Pero la laguna en tiempos de verano era una verdadera calamidad pública por los efluvios miasmáticos, mosquitos y pastizales que crecían a medida que mermaban sus aguas invernales. Estos pastizales cuando ya estaban muy quemados por el ardiente sol angostureño, se incendiaban y el humo ahogaba y ponía a toser a la ciudad entera. Entonces los citadinos se quejaban ante la municipalidad, responsable de la salubridad, ornato y limpieza de la ciudad.
El 6 de enero de 1922, el Concejo Municipal de Heres dictó un decreto firmado por su presidente doctor J.M. Agosto Méndez, disponiendo la desecación de la laguna El Porvenir que demora en el oriente de la población.
Para llevar a cabo la operación nombró una Junta de Fomento integrada por el presidente del estado, Vicencio Pérez Soto, Fritz Kuhn, Carlos Palazzi, Virgilio Casalta, Pedro Liccioni, Carlos Siegert, Marco Guillermo Lange y Bertrán Dalla Costa. El estudio técnico para sanear la laguna lo realizó el ingeniero H. Gould y por el cual cobró 6.715 bolívares. Como se requería de 2 mil dólares para la adquisición en Estados Unidos de una maquinaria hidráulica con capacidad suficiente para drenar el cuerpo de agua, la Junta de Fomento emitió 1.000 bonos al precio de 50 bolívares cada uno y los cuales fueron autorizados por decreto de la municipalidad el 6 de septiembre poniendo como garantía los terrenos saneados de la propia laguna. A esos 50 mil se agregaron 40.000 bolívares aportados por el gobierno del estado. Se pidieron las maquinarias a Norteamérica y se giró por adelantado la cuarta parte de su valor, mientras próximo a la laguna se construía una casa de máquinas de acuerdo con las especificaciones enviadas desde Nueva York.
Desde tiempos de la colonia, es decir, desde la reubicación de la capital de Guayana en la angostura del Orinoco, la laguna constituía un problema sanitario de marca mayor. El científico Alejandro de Humboldt se ocupó de ella durante su estada de un mes en la ciudad en compañía del botánico Amadeo Bonpland y del indio margariteño Carlos Del Pino. Dice Humboldt en sus memorias que la laguna constituía un problema sanitario para la ciudad naciente por la cantidad de miasmas y nubes de mosquitos trasmisores de enfermedades febriles y aboga por una desecación que fue imposible hasta muy avanzado el siglo veinte cuando el ministro Leopoldo Sucre Figarella encontró la solución mediante el llamado canal de cintura que recoge todas las aguas de lluvia hacia la depresión y las canaliza hasta el Orinoco. Santo remedio, la laguna que abarcaba unas sesena hectáreas en el corazón de la ciudad quedó desecada para siempre y allí sobre el terreno saneado se levantó el actual Jardín Botánico del Orinoco y el Parque Raúl y Doña Menca de Leoni, una obra muy ligada a la avenida Bolívar que cubre una superficie de cinco hectáreas, ejecutada por la CVG y que hoy se observa como descuidado y encerrado a sabienda que los parues deben estar abiertos. (AF)
Lo que cuentas de la Laguna del Porvenir no es, de ninguna manera, un proceso ineludible. Lo mejor sería que estas bellezas naturales se conservaran en estado natural y se las usara adecuadamente. Hay ejemplos en el mundo, como las lagunas que circundan Oslo o Estocolmo, donde se las conserva prístinas; y, si algo se ha hecho mal, se corrige, como en el caso del río Támesis, en Londres.
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