lunes, 29 de febrero de 2016

El Diputado del Yocoima


El Profesor Lucas Rafael Álvarez (Luquita) se distingue como el primer Presidente de la Asamblea Legislativa del Estado Bolívar, inaugurada a raíz del movimiento cívico militar que luego de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, instauró en Venezuela el sistema democrático de nuestros días.
         Aquí lo vemos invariablemente sonriente y con visión de lentes, compartiendo  con su esposa y el autor de esta columna en el festivo ambiente de uno de esos brindis acostumbrados en la llamada “cuarta república”.
         El profesor Lucas Rafael Álvarez nació en Upata y cuando de allá se vino junto con su paisano el pediatra egresado de la Sorbona, Gervasio Vera Custodio, aún no había logrado el título de bachiller que recibió más tarde en el Liceo Peñalver, pero había sido concejal y presidente de la Municipalidad de Piar desde donde hizo posible el triunfo de AD en diciembre de ese año.  También había sido autor del Himno del Liceo Humboldt del Yocoima.
         En la primera Directiva de la Legislatura estuvo acompañado con el diputado número uno de la lista, el doctor José Luís Machado Luengo en calidad de primer vicepresidente, y de Américo Fernández, segundo vicepresidente, electos los tres con el voto unánime de los circunstantes.  Fue la primera prueba de fuego para quienes en ese recinto debutaban sin ninguna experiencia parlamentaria.
         Lucas Rafael Álvarez fue después  director de Educación y Cultura en sustitución del profesor José Simón Escalona, gobierno de Leopoldo Sucre Figarella.  Jamás fue un adeco sectario aunque obediente a la línea partidista en los asuntos donde tocaba representar los intereses de su tolda política.
         Fue perseguido y preso político de la dictadura y, sin embargo, no era un hombre de discusión sino de comprensión., tal vez, peculiaridad genética de los Álvarez upatenses o simplemente porque venía de la provincia adentro, donde como dice Neruda en uno de sus sonetos, se amasa  el pan paseado la harina por el cielo.
         Perteneció al Club de Leones a pesar de no tener la melena que entonces exhibían los hipes por las calles empinadas del casco urbano de Ciudad Bolívar y es que para ser León no se necesita melena sino nobleza y temple y Luquita Álvarez se distinguía por esas cualidades.
         Había entre ambos una gran empatía no obstante militar en tiendas partidistas adversas. Upata era para entonces un pueblo mayoritariamente adeco, pero nada fanático, compartía amigablemente con todo el mundo.  La visité muchas veces invitado por Damelys Valdés, linda morena candidata a reina del bicentenario de Upata y por don  César Castro Grúber, agrimensor y piarista sin llegar al extremo de Tavera Acosta.  Castro Grúber me empapó de las propiedades y milagros del babandí que me sirvió para un reportaje en el diario El Nacional que impactó en toda Venezuela hasta el punto de que Billo Frómeta insertó la raíz de la planta afrodisíaca en una de sus populares melodías.
         “Chirelito” un semanario humorístico de Upata, publicó la lista de los upatanses prominentes que no solamente utilizaban el babandí para el cortejo amoroso sino el Palo de arco favorito de los indios Yanomami del Amazonas y hasta el agua de Bosnia importada.
         En una plenaria de la VI Convención Nacional de Periodistas celebrada en Ciudad Bolívar en julio de 1968, el delegado por Ciudad Bolívar, Evelio García, trajo de Upata un saco de Babandí y lo vació en el presidium.  Todos los delegados, unos 150,  como muchachito bajo piñata rota, le cayeron encima, mientras Lucas Rafael Álvarez era objeto de los más sonoros chistes en otra plenaria, la del Club de Leones. (AF)
        

        


