Los documentalistas Jorge Solé y
Pedro Trebbau, quienes en 1990 filmaban para la Coproducción con la TV de
Alemania Federal la serie “Grandes Ríos del Mundo”, paisajes
del Orinoco, se dieron cuenta de un desastre ecológico que crecía en las
cabeceras del gran río.
A
través de sus cámaras registraron los estragos causados por 3.500 garimpeiros
diseminados en la región de los yanomami. Con instrumental avanzado, avionetas
y helicópteros, explotaban oro en una zona de 3 ó 4 hectáreas que
previamente habían deforestado.
Un
mes después (10 de mayo), el Ministro de la Defensa, General Italo del Valle Alliegro, admitió
que “es
cierto que en territorio venezolano, en la frontera con Brasil, realmente hay
una situación donde están presentes 3.500 mineros ilegales”.
Da
cuenta el ministro de una comisión designada por el presidente Carlos Andrés
Pérez para llevar adelante una evaluación y de la creación de un puesto de la Guardia Nacional
con 30 efectivos para desalojar a los garimpeiros y resguardar el sitio por
futuras invasiones.
El
mismo día el comandante de la Guardia Nacional, general Luis Ramón Contreras
Laguado, informó que la operación desalojo se había iniciado y que “algunos
mineros procedieron voluntariamente a abandonar la zona. Sin embargo, aún
persisten muchos de ellos en el sitio”.
A
esta altura, y a pesar de los operativos de desalojo de la Guardia Nacional
“respetando los derechos humanos de los ciudadanos”, centenares de garimpeiros
persistían dentro zonas fronterizas de Venezuela. Muchos de ellos “armados
hasta los dientes”, según propias palabras del diputado Carrillo Jaime, de la Comisión de Minas, se
hallan en Berlamin, donde también trabajan unos 20 venezolanos. Berlamin queda al sur-este de Santa Elena de
Uairén y allá llegaron a verificar la situación los parlamentarios Carrillo
Jaime, Igor Gessen y Rafael Rodríguez Acosta.
Los indios del
Orinoco decían que Amalivaca periódicamente venía, dejaba testimonio de su
grandeza divina y se iba. Algo parecido, pero a la inversa, estaban haciendo los garimpeiros (en la foto
uno de ellos). Vienen del otro lado de su frontera, dejan la huella de su usura
dorada, se van y vuelven tantas veces como se lo permita la desguarnecida
inmensidad de la selva.
A
ocho meses de la denuncia de los cineastas, los garimpeiros persistían no sólo
explotando oro venezolano sino depredando y contaminando zonas vitales de nuestros
más importantes cursos de agua. Hasta entonces el mariposeo diplomático poco
resultado había dado.
A verificar la
desgarradora realidad viajaron y se reunieron muchas veces el canciller
Reinaldo Figueredo y el embajador de Brasil en Venezuela, Renato Prado
Guimares. Para el 16 de enero estaba previsto que se reunirían en Caracas a fin
de tratar la misma materia los viceministros de Relaciones Exteriores de
Venezuela y Brasil, Adolfo Raúl Taylhardat y Paulo Tarso Flecha de Lima.
Entretanto,
y a decir del general Carlos Peñaloza Zambrano, comandante general, por tierra
y aire el Ejército realizaba un patrullaje por la cabeceras del Orinoco, Cerros
Delgado Chalbaud y la Neblina,
para tratar de de impedir el regreso de los garimpeiros que habían provocado
serios daños ecosistémicos con sus invasiones ilegales en la busca de oro.
Según
el Comandante, en el cerro La
Neblina también se había detectado la presencia de los
mineros brasileros y reafirmó su confianza en las medidas y otras que estaban por venir para
hacer respetar la soberanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario