A José
Perichamo nunca lo acomplejó su “tamañote” (su talla difícilmente llega a 1,30)
y deslastrado del complejo de inferioridad que lo hacía reírse de sí mismo,
retaba a muchachas expansivas como Olga Lezama, alta y bien proporcionada, para
“echar un pie” en cualquier pista de ocasión.
Perichamo que compensaba su físico de
medio palo con una ruidosa moto de 250 cilindradas, trabajó toda su vida como
mensajero de la
Gobernación del Estado.
Era rápido, alegre, diligente y hasta chistoso en las mejores tertulias.
Era visitante asiduo del “My-Ha-My”,
bar-restaurante del chinito Gond Fung, entre las calles Bolívar y Libertad,
donde antes despachaban Mambrini cuando el negocio era de Bartolomé Tomassi; Erasmo
Pildorín después y antes del chino, el viejo Casanova, lidiando gente como el
Pope Gómez, don Félix Tomassi y Raúl Villegas.
Perichamo, luego de repartir mensajes e invitaciones
de la Gobernación ,
entraba al “My-Ha-My” y salía a cada rato anunciándose con el ruido de su
motocicleta. Era entonces cuando el doctor Pacífico Rodríguez, procurador del
Estado, le decía que se parecía a un general de brigada.
El periodista Ramón Aray, quien
constantemente pedía la cuenta de las birras que compartía con Tomás Arreaza,
ex alcalde de Borbón, preguntó en cierta ocasión a Perichamo el por qué de ese
apodo de “Coquito” que tan bien le calzaba y éste explicó que doña Inés,
la madre de Leopoldo Sucre Figarella, su padrino, era la responsable. Pero
¿por qué? ¡No me ves el tamañote!
Salía a relucir entonces la anécdota cuando la prima-dama doña Tatiana de
Palazzi le preguntó al periodista Enrique Aristeguieta “quién era el tal Perichamo ése”
y Enriquito le contestó: “Un señor que mide como un metro noventa”.
Londoño remataba diciendo que conservaba una fotografía donde
coincidencialmente bajaban en fila india por la escalera del Palacio de
Gobierno: Perichamo, Zuleida Valladares, los enanitos Mayo y Mario, de último
Roldán (Doble Feo), quien sostenía ser hijo de Pancho Lusinchi, tío del
ex presidente de la
República Jaime Lusinchi. Pocos lo dudaban puesto que Francisco
(Pancho) Lusinchi vivió en Ciudad Bolívar y fue secretario de la Jefatura Civil
(1925), siendo titular de la misma Francisco Méndez.
Un día, no sabemos cuándo, Perichamo
desapareció de la escena pública y todos se preguntaban ¿qué se habrá hecho Perichamo? Unos decían que se había jubilado. ¿Jubilado? No puede ser si tiene el tamaño de
una carajito. Puede tener la talla de un carajito, pero Perichamo es viejo con
b de bola. Otros barruntaban que seguramente le robaron la motocicleta o la tenía
descompuesta. Algunos suponían que estaría con la “quiebra hueso”. No puede ser, sí a ese no se pica ni el
mismo. Querían decir que no lo pica ni
coquito. Los más creían que lo botaron
por haber aparecido en la Lista
de Tascón.
¿En la Lista de Tascón? ¡Qué broma! exclamaban los
contertulios del My Hay My. Si es por
haber firmado a favor del Referendo, a esta altura debe estar contento porque a
Tascón lo agarró la Ley
del Karma, vale decir, la ley de la compensación según la cual, quien hace mal,
tarde o temprano la paga por cualquier vía y no es necesario que la víctima lo
sepa. El, Tascón, ahora es un marginado
de la Revolución. Un
marginado de los favores y prebendas del Poder. Está en otra lista, la lista
negra del Psuv por ir más allá de la disciplina denunciando a los corruptos que
moran en sus propias filas.
Después de tantas conjeturas y
especulaciones, se designó una comisión para averiguar el paradero de Perichao
y las causas repentinas de su ausencia.
La comisión presidida por el periodista Enrique Aristeguieta, anunció a
los pocos días que Perichamo goza de buena salud y que está disfrutando de su
jubilación luego de 30 años repartiendo cartas y tarjetas de invitación del
Gobernador de turno y la primera dama.
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