Durante 1968, las divisiones de los partidos políticos y renuncias de grupos dirigentes estuvieron en la orden del día. Hasta monseñor Constantino Gómez Villa renunció, pero ya en el campo religioso y por razones de justicia humana renunció a la Vicaría Apostólica de las Misiones del Caroní porque su edad estaba muy avanzada. El papa Paulo VI preconizó entonces al padre Bienvenido de Villa Lucayo para sustituirlo con el nombre de monseñor Mariano Gutiérrez, consagrado en la Catedral de Ciudad Bolívar por el Nuncio apostólico Mons. Félix Pirozzi.
El 28 de julio de 1968 pues, en la iglesia Catedral de Ciudad Bolívar, fue consagrado monseñor Mariano Gutiérrez Salazar (en la foto), como Vicario Apostólico de Santa Elena de Uairén.
El Nuncio Apostólico en Venezuela, excelentísimo monseñor Félix Pirozzi, presidió la sesión de ritual, acompañado del prelado de la Arquidiócesis, monseñor Crisanto Mata Cova y el obispo auxiliar Francisco de Guruceaga Iturriza. Igualmente asistieron a dicha consagración episcopal, el gobernador Rafael Sanoja Valladares, el presidente edilicio Carlos Hernández Acosta, el comandante de la División, general Manuel Morales Vásquez, y otras distinguidas personalidades de la ciudad capital.
Monseñor Mariano Gutiérrez Salazar, hasta entonces conocido como el padre Bienvenido de Villa Lucayo, fue designado por el papa Paulo VI, para ocupar tal posición misionera que había dejado monseñor Gómez Villa, al fallecer a causa de leucemia el 24 de marzo de 1981, a la edad de 90 años.
El entonces nuevo Vicario de Santa Elena se había recibido de sacerdote capuchino en 1939 y al año siguiente viajó a Guayana para dirigir el Seminario de Upata destinado a la formación de sacerdotes indígenas y que posteriormente fue reubicado en Kavanayén donde hubo de cerrarlo.
Este traslado del seminario se produjo en 1953, cuando monseñor Gutiérrez entró de lleno a pastorear la comunidad de Kavanayén que formaba parte del conjunto misional integrado por Santa Elena, Kamarata, Wonken y La Paragua, habitado por 12 mil indígenas, atendidos por 28 misioneros.
Monseñor Gutiérrez, quien fue condecorado con la Orden Congreso de Angostura, se mantuvo al frente de la Misión hasta el 23 de octubre de 1995 cuando falleció. Sus restos reposan en la Iglesia de Kavanayén o Santa Teresita de Kavanayén que es una comunidad indígena habitada por la etnia pemón.
Kavanayén, en el alto Caroní, perteneciente al municipio Gran Sabana cuya capital es Santa Elena de Uairén, existe desde el 5 de agosto de 1943 que comenzaron construirla misioneros capuchinos, quienes aprovecharon los recursos naturales del paraje como la piedra y la palma. Esta región es de una gran fragilidad por las condiciones de sus ecosistemas y fue decretada por la Unesco como Patrimonio Natural de la Humanidad. Kavanayén, en lengua pemón, significa “Gallito de roca”, apreciado como una de las aves más espectaculares del mundo. Su fantástico plumaje y colorido despliegue para cortejo se equiparan a las de cualquier ave del paraíso. Se distinguen dos especies: el Gallito de las Rocas Andino y el Gallito de las Rocas guayanés (Rupicola rupícola).
Monseñor Mariano Gutiérrez dejó varios trabajos sobre la etnia pemón, en total doce libros, entre ellos, “Jesukristo ekare waki”, relato sobre los cuatro evangelios en lengua pemón publicado en Caracas en 1987 gracias a la colaboración económica que proporcionara la Congregación para la evangelización de los pueblos y “Las semillas del verbo en la cultura pemón”, resumen de valores culturales y religiosos hallados en la etnia pemón y que los divulgó por dos razones: una de tipo relacional y comunicacional y otra por el silencio en que se encuentran las religiones autóctonas.
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