viernes, 9 de septiembre de 2016

El deltano Alirio Palacios



Alirio Palacios, quien  falleció en Caracas a la edad de 77 años, era nativo de Delta Amacuro y destacó en el mundo estético universal como un pintor figurativo. que se consideraba hereje porque nunca fue bautizado toda vez que por donde vivía jamás llegó un sacerdote. Desde temprana edad fue absorbido por el partido comunista, sin embargo viajó expresamente a Europa para ver en  el lienzo de Miguel Ángel Da Vinci “La Virgen y el niño”.
Se  consideraba un comunista sin el pesado lastre del prejuicio. Por qué un comunista como él no podía admirar a Rómulo Betancourt.  Alirio llegó a confesar sin reticencia que le impresionó siempre la personalidad recia del hombre de Guatire.
Este artista deltano estaba hecho de una fibra muy particular, a veces contradictoria.  En el alma llevaba arraigada la  figura del caballo a pesar de que durante su infancia jamás conoció a este formidable miembro de la familia de los Équidos.  El venado si durante ese tiempo temprano de su existencia iluminó sus ojos y de hecho su primer dibujo en la pizarra de su tía fue un venado.  El caballo siempre ha perseguido a otro pintor, pero de Monagas, a Chuo Galindo. A quien le hice la presentación en el catálogo de una exposición hecha en Ciudad Bolívar.
         El venado fue su primera pintura en el humilde pueblo de El Volcán muy cerca de Tucupita.  Allí nació Alirio entre caños y montañas en la casa de su madre utilizada por su tía para enseñar las primera letras a los párvulos del vecindario mientras su tío pescador del Orinoco le contaba cuentos mágicos que le persiguen como fantasmas a todas partes adonde lo lleva su arte.  A  Italia, China, Varsovia, Berlín, Ginebra.  En Nueva York, tenía  instalado su taller lo mismo que en Cañizales de Caracas, de donde salían sus vivencias recreadas en el lienzo y convertidas en espectaculares obras de arte que generan mucho dinero, ese dinero capitalista que miran de soslayo los comunistas, pero que él lo veía de frente y con felicidad porque lo libraba de vivir como Reverón cuya obra la disfrutan otros en tanto que él padeció y murió pobre en un hospital.
         Alirio era un artista muy apegado a la tierra, artista de alma telúrica, casado, pero sin hijo.  Sus hijos fueron sus pinturas y el río.  A Soto, un crítico de arte le preguntó que opinaba de la obra de Alirio Palacios y respondió “Alirio y yo somos del mismo río”.  Buena salida para el artista guayanés que nació como un visual opuesto al figurativismo.  Cuando Soto lo invitaba a almorzar de lo que menos  hablaban era de pintura.  Era más placentero y familiar para ellos hablar de Ciudad Bolívar, del morocoto, del rayao, la curbinata y el lau lau.
         En los años sesenta cuando Alirio Palacios visitaba a Ciudad Bolívar enviado por el Inciba  (de esa época es la fotografía que ilustra esta columna)  para hablar con los jóvenes del agua fuerte y los grabados, se sentía como en su propia tierra deltana y como en Santomé y El Tigre que también formaban parte de su vida.  El, nacido en 1938, estudió junto con Alejandro Otero y Mateo Manaure,  en la Cristóbal Rojas de Caracas y con su paisana Gladys Meneses, que sí ha expuesto en el Museo Soto, porque su pintura cuadra con la tendencia modernista del museo donde están representados los artistas de la Vanguardia Histórica Rusa, pasando por el neoplasticismo, la abstracción geométrica, el cinetismo, el arte óptico y el programático.
         Alirio cuando vino a Ciudad Bolívar ya había  obtenido en el Salón Oficial de 1961 el Premio Roma, con el que dio inicio a una serie de viajes de estudio por ciudades y centros de enseñanza artística del mundo
         Del Delta del Orinoco  también es el poeta y escritor José Balza, quien ha escrito sobre Alirio, sobre Soto y Alejandro Otero.(AF)

           

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