miércoles, 24 de febrero de 2016

Silvita, el archivero municipal


Silvita era pequeño y regordete.  Eterno archivero municipal metido durante ocho horas diarias en el sótano del antiguo hospital “Las Mercedes”, convertido en el hermoso y neoclásico Palacio Municipal enlazada sus dos alas por un puente que salva el paso vehicular por la calle Igualdad.
         Al sótano del antiguo inmueble se desciende por una angosta escalera que me recuerda  el Aleph de Jorge Luis Borges, seguramente porque es empinada y conduce a un sótano, nada más, porque en el Aleph de Borges se llega a un lugar donde están sin confundirse todos los lugares del orbe y en este sótano donde moraba por oficio Silvita, era por contrario todo confusión de infolios amarillos colmados de traza.  Lo único aceptable era que allí estaban los lugares que signa  buena parte la historia de Guayana.
         No me explico cómo podía Silvita trabajar en aquel ambiente húmedo, estrecho, lleno de expedientes y libracos añejos ya por más de un siglo y él, con aquella tranquilidad, con aquella paciencia resumida por modales parsimoniosos.  Camilo Perfetti encontró la respuesta en el alcohol de 50 grados que desde muy temprano como metal caliente quemaba las vísceras del señor de los archivos.
         Por eso Silvita solía responder cuando algún curioso le preguntaba que si no le daba miedo trabajar en un sótano lleno de sombras y fantasmas, espíritus dolientes de los pacientes que por el antaño hospital pasaron y de allí no salieron sino para los predios del cardonal como llamaban a principios del siglo dieciocho el cementerio principal.  Silvita solía responder: “Yo no le tengo miedo sino a dos cosas en la vida, a las fuerzas desatadas de la naturaleza y a una gran escasez de aguardiente”.
         La escasez de aguardiente casi nunca se registraba porque en la ciudad había un alambique en el sector “Amores y Amoríos”, inmediaciones de “Ojo de Agua”, para más señas, allí donde está hoy la Fuente Luminosa.  La escasez que esporádicamente padecía Silvita era cuando “Pata `e Palo” le birlaba el trago.  
         “Pata `e Palo” era el portero del Concejo Municipal que arrechucho se ponía cuando alguien le recordaba su canilla tiesa, siempre a la vista puesto que usaba alpargatas y pantalones “brinca charcos”, es decir, con los ruedos por la mitad de la espinilla.
         Pata ´e Palo cuando andaba curdo se ponía en ángulo recto hablando con el suelo, bueno entonces para que la muchachada lo espoleara: ¡Pata ´e Palo!!! y él respondía lanzando lajas, de esas que no sólo dejan morado y raspadura sino que fracturan.
Un humorista local que escribía con el seudónimo “Lechero” en el vespertino de los Suegart los años 50 le hizo esta silueta: “Quién será? / El Trabaja en el Concejo / Sempiterno guardián, fiel y obediente / partidario tenaz del aguardiente / y tiene cara de perico viejo / cuando se rasca baja la cabeza / y la menea como una coctelera / mientras habla quedito con la acera / y le pide a media legua una cerveza / cuando no toma es una maravilla / en sus labores se vuelve mantequilla / pero cuando bebe ahí está lo malo…/ de calzón brinca pozo y alpargata / el tercio tiene falla en una pata / y por eso le dicen “Pata ‘e Palo”.
Después que “Pata ´e Palo” estiró la pata, Silvita nunca más padeció de escasez y menos cuando el paleógrafo Ricardo Pardo, enviado por el Ministerio de Relaciones Interiores, vino a procurar los expedientes de la Batalla de Carabobo con motivo de su sesquicentenario celebrado solemnemente y con desfile del Ejército, por supuesto, en 1971, pues el visitante, sabedor de su debilidad, lo obsequiaba durante su permanencia con buenas botellas de Ron Santa Teresa.  Esto, le facilitó el trabajo a Ricardo Pardo y se fue con todo el expediente dejando la esperanza de que volvería con los viejos infolios, pero todavía, no sabemos en que lugar del Aleph, Silvita lo está esperando. (AF)


         

