jueves, 23 de agosto de 2012

La Arquidiócesis de Ciudad Bolívar


El 25 de octubre de 1958, el Obispo de Ciudad Bolívar, Monseñor Juan José Bernal Ortiz, fue exaltado a la jerarquía de Arzobispo.
Con anterioridad, la Diócesis había sido desmembrada. Efectivamente, por decreto de la Santa Congregación Consistorial del 2 de enero de 1953 le fue sustraído todo el territorio del estado Anzoátegui y creada, con Monseñor José Humberto Paparroni al frente, la Diócesis de Barcelona.
Después, por Bula Pontificia del 21 de julio de 1958, Ciudad Bolívar quedó erigida canónicamente en Arquidiócesis y Monseñor Bernal se convirtió en el primer Arzobispo de la Capital Bolivarense. Ese mismo año Maturín igualmente fue elevado a la categoría de Diócesis con Monseñor Antonio José Ramírez Salavarría de titular.
Desde su arzobispado, Monseñor Juan José Bernal Ortiz, saludó el nuevo Convenio o “Modus Vivendi” que el 6 de marzo de 1964 suscribieron el Nuncio Luigi Dadaglio en representación de la Santa Sede y el Canciller Marcos Falcón Briceño a nombre del Gobierno de Venezuela, para regular las relaciones ambas partes.
Con este Convenio de diecisiete artículos, el Estado Venezolano continuaba asegurando y garantizando el libre y pleno ejercicio del Poder Espiritual de la Iglesia Católica. Así como el libre y público ejercicio del culto católico en todo el territorio de la República.
El 2 de junio de 1965, el Papa Pío XII nombró a Monseñor Juan José Bernal Ortiz, primer prelado de la Diócesis de Los Teques, conservando el título de Arzobispo-Obispo. Se posesiona el 28 de agosto de 1965 a su regreso del Concilio Vaticano II en el cual participó como Padre Conciliar.
Monseñor Bernal falleció el 19 de octubre de 1980 y sus restos inhumados en la Catedral San Felipe Nery de Los Teques. Por gestión del Arzobispo Crisanto Mata Cova y el gobernador Alberto Palazzi, su corazón fue sustraído y dentro de un cofre de plata colocado en un nicho a la derecha del altar mayor de la Catedral de Ciudad Bolívar, el 18 de diciembre del mismo año de su muerte.
Ese mismo años, el 5 de noviembre, se registró la coronación de Juan XXIII, papa que inauguró una nueva era en la historia del catolicismo gracias a su receptividad para reformar la Iglesia.
Cardenal y patriarca (arzobispo) de Venecia en 1953. A la muerte de Pío XII, el 28 de octubre de 1958 fue elegido Papa, a los 77 años. Sus mayores logros fueron la convocatoria del Concilio Vaticano II con el objetivo de llevar a cabo la renovación de la vida religiosa católica gracias a la modernización (aggiornamento) de la enseñanza, la disciplina y la organización de la Iglesia, así como alentar la unificación de los cristianos, extender el ecumenismo eclesiástico y posibilitar el acercamiento a otras creencias. Sus escasas intervenciones en el Concilio (que finalizó después de su muerte) apoyaron el movimiento por el cambio al que la mayoría de los delegados era favorable. También escribió siete encíclicas, entre ellas Mater et magistra (1961), que enfatiza la dignidad individual como base de las instituciones sociales, y Pacem in terris (1963), que exhortó a la cooperación internacional por la paz y la justicia, y al compromiso de la Iglesia a interesarse por los problemas de toda la humanidad.
Poco antes de su muerte, acaecida el 3 de junio de 1963, Juan XXIII pensaba convocar un nuevo concilio que recogiese y promoviese la necesaria puesta al día de la Iglesia: el Concilio Vaticano II. A través de él, el Papa se proponía elaborar una nueva Teología de los misterios de Cristo. Del mundo físico. Del tiempo y las relaciones temporales. (AF)

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