El mal de ojo es una creencia localizable en cualquier lugar del mundo y nos viene desde el Medio Oriente a través de España y Sur de Europa, dijo Angelina Pollatz Elltz, antropóloga de la Universidad Católica Andrés Bello, investigadora de los fenómenos religiosos populares en Venezuela.
La antropóloga visitó Ciudad Bolívar el 23 de noviembre de 1988, y dictó tres charlas sobre el tabaco en ritos mágico-religiosos y curativos; el valor terapéutico del trance mediúmico, los ritos exorcísticos en el culto a María Lionza y en las prácticas de los curanderos espirituales en Venezuela. Igualmente charló sobre investigaciones hechas por ella en la península de Paria sobre el mal de madre, sereno, pasmo, empacho, pedrejón, bicho, hinchazones provocadas por los rayos de la luna, pasmo en la sangre, museosuelo, susto y mal de ojo. Sobre este último dijo que nos venía del Medio Oriente y, que según la creencia popular, en Venezuela puede producir diarrea, fiebre y malestar en general.
Trató de demostrar que personas afligidas de enfermedades mentales, con la ayuda de trance mediúmico, pueden reestructurar su personalidad y reintegrarse a la sociedad. Personas que creen en la eficacia de manipulaciones mágicas sacan beneficios de ritos exorcísticos, porque están convencidos que todo el mal de su cuerpo puede ser curado por medio de velaciones y otros ritos semejantes.
El mal de ojo, como proceso, puede venir dado de manera voluntaria o involuntaria, y es, según la creencia popular, efecto de la envidia o admiración del “emisor”, que a través de su mirada provoca un mal en el envidiado/admirado. En algunas culturas orientales se cree, también, que las personas de ojos claros (azules, verdes, grises y rayados) tienen mayor poder para el mal de ojo, en teoría estas personas son mucho más envidiosas que alojan y acumulan tanta maldad dentro de sí mismas que con tan solo fijar su mirada en la persona elegida, puede hechizarla con el mal de ojo, trayendo todo tipo de infortunios encadenados, y provocándole continuos episodios de mala suerte y desgracias.
Los síntomas del aojamiento en la cultura popular son los de un cansancio, infecciones oculares severas, adormecimiento o pesadez, que termina enfermando gravemente a su víctima e incluso llegar a la muerte.
Para contrarrestar el mal de ojo, los guayaneses supersticiosos recurren al uso de talismanes o amuletos que pueden ser desde medallas con imágenes religiosas, dijes o manitos de azabache, ojo de venado o de Zamuro, objetos de oro y plata e, incluso, herraduras. Entre los conjuros para alejar la maldición se encuentra el acto de cerrar el puño de la mano, colocar el pulgar entre los dedos índice y corazón y pronunciar las palabras taf tafio anaquendavi.
En otros pueblos de Venezuela, “se manda a preparar el ombligo” del recién nacido una vez que éste se desprende a las pocas semanas de haber sido dado a luz, esto es realizado por brujos o curanderos que rezan y colocan el ombligo en una funda roja pequeña para cargarlo como amuleto o bien depositarlo en la cuna del bebé. Si el bebé ya tiene mal de ojo, se lleva a un “ensalmador” que ensalma (reza) frente al niño haciendo la señal de la cruz repetidas veces, este tratamiento se realiza a veces por tres sesiones seguidas, una por día. Se recomienda que los neonatos carguen una cinta roja en una de las manos además de un amuleto de azabache en forma de puño llamado “higa”.
Según Francisco Javier Rodríguez (1863): Diccionario gallego-castellano “Higa, mano o puño de azabache que se cree, supersticiosamente, ser preservativo contra brujas y mal de ojo”.
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