lunes, 22 de febrero de 2016

Reporteros de otros tiempos


En franca camaradería y celebrando ocurrencia de periodistas se hallan en alguna parte de la ciudad, los fotó-reporteros Edgar Díaz, Felipe Silva Bayola,  y el periodista Misael Briceño. 
        Edgar Díaz (de pie) y Misael Briceño, venido de Upata, la tierra donde abrió los ojos por primera vez, pero que a pesar de correr Upata con la fama de poseer las mujeres más bonitas del Yuruari, no retenerlo cuando joven. primero quiso  Misael inútilmente sentar sus reales en Ciudad Guayana siguiendo los consejos del corresponsal de El Nacional, José Carrillo Romero, y después con mejor suerte en Ciudad Bolívar donde encontró espacio seguro y bien remunerado.
         Misael Briceño es buen periodista y se expresa con mucha lógica.  No le conocemos cognomento como a Edgar Díaz reconocido en el mundo de los reporteros gráficos como “Cabeza de Piedra”. 
Misael llegó a Ciudad Bolívar cuando yo incógnito dirigía el diario El Bolivarense.  Carrillo me lo recomendó para que le diera entrada en el diario de los Natera y allí  se integró a la vida reporteril junto con Eduardo Medori a quien igualmente le había dado la oportunidad por exigencias de su padre Víctor Bayola, quien era reportero gráfico de la Corresponsalía de El Nacional que yo ejercía.  Los dos, a pesar de que no tenían escuela en el campo del periodismo, resultaron con una vocación increíble de modo tal que muy pronto Lionel Salón Rivas, Jefe de Relaciones Públicas  de la Asamblea Legislativa, le ofreció mejor remuneración y para allá sin pensarlo mucho se fueron los muchachos.
Tampoco a Medori se le conocía apodo y en cuanto al remoquete de Edgar Díaz, se lo habría puesto Nilo González o Rafael Gámez Martínez (Ragan) cuando los tres prestaban servicio en El Expreso bajo la exigente y dinámica dirección de José Manuel  Guzmán Gómez (Chemelo).
El apodo le viene al gordo Edgar porque pocas veces captaba el mensaje toda vez que el de reportero gráfico era su oficio en las fuentes de sucesos haciendo llave con Ragan, quien en cierta ocasión para quitárselo de encima mientras iba a cumplir con ciertos asuntos muy personales, le dijo en un tono bromista que Edgar no supo captar.  Le dijo u ordenó que se quedara haciendo guardia en el Aeropuerto porque de un momento a otro llegaba por primera vez a Ciudad Bolívar el  “Jet Caribe” (así se llamaba una lancha rapidísima que transportaba pasajeros entre Puerto La Cruz a Punta de Piedra, en Margarita.)
Díaz prácticamente perdió todo el día aguardando la llegada del Jet Caribe en el Terminal del Aeropuerto y ya inquieto por la demora se reportó ante el Jefe de redacción de El Expreso, Nilo González, quien del otro lado del teléfono le respondió: “Gordo simplón, el Jet Caribe es un barco que trasporta pasajeros entre Puerto La Cruz y Margarita.
Por eso, según Ragán, le calaba el cognomento de “Cabeza de Piedra” del cual nunca pudo escapar, ni siquiera en Puerto La Cruz a donde tuvo que ir a trabajar como reportero gráfico de El Tiempo.
Lo cierto es que Edgar Díaz desapareció de los predios de Angostura y nunca más quiso saber del Orinoco  donde una vez tuvo a punto de ahogarse, no porque en la zambullida sintiera la piedra en la cabeza sino porque no aprovechó sabiamente las prácticas que gratuita y espontáneamente le ofreció Óscar García “El Tiburón del Orinoco”, y del mar, diría yo, pues en una prueba entre Macuto y La Guaira le ganó al campeón nacional Quintín Longa.(AF)




