
trabajo de separación de negativos del mismo motivo tomados a través de filtros
de colores. De manera que para logra una
copia en color, había que utilizar una cámara costosa y usar películas en
placas, porque las flexibles se estiraban ligeramente durante el revelado. Como la realización de una sola copia exigía
varios días de trabajo, no era frecuente hacer fotografías de color, sino
cuando se trataba de publicidad o estampas relacionadas con la moda. (AF)
Desde 1944 y hasta 1950, aproximadamente, Máximo Pérez Cabrera vivió en el segundo piso de la fotografía Luzitone junto con su esposa y sus hijos; su gran tenacidad junto con su hermano Rogelio lograron el éxito de esta empresa.
ResponderEliminarEscribe, a la edad de 75 años el segundo hijo de Máximo, quien tuvo la dicha de vivir en la fotografía desde lactante hasta los ocho años.
La casa donde estaba la fotografía la compró mi papá gracias a las amistades de su esposa, Benicia Subero Villarruel. En esos años, fue un gran entretenimiento observar los congorochos que abundaban frente a las vidrieras iluminadas que cerraban la amplia entrada de la fotografía.
Gracias Américo Fernández por sus valiosas crónicas.
Nota: mi papá siempre trabajó la ganadería solo a unos 6 Km de El Parmal hasta que murió a los 83 años; eso sí, con la tenacidad y éxitos como en la fotografía Luzitone.