Nacido en la Soledad del Orinoco cuando la Guerra Federal recogía sus armas para inaugurar en Venezuela el esquema de los estados soberanos, no quiso vivir en su tierra natal, sino en Ciudad Bolívar y más allá del Caroní en antiguas tierras misioneras donde quemó los cartuchos de su amor por una guasipatense.
Allá en la tierra de los zorros guaches se casó con Emilia Lanza García y ejerció la medicina durante 28 años, vale decir, desde 1905 cuando fue prácticamente expelido por haber participado en la Guerra Libertadora contra Cipriano Castro, hasta 1933 que pudo retornar a Ciudad Bolívar.
Estando en Ciudad Bolívar, trató de revivir al diario El Bolivarense que había desaparecido en 1898 tras 18 años de circulación específicamente en 1937, pero no pudo sostenerse por mucho tiempo.
Vargas Pizarro era un buen polemista y su elevado nivel cultural y humanístico quedó demostrado en su plaquette “Por Dios y por la