domingo, 21 de febrero de 2016

Consagración de la Catedral de Ciudad Bolívar


El 20 de febrero de 1896, el obispo de la Diócesis de Guayana, monseñor Antonio María Durán consagró la catedral de Ciudad Bolívar, utilizando las reliquias de los Santos Mártires Macario, Víctor, Urbano y Águeda que expresamente pidió al sumo pontífice de Roma.
Dice el presbítero J.M. Guevara Carrera, Canónigo lectoral del capítulo Catedral de Guayana en sus Apuntes para la Historia de la Diócesis de Guayana que, aprovechando monseñor Durán una considerable suma de dinero que Don José Lezama dejó a su muerte para que fuese empleada en beneficio de la catedral, le puso el rico pavimento de mosaico, montó el Altar Mayor, regalo del mismo señor Don José Lezama y su esposa.
También montó el grupo escultural del Bautisterio, donado por Don Antonio Liccioni y colocó el Altar de Nuestra Señora de Lourdes bajo la torre. Pintó al óleo todo el edificio interiormente y resolvió consagrar la catedral que sólo había sido bendecida en 1841 por monseñor Talavera. Fundó el Colegio Nuestra Señora de las Nieves en su primera época y el Boletín Eclesiástico, dirigido por Domingo María Luzardo.
Según el acta de consagración acompañaron al ilustre señor obispo en esta solemnidad, los señores deán protonotario apostólico, y el doctor Juan Francisco Avis, presbítero doctor Adrián María Gómez, canónigo doctoral presbítero Doctor Régulo Franquis, prebendado de ración y presbítero bachiller Rafael Llovera Solano, prebendado de ración.
El 25 de mayo de 1922, el obispo Miguel Antonio Mejía amplió la catedral hacia la calle Amor Patrio, abarcando el Oratorio de San Antonio, trabajos que se le encomiendan al constructor más reputado de la ciudad, Antonio Valera Villalobos.
Muy poco tiene que ver la iglesia catedral de Ciudad Bolívar del siglo XIX y parte del XX al lado de la catedral actual, alta y monumental y de presencia dominante dentro del contexto urbano del cuadrilátero histórico.
Pero esta iglesia declarada catedral el 20 de mayo de 1790 por efecto de la creación de la Diócesis de Guayana según Bula de su santidad el papa Pío VI a solicitud del rey de España Carlos IV, aún no estaba terminada.
La conclusión de su construcción fue posible gracias al esfuerzo de monseñor Mariano Talavera y Garcés, quien galvanizó a todos los habitantes para que hicieran su aporte sustancioso y más decidido.
El 23 de febrero de 1841 fue posible concluir los trabajos de construcción de la catedral de Ciudad Bolívar, después de 75 años de haber sido iniciada, prácticamente con la fundación de la ciudad en 1764 por Joaquín Moreno de Mendoza, pero quien realmente despegó su construcción con el ingeniero Bartolomé de Amphous, fue el gobernador Manuel Centurión Guerrero de Torres utilizando los recaudos proveniente de algunos impuestos desviados posteriormente por el gobernador Miguel Marmión.
La catedral, más pequeña que la actual y todavía sin su torre campanario, solamente techada, fue bendecida y oficiada la primea misa por monseñor Mariano Talavera y Garcés el 25 de marzo de ese mismo año 1841.
Hasta esa fecha, “bajo un caney de azotea se adoraba al creador, y las oraciones dulces y fervorosas escasean, y se oprimen por su calurosa y estrecha capacidad. Una plaza mal situada existe al lado de estas fábricas; en su primitivo estado, llena de peñascos, basuras y montes, pastando allí las bestias”.
Ante tan penosa situación, monseñor Talavera puso en juego todos los recursos de su influencia y dignidad para de una vez por todas concluir la catedral. Logró recabar entre los fieles de una población de ocho mil almas, 19 mil pesos con los cuales la catedral, sin la torre, fue concluida y bendecida el 25 de marzo de 1841, un año antes de finalizada su gestión para darle paso a monseñor Mariano Fernández Fortique, quien designó una Junta formada por el vicario fray Arcángel de Tarragona, Santos Gáspari y Merced Ramón Montes para gestionar la terminación de la torre.
Pero la catedral concluida con tanto afán por monseñor Talavera y Garcés no era la misma diseñada por el ingeniero Bartolomé Amphoux. El deseo de terminarla, la dejó sin imafronte, es decir, sin su segundo cuerpo de fachada, y las pilastras fueron coronadas con cuatro pináculos, y entre las dos centrales se le construyó un remate con hornacina para una imagen y sobre ella, una cruz. Posteriormente fue objeto de otros trabajos, entre ellos, una placa de cemento sobre vigas en las naves laterales y la sustitución del Altozano por una escalinata semicircular construida por el gobierno regional (Silverio González) (1924-1930) que se iniciaba en las calles Igualdad y Bolívar.
Durante le gestión del arzobispo Crisanto Mata Cova (1966-1986), se reconstruyó y restauró la catedral conforme a los planos originales.
Al arquitecto Graziano Gasparini, entonces director del Patrimonio Histórico y Artístico del Conac, le correspondió dirigir los trabajos y sobre el altozano fue colocada la escultura de Santo Tomás y el reloj de la Torre, que había sido dañado por un rayo, fue remplazado por uno moderno de 13 campanas, hecho en Holanda. La Catedral de Ciudad Bolívar es la más alta (44 metros la torre y 26 la nave central) y bella del orden catedralicio indio que tiene el país. (AF)

