El cachicamo es miembro de
una familia de la
América Meridional que como los gitanos nunca tienen un sitio
fijo donde morar. Vaga por todos los monte y al igual que los pájaros se
alimenta de insectos que succiona a través de un hocico aguzado y que viene
siendo prácticamente su cabeza.
Como buen caballero andante, nunca abandona la coraza articulada que lo
protege de sus enemigos, especialmente del campesino que ha aprendido a
aderezar con su carne unos platos muy sabrosos. El hombre del campo lo persigue
con su perro adiestrado porque ya el cachicamo es para él parte de su dieta
habitual.
Pero el cachicamo que siempre se ve asediado por sus voraces enemigos,
ha aguzado su instinto de estratega tanto como su hocico, de tal suerte que
cuando presiente el peligro vuelve rápidamente a su más reciente madriguera y
si está muy próxima la asechanza cava al instante una cueva con las garras de
sus patas cortas o simplemente se convierte en una bola acorazada con la que
resguarda sus partes vulnerables.
Los campesinos suelen llamar “ Cachicamo” a una persona para ellos muy reservada y
reconcentrada en sí misma y esto es porque el cachicamo, a su manera de ver, se
protege demasiado, permanece resguardado bajo su natural armadura de bandas
córneas heredadas posiblemente de un tatarabuelo raro y singular que bien
podría ser el Gliptodonte, armadillo de metro y medio de alto que vivió durante
la llamada época del cuaternario americano, hace más de veinte mil años.
En Guayana, concretamente en los barrancos de los placeres
diamantíferos del río Guaniamo, al sur de Caicara del Orinoco, los mineros han
encontrado fósiles del Gliptodonte.
Simón Freddy Martínez, un joven y hábil comprador de diamantes, vendió
en 30 mil bolívares las piezas principales de un Gliptodonte fosilizado hallado
en un sitio que los mineros comenzaron a identificar después del hallazgo como
la “Explanada del Esqueleto”.
Esos fósiles fueron sacados del país y ello llevó al Gobernador Manuel
Garrido Mendoza a dictar un decreto prohibiendo la salida hacia el exterior de
fósiles y obras de arte sin autorización previa del organismo competente del
Ejecutivo.
Y es que al igual que con esos fósiles,
ha salido del Esado Bolívar esculturas, cerámicas primitivas, otros objetos de
valor artístico como históricos, sin incluir los que intencionalmente han sido
sustraídos por manos criminales del Museo de Arte en la Casa del Correo del Orinoco.
Cuando se iniciaron los trabajos de reconstrucción
y restauración de la Catedral
de Ciudad Bolívar, desaparecieron los vitrales.
Antes por obra y arte de birlibirloque había desaparecido una antigua
araña de cristal que según las malas lenguas atribuyeron al Gobernador Mario
Briceño Iragorri para donarlas a la
Iglesia de Santa Ana de su nativo Estado Táchira. Esto no se ha podido comprobar, pero sí la estatua pedestre de Miranda sacada con la venia del Gobernador Luis Raúl Vásquez
Zamora, de la Granja
del Estado donde se hallaba guardada, para reubicarla en Palo Negro.
Los Catalejos que el General Manuel
Piar utilizaba en la batalla San Félix, fueron sustraídos de sus pertenencias
confiscadas y al parecer se hallan en
Maracay, seguramente en manos de los herederos de Bartolomé Tavera Acosta,
quién también se llevó de Guayana las Memoria del General Farreras.
En la Casa de San Isidro por muchos años estuvo
expuesta en uno de los muros de la entrada una campana del Siglo XVIII que
perteneció a la antigua ciudad de Santo Tomás de Guayana. Igualmente ya no se ve expuesta en la pared interna un rifle de la Batalla de Boyacá, donada
a la ciudad por el Cónsul de Colombia.
Desapareció del jardín interno de la Biblioteca del Estado,
el busto en bronce de Rómulo Gallegos realizado por el escultor Asdrúbal
Meléndez, autor igualmente del busto de López Contreras que se halla en el
Comando de la Guardia Nacional. (AF)
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