El 15 de febrero de 2002, 183 aniversario del célebre Congreso Constituyente de Venezuela realizado en la Angostura del Orinoco, el general Melvin López Hidalgo recibió de Rojas Suárez dicha máxima condecoración, así como también el capitán John Gutiérrez en su clase Gran Collar.
En el mismo acto recibieron la Orden del Congreso de Angostura la agrupación musical Serenata Guayanesa, el contralmirante Vicente Bertorelli y general Francisco Rangel Gómez, en ese año presidente de la CVG. El orador de orden era el ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz quien no pudo asistir por razones no explicadas. Lo sustituyó el rector de la Universidad Experimental de Yaracuy, Freddy Castillo.
Ante la polémica acerca del otorgamiento de la orden para el general Melvin López Hidalgo, inspector general del Ejército, el gobernador Rojas Suárez se defendió argumentando que “no puedo acusar a López Hidalgo por corrupción cuando no ha sido juzgado”, mientras este se defendió asegurando que no son ciertas las denuncias que lo señalan por irregularidad en el manejo del Plan Bolívar 2000.
En Guárico se grabó a un soldado que, bajo las órdenes del general Melvin López Hidalgo cambió en efectivo un cheque a nombre de un tercero. La Contraloría emitió un informe en que determinó varios ilícitos, pero Chávez salió en su defensa: “A lo mejor es una falta administrativa que requiere una multa (...) pero no es para prender el ventilador”.
Los escritores guayaneses Manuel Alfredo Rodríguez y Mimina Rodríguez Lezama coincidieron al señalar que la Orden Congreso de Angostura la han tomado para pagar favores políticos y no para enaltecer los valores humanos y morales de los bolivarenses. La Directora de la Casa de la Cultura, Mimina Rodríguez Lezama, exclamó: “me horrorizó ver a la pandilla de la legislatura imponiendo el collar sagrado de Angostura en el noble recinto de donde salió la tercera república de Venezuela. Esos señores tenían que estar en la cárcel, no en los recintos sagrados de la patria. Yo veo con gran dolor que los símbolos del estado no se están respetando y con ello se está prolongando la fanfarria que asfixia a la noble Angostura”.
Eran días de convulsión política. A cuatro días de la orden, un grupo de diputados que militaba en el partido de gobierno, MVR, planteaba en la Asamblea Nacional al presidente Hugo Chávez la exigencia de hacer un cambio total en el gabinete económico o, en todo caso, la renuncia de esos ministros.
Ernesto Alvarenga, José Luis Farías y Alejandro Armas encontraron respaldo en los también parlamentarios Luiggi D'Angel, Roberto Quintero, Nelson Ventura y Francisco Solórzano (Fraso). Acusaban y decía: “Quienes son responsables de la crisis económica que sufre la nación, que asuman su responsabilidad ante el país”.
Por su parte, el general Guaicapuro Lameda decía: “Hoy no tengo cabida en el Ejército. No puedo regresar, no me siento en condiciones de comandar una parte de esa organización cuando su comandante en jefe, el Presidente de la República, ha dicho, vestido con el uniforme militar, que la revolución cuenta con tanques y cañones y no en sentido figurado. Y yo me pregunto ¿Cuál es el enemigo? ¿Contra quién vamos a usar los tanques, los cañones y los aviones? Prefiero que hoy me llamen cobarde por retirarme del Ejército, antes que comandar una brigada y ponerla al servicio de una parcialidad política para disparar contra el pueblo. Creo que lejos de honrar la memoria de nuestros libertadores la humillaría” (AF)
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