sábado, 20 de febrero de 2016

Médico Carlos Grúber


Carlos Grúber, pionero de la medicina en la zona del hierro, finalizó su existencia en Caracas que había iniciados desde su natalicio en Ciudad Bolívar un 31 de enero de 1931.
        Descendiente de sangre teutona, Carlos Grúber Hernández dejó una hoja amplia de servicio en todo el Estado, pero fundamentalmente en el Centro Médico Industrial de Matanzas. Asistiendo siempre al obrero metalúrgico y minero tanto en las empresas de Ciudad Guayana como de El Callao.
         Médico, docente y hasta poeta pues en sus ratos de ocio escribía poemas existenciales.  El padre de Carlos Grúber Hernández descendía de una familia alemana fundada por Karl Grúber cuando llegó a Guayana en la década de los 40 del siglo diecinueve.  Asentó sus reales en el Yuruari y muy temprano ejerció influencia económica y política en toda la región.
         Era hijo de Felipe Mariano Grúber Romero y de Josefa Hernández Natera.  Estudió en el Colegio La Milagrosa de los Padres Paúles y también en la Escuela Moreno de Mendoza. Continuó la secundaria en el Liceo Codazi de Maracay y Fermín Toro de Caracas.  Inclinado por la medicina cursó en la Universidad de los Andes, luego en la Universidad Central y en la época más dura de la dictadura Pérezjimenista se vio obligado a proseguir su carrara en las Universidades de Madrid y Sevilla,  En esta última se recibió de médico a los 27 años de edad, cuando regresó a su natal de Ciudad Bolívar para convertirse en pionero de la Medina de la Zona del Hierro y desempeñar los más importantes cargos.
         Fue fundador de la Sociedad de Médicos Residentes  del Hospital Universitario Ruiz y Páez de Ciudad Bolívar en 1958; Médico adjunto al Hospital de la MOCCA en el Perú de El Callao así como médico Adjunto  del Hospital Roscio del mismo municipio aurífero. Director y fundador del Centro Médico Industrial de  Matanzas, director fundador del del Centro Médico Industrial de Alcasa, director fundador del Centro Médico del Transporte ETSA, Primer coordinador general del Seguro Social para la Zona Sur Oriente del país, médico del Centro Asistencial de La Sabanita en ciudad Bolívar, Supervisor Médico Nacional, ,  Médico adjunto de la División Nacional de Drogas. Participó en la planificación e inauguración del Hospital Uyapar de San Félix y Centro Ambulatorio de Los Olivos en Puerto Ordaz, Médico Adjunto a la Presidencia y Vicepresidencia del IVSS, médico de del centro industrial de  Guri,   
         Consideraba que el médico debe entregarse por entero a su postulado de servir sin pensar en convertir el ejercicio de la medicina en un medio mercantilista para enriquecerse y como tal se comportó durante su vida profesional hasta el punto cuando ya no desempeñaba cargo público alguno de montar al lado de la Iglesia La Milagrosa de Ciudad Bolívar un consultorio Médico gratuito.  Fue docente de la Escuela de Medicina de la UDO y fundador de la cátedra de medicina preventiva.
         Quería que Guayana no se conformara con un Núcleo Univeritario de la UDO sino como al principio del siglo veinte tuviese su Universidad integral, completa y autónoma.  En esa dirección se embarcó en una campaña en la que estuvo incluso comprometido el gran animador de televisión Renny Otolina para que el Estado Bolívar fuese sede de la Universidad del Sur que terminó siendo la Universidad de Guayana decretada durante el gobierno de Luis Herrera Campíns. (AF)





