Todo hace pensar que durante el presente siglo no habrá campanas muy activas en las iglesias de Ciudad Bolívar y del interior del estado, sino algunas de reliquias o muestras de un tiempo que fue y ha dejado de ser en razón de los cambios propios de la contemporaneidad. En vez de campanas y campanarios, seguramente, otros sistemas de la tecnología cibernética en constante exploración, harán las veces para llamar a los feligreses, recordarles dar gracias a Dios, doblar a los difuntos, alzar la misa y repicar el aleluya.
En Ciudad Bolívar, donde existen numerosas campanas, varias de las cuales forjadas en el siglo diecisiete e introducidas por los misioneros españoles que iniciaron su entrada a Guayana por las bocas del Orinoco, rara vez se sienten si es que alguna vez el sacristán tira del badajo. Mientras mayor es el crecimiento de la ciudad menos se oyen sus campanas por más elevados que sean los campanarios.
Tratando de ponerse en sintonía con los avances de la ciencia en materia de sonidos, el Arzobispado, los padres capuchinos y las Hermanas del Santísimo, entre otros, colocaron en sus respectivas iglesias un sistema electrónico que virtualmente llena las funciones de las tradicionales campanas.
Este sistema además tiene la ventaja de prescindir del campanero y poder reproducir los sonidos de famosas campanas como las del Carrillón de Rouen y Catedrales españolas de León, Toledo o Burgos. Solamente hay que presionar un botón o manipular el dispositivo de un amplificador para que los altavoces ubicados en las torres hagan las veces de las clásicas copas de bronce que aún alegran los días de muchos pueblos, pero no así ahora los de la capital bolivarense y otras ciudades de Venezuela tan crecidas que ya no pueden oír, no sólo por razones de distancia sino por los ruidos peculiares de la sociedad mercantil, un Carrillón si lo hubiera, ni siquiera la más grande campana del mundo, la del Kremlin, si aquí estuviese, ni mucho menos la de Pekín, que según dicen pesa 58 mil kilogramos y mide dos metros de altura.
La pregunta de todos los días es si habrá campanas durante el siglo que avanza, porque ya los campanarios de nuestras grandes y populosas ciudades se están poniendo tristes. El badajo se mueve con pereza y el sacristán ya no se ve subiendo la escalera de la torre campanario.
Tal vez para suplir esa falta de algún modo han surgido los Coros de Campanas que al parecer no es de ahora sino que ya existieron en el siglo diecisiete en Inglaterra. En Venezuela brilla con luz muy propia en lo que va de siglo el Coro de Campanas de El Tocuyo, único en Venezuela y segundo en Latinoamérica que reúne todos los sonidos de una orquesta sinfónica en la sonoridad de campanas.
El Coro de Campanas de El Tocuyo nace el 14 de mayo de 1994 bajo el asesoramiento del Coro Polifónico de Campanas de Aibonito Puerto Rico y la dirección de María Luisa Garmendia y apoyo de María Graciela Carrasco. Desde 1998 hasta la fecha es dirigido por el joven Daniel Rangel, quien junto a Ángel Paúl Torres, en estos catorce años ha demostrado esfuerzos y constancia para que esta agrupación se mantenga
En 1995 el Coro de Campanas de El Tocuyo representó a Venezuela en el Primer Festival de Coros de Campanas, realizado en Aibonito Puerto Rico. Igualmente este Coro actuó en las ciudades de San Paulo Brasil, asistió a Dallas, Texas en el año 2005 y en enero de 2008 realizó una gira por San Juan, Puerto Rico. (AF)
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