El Belén, Nacimiento o Pesebre era toda
una escenificación tradicional, pero en cada iglesia, en cada hogar o plaza,
con las inventivas propias de quienes lo asumían. Cuando se acercaba la Nochebuena, los
bolivarenses iban a los Morichales o más allá a cortar ramas y malojos, a
recoger la arena y las piedritas para unirlos luego a las pequeñas imágenes de
la sagrada familia, pastores, Reyes Magos, animales del pesebre y otros
recursos con los cuales en sitio accesible y visiblemente apropiado trataban de
reconstruir el paisaje donde nació Jesús.
El Nacimiento principal era el de la Catedral del cual se
ocupaban miembros de la legión de María.
Ante él se cantaban de madrugada los villancicos y en el hogar y sitios
profanos los parranderos o conjuntos familiares improvisaban aguinaldos, de los
cuales muchos trascendieron como "La Casta Paloma" del juglar
Alejandro Vargas.
En la actualidad el aguinaldo ha sido prácticamente aplastado
por el auge de la gaita zuliana, a la cual la radio y la televisión como la
discomanía le han dado pábulo dentro de una desbordada euforia que ha colocado
a la Iglesia católica en el dilema de resistirla o tolerarla dentro del templo
al igual que con el tiempo ha venido
dando cabida al aguinaldo profano al lado del villancico.
Lo cierto es que trovadores y parrandas
tradicionales de aguinaldos no se ven como se vieron hasta la mitad del
presente siglo por las calles altas y bajas
de la ciudad orinoquense. Asimismo ha perdido devoción y fuerza la
costumbre de levantarse de madrugada para ir a misa de cuatro entre el 16 y 25
de diciembre; a la misa dedicada a gremios e instituciones, lo cual era todo un
acontecimiento tejido de la más pura y desbordada alegría.
La población citadina vibraba al ritmo de las parrandas y, bajo
el atronador despertador de cohetes y patinadores deslizándose cuesta abajo del
peñón angostureño, iba a la misa de cuatro y luego la juventud se sumaba a las
parrandas para contagiarse con los viejos y nuevos aguinaldos de Alejandro
Vargas, Bambalá, Agapito Blanco, el
viejo Tomedes y tantos otros largo de mencionar.
Pero de todas las misas aguinalderas que van del 16 de diciembre
hasta la del Gallo o nochebuena del 24, la más animada solía ser la de los
Caleteros, obreros de ancheta que trabajaban noche y día cargando o descargando
barcos de la Real Holandesa o de la Venezolana de Navegación atracados en
riberas y muelles de la ciudad.
Los caleteros, hombres sudorosos, descamisados, de pantalones arremangados - así se veían en muelles y riberas - formaban
como una clase aparte, pero eran los que mejor sabor popular daban a la
misa, la cual no se oficiaba en la Catedral sino en la Iglesia Santa Ana que
reventaba de pueblo hasta el puerto de
las chalanas.
Los marinos de los barcos pequeños hacían sonar sus guaruras y
en los barcos de mayor calado resonaban los pitos de vapor. Repicaban las campanas, tronaba la cohetería,
estallaban sin cesar tumbarranchos, triquitraques, saltapericos y la noche
parecía florecer con intensa luz de bengalas
desde la calle El Poder hasta el Mercado Municipal de Castillito.
Esta misa de los caleteros era generalmente la penúltima de la
Natividad y terminaba en suerte de
competencia imponiándose a las demás por su contagioso derroche de entusiasmo y
cohetería. (Américo Fernández)
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