miércoles, 17 de febrero de 2016

El Poeta y el Camarada


Evidentemente que el poeta Argenis Daza Guevara discute  con el camarada Antonio Cachut, ¿pero qué discuten? Posiblemente algún tema relacionado con el marxismo leninismo que  dominan por ser el tema de los años sesenta y militar ambos en la izquierda aunque no en el mismo partido  Pero el final de esa polémica que evidencia la fotografía es difícil suponerlo; sin embargo, hay que adelantarse en decir que por encendida que  haya sido, jamás el fuego podría derretir el afecto que ambos se profesaban.
         Argenis solía tomar las cosas  con buen humor y algunas sonrisas irónicas de poeta curtido en los predios de la gran bohemia caraqueña o sentado en alguna curul de la República del Este presidida por  el también poeta  Caupolicán Ovalles, el solemne dueño de la “Papelería del Mundo”
         La fotografía es del tiempo en que Argenis era Procurador General del Estado y Cachut activo miembro del Partido Comunista cuando la seccional estaba bajo la conducción de José Díaz y Antonio López Castillo, siempre los dos lanzando admoniciones contra el camarada Enrique Aristeguieta por desviarse de la línea.
         Argenis no se desviaba sino cuando en dirección a la Procuraduría cejaba rumbo al My Hay My donde lo aguardaban Ramón Córdova, Amílcar Fajardo, John Sapsom y José Pascuzi, por lo tanto, no era comunista sino de la izquierda urredista alineado con Cheito Herrera Oropeza, Fabricio Ojeda, José Vicente Rangel y Luís Miquilina
         Un día de agosto llegó a sus oídos que por la noche hubo una gran redada de prostitutas haciendo guardia en cada esquina del Paseo, entonces se fue al Retén y ordenó al Comandante que las pusiera en libertad a toditas incluyendo a los  maricuecos.
         Pero Cachut jamás tuvo autoridad ni influencia para meter o sacar a nadie de la Policía, él siempre estuvo en la oposición y sobrevivía matando tigres.  Un buen día desesperado se puso a vender patillas en una de las esquinas del Grupo Escolar Estado Mérida y cada adversario que en automóvil pasaba le gritaba a todo gañote:  “Cachut, estás explotando a la clase desposeída”  ¡Maldición!  Cachut terminó generosamente repartiendo las sandías.
         Qué suerte la mía.  Será que estoy condenado a ser pobre toda la vida” exclamaba Cachut casi aturdido por los bromistas, todos conocidos y paisanos, pero que no pasaban al partido comunista.  Cachut siempre fue fiel y consecuente con la doctrina de su partido a pesar de que en determinado momento lo execraron del partido tras una acusación según la cual había fundado una miniteca en la Lorena con el nombre de “Las Brujitas”.  Total que la miniteca tuvo que cerrarla  y se puso a vender chupi-chupi en una cavita que cargaba por los puntos socialmente neurálgicos de la ciudad hasta que nuevamente fue reincorporado y llegó a ser Secretario General.  Para entonces, el PCV lo había enviado a Rusia a hacer un curso y de allá vino enamorado y casado con una siberiana.
         En sus tiempos de joven llegó a ser cajero del Banco Unión  y junto con Amílcar Fajardo, del Banco de Venezuela, fundó un sindicato. Ambos estuvieron presos a raíz de una huelga. Cachut murió el 29 de septiembre de 2000.  Vivía en La Lorena en condiciones precarias.  Una vez lo visité y realmente me impresionó su vivienda, no me explicaba cómo un hombre superactivo como Cachut podía vivir en esas condiciones.  Un hombre inteligente, doctrinario, que discutía en cualquier lugar defendiendo sus principios  y su militancia, discutiendo democráticamente sin prejuicios odiosos, sin descalificaciones, abierto y humano con el adversario, fuera este adeco, copeyano, urredista  y con la misma gente de izquierda no afecta al PCV. (AF)
        





