Podría ser éste el único caso en el mundo en que el pueblo le regala una vivienda a su médico de cabecera. José Manuel Agosto Méndez estuvo siempre allí a la cabeza del enfermo para curarlo o ayudarlo a bien morir. Pero ese hombre siempre vivió en casa alquilada, jamás reunió lo necesario para adquirir techo propio para su familia. Cuando se encontraba en el último peldaño de su vida, la Asamblea Legislativa del Estado Bolívar, de la que había sido presidente, tuvo la iniciativa de darle un aldabonazo a la conciencia ciudadana para que aportara lo que fuese con ese fin de retribución muy loable. De suerte, el 26 de enero de 1944, la Asamblea Legislativa lanzó la idea de regalarle, por suscripción popular, una casa al también poeta, con motivo de sus bodas de oro profesionales, pero no tuvo ojos para verla porque el miércoles 9 de febrero de ese año, falleció.
La escueta nota periodística de su deceso apareció así: “Murió pobre. Ni siquiera tenía casa propia. De la profesión hizo un apostolado al igual que el doctor Carlos Emiliano Salom. Buen escritor, excelente poeta clásico, médico humanitario y amigo sin dobleces. Pudo haberse hecho rico en pocos años y vivir espléndidamente. Prefirió todo lo contrario. En los últimos días de su existencia sufrió el zarpazo de la miseria. No alcanzó ver hecho realidad la promesa de casa propia. Supo honrar a la tierra nativa en su esclarecido talento, sus virtudes ciudadanas y abnegada labor profesional”.
Su sepelio fue tumultuosamente acompañado. Lo velaron un instante en el Liceo Peñalver y allí el doctor José Gabriel Machado pronunció la oración fúnebre. Luego lo situaron en la Plaza Miranda, donde José Luis Aristeguieta, hermano político del finado, dio las gracias, seguido del doctor Lino Maradey, a nombre del gremio de médicos; Adán Blanco Ledesma lo hizo por profesores y estudiantes, y en nombre del pueblo, J. J. Rojas Peraza y Víctor Monedero. El embajador de Venezuela en Perú, Elías Pérez Sosa, estuvo en el entierro y declaró: “Lo importante no es deplorar su pérdida sino recoger su ejemplo y proyectarlo”.
Única herencia: 17 libros: 12 en versos y 5 en prosa, además de su ejemplo como profesional, servidor público y ciudadano digno y cabal: Cantos Bohemios: Guayanesas, Siluetas Literarias, Lampos y rosas, Bronces y filigranas (sonetos), Floresta Lírica, Anaglifos (sonetos), Canción de otoño, Poemas libres. Prosa: Perfiles Médicos (dos tomos), Evolución de la medicina en Guayana, Letras vernáculas. Inéditos: Prosas de poetas, Horas de un Médicos y Sinfonías patriotas.
El escritor Manuel Alfredo Rodríguez, quien fue paciente del médico y poeta fallecido, escribió este primer párrafo de una evocación sobre el ilustre galeno: “Me parece ver su estampa de hidalgo, andar y desandar las calles de Ciudad Bolívar en las visitas a sus enfermos. Era muy blanco, alto, delgado y un tanto desgarbado. Su indumentaria incluía chaleco y cuello de pajarita. Se tocaba la calva venerable con sombrero blanco, la caña de su calzado le subía hasta un palmo más de los tobillos y portaba un fino bastón. En mi niñez fui su paciente y recuerdo su labio belfo y la dulzura de su mirada tras los cristales de las gafas. A su paso, todos los transeúntes le cedían la acera y le saludaban con afectuoso respeto. Era un homenaje al médico filántropo y al “Príncipe de las letras guayanesas”.
Qué paradoja: la casa frente a la Asamblea Legislativa está hoy como la de Soto, en completa ruina
La escueta nota periodística de su deceso apareció así: “Murió pobre. Ni siquiera tenía casa propia. De la profesión hizo un apostolado al igual que el doctor Carlos Emiliano Salom. Buen escritor, excelente poeta clásico, médico humanitario y amigo sin dobleces. Pudo haberse hecho rico en pocos años y vivir espléndidamente. Prefirió todo lo contrario. En los últimos días de su existencia sufrió el zarpazo de la miseria. No alcanzó ver hecho realidad la promesa de casa propia. Supo honrar a la tierra nativa en su esclarecido talento, sus virtudes ciudadanas y abnegada labor profesional”.
Su sepelio fue tumultuosamente acompañado. Lo velaron un instante en el Liceo Peñalver y allí el doctor José Gabriel Machado pronunció la oración fúnebre. Luego lo situaron en la Plaza Miranda, donde José Luis Aristeguieta, hermano político del finado, dio las gracias, seguido del doctor Lino Maradey, a nombre del gremio de médicos; Adán Blanco Ledesma lo hizo por profesores y estudiantes, y en nombre del pueblo, J. J. Rojas Peraza y Víctor Monedero. El embajador de Venezuela en Perú, Elías Pérez Sosa, estuvo en el entierro y declaró: “Lo importante no es deplorar su pérdida sino recoger su ejemplo y proyectarlo”.
Única herencia: 17 libros: 12 en versos y 5 en prosa, además de su ejemplo como profesional, servidor público y ciudadano digno y cabal: Cantos Bohemios: Guayanesas, Siluetas Literarias, Lampos y rosas, Bronces y filigranas (sonetos), Floresta Lírica, Anaglifos (sonetos), Canción de otoño, Poemas libres. Prosa: Perfiles Médicos (dos tomos), Evolución de la medicina en Guayana, Letras vernáculas. Inéditos: Prosas de poetas, Horas de un Médicos y Sinfonías patriotas.
El escritor Manuel Alfredo Rodríguez, quien fue paciente del médico y poeta fallecido, escribió este primer párrafo de una evocación sobre el ilustre galeno: “Me parece ver su estampa de hidalgo, andar y desandar las calles de Ciudad Bolívar en las visitas a sus enfermos. Era muy blanco, alto, delgado y un tanto desgarbado. Su indumentaria incluía chaleco y cuello de pajarita. Se tocaba la calva venerable con sombrero blanco, la caña de su calzado le subía hasta un palmo más de los tobillos y portaba un fino bastón. En mi niñez fui su paciente y recuerdo su labio belfo y la dulzura de su mirada tras los cristales de las gafas. A su paso, todos los transeúntes le cedían la acera y le saludaban con afectuoso respeto. Era un homenaje al médico filántropo y al “Príncipe de las letras guayanesas”.
Qué paradoja: la casa frente a la Asamblea Legislativa está hoy como la de Soto, en completa ruina
Felicitaciones a AMERICO FERNANDEZ . como guayanes lejos de la tierra materna me llena de nostalgia pero de alegria la existencia de una persona como Americo que constantemente con gran emocion esta horadando la historia de todos los tiempos de mi tierra, Gracias por eso , Ahora respecto a este escrito que opina la familia del Dr Agosto Mendez del estado actual de la CASA . Habra un plan de gobierno alguno local o regional ? para su rescate? Impulsemos eso
ResponderEliminarEl Q:.H:.J.M. Agosto Méndez fué un hombre, un ciudadano, un poeta y un médico ejemplar. Felices los que, como mi fraterno Manuel Alfredo Rodríguez, tuvieron la dicha y el honor de conocerle.
ResponderEliminarEl movimiento que propone la familia Fernández para que sea su casa la sede de la Casa del Escritor me parece loable y por demás honroso, lo apoyo plenamente.
José Luis Cestari Villegas