domingo, 14 de febrero de 2016

Congreso de Angostura: Génesis del Poder Moral y subordinación militar



Ha 197 años, se instaló en esta  capital de la entonces provincia de Guayana, el Congreso General de Venezuela o Segundo Congreso Constituyente, connotado por la Historia como “Congreso de Angostura”  
No obstante que su instalación había sido convocada y anunciada para el primero de enero de acuerdo con el Reglamento Electoral, tuvo que ser aplazada toda vez que no estaba presente el número suficiente de diputados electos. Solo habían llegado los representantes de la provincia de Barcelona al frente del General José Tadeo Monagas. El 6 de febrero se sumaron  los representantes del Territorio de Caracas a la cabeza del General Pedro Zaraza y los de  Guayana, provincia sede. El diferimiento se atribuía a las “distintas dificultades en algunas comunicación y movimientos de tropas”.
Para el 13 de febrero ya se hallaban todos los diputados y en consecuencia el Jefe Supremo dispuso la instalación para el lunes 15 de febrero a las once de la mañana.
Salvas de artillería la Víspera y el propio día, anunciaron con toda la solemnidad oficial del caso,  la instalación del “Congreso General  de Venezuela”.
Presentes desde las diez y media de la mañana del  lunes 15 de febrero de 1819 estaban en el salón principal del Palacio de Gobierno acondicionado para las sesiones, los diputados de la provincia  de Caracas Dr. Juan Germán Roscio, Dr. Luis Tomás Peraza, Licenciado José de España, Sr. Onofre Basalo y Licenciado Francisco Antonio Zea; de la provincia de Barcelona, Coronel Francisco Parejo, Coronel P. Eduardo Hurtado, Licenciado Diego Bautista Urbaneja, Lic. Ramón García Cádiz, Sr. Diego Antonio Alcalá; de la provincia de Cumaná, General en Jefe Santiago Mariño, General de Brigada Tomás Montilla, Dr. Juan Martines y sr. Diego Ballenilla, de la provincia de Barinas, sr. Nicolás Pumar, Dr. Ramón Ignacio Méndez, coronel Miguel guerrero, General de División Rafael Urdaneta y Dr. Antonio Maria Briceño. De la provincia de Guayana, Dr. Eusebio Afanador, Sr. Juan Vicente Cardozo,  Intendente del Ejército; Fernando Peñalver y general de Brigada Pedro León Torres; de la provincia de Margarita, Lic. Gaspar Marcano, Dr. Manuel Palacios, Lic Domingo Alzuru y Sr. José de Jesús Guevara. Total 27 diputados. Faltaban los 5 de Casanare y tres de Cumaná, Guayana y Margarita.
Igualmente se hallaba en la sala el Estado Mayor General, el Gobernador de las Plaza y Comandante General de la Provincia, el agente norteamericano Baptiste. Irvine, el señor James Hamilton en representación de la colonia extranjera, el Sr. Provisor Gobernador del Obispado, Domingo Pérez Hurtado, y numerosos ciudadanos.
Media hora luego y previo anuncio de tres cañonazos, el Jefe Supremo, acompañado de la oficialidad, llego a las puertas del palacio y todos los diputados salieron a recibirlo. Un numeroso destacamento que ocupaba el frente, le hizo los honores militares.
El Jefe Supremo abrió la sesión con un discurso, depositando su mando en la soberanía del Congreso, haciendo un análisis de los sistemas de gobierno a la luz de la experiencia universal y concluyendo en la necesidad de un régimen centralista basado en una nueva Constitución Nacional cuyo proyecto dejo en manos del Congreso, alegando que era lo más adaptable a la realidad del país.
De suerte que esta ciudad entonces llamada Angostura, se erigió en la sede del segundo Congreso Constituyente de la República de Venezuela, convocado por el Libertador después del fusilamiento del General Manuel Piar  y después de su fracasada campaña del centro y atentado contra su vida.
         En aquel célebre Congreso de 1819  el Jefe Supremo  resignó su mandato en la soberanía de los delegados del pueblo, esbozando para la patria en guerra una nueva Constitución de corte centralista y una  auténtica organización política inspirada de manera ecléctica en la de otras naciones civilizadas del mundo.
El propósito del Jefe Supremo era despertar la confianza y atraer la simpatía de las naciones extranjeras que dudaban de las ideas de los patriotas y al mismo tiempo echar las bases de una estructura política que sirviese de apoyo a las futuras campañas que habrían de venir para librar a Venezuela y el resto de la América del coloniaje peninsular.
Bolívar al finalizar su discurso declaró instalado el Congreso reconociendo en él la soberanía nacional al tiempo que exclamaba: "Mi espada y la de mis ínclitos compañeros de armas están siempre pronto a sostener su augusta autoridad. Viva el Congreso de Venezuela". A esta exclamación repetida por los asistentes, siguió una salva de artillería.
Acto seguido el jefe Supremo invitó al Congreso a la elección de un Presidente Interino para entregarle el mando. A viva voz los congresistas  proclamaron al diputado por Caracas Francisco Antonio Zea y Bolívar le tomó el juramento sobre los Santos Evangelios al igual que a todos y cada uno de los diputados restantes.  Concluido el juramento, Bolívar cedió su asiento al Presidente Interino y dirigiéndose al cuerpo militar dijo: "Señores Generales, Jefes y Oficiales, mis compañeros de armas, nosotros somos más que simples ciudadanos hasta que el Congreso soberano se digne emplearnos en la clase y grado que a bien tenga. Contando con vuestra sumisión voy a darle en mi nombre y en el vuestro las pruebas más claras de obediencia, entregándole el mando de que yo estaba encargado. Devuelvo a la República el bastón de General que me confió. Para servirla, cualquier grado o clase a que el Congreso me destine es para mí honroso, en él daré el ejemplo de la subordinación y de la ciega obediencia que deben distinguir a todo soldado de la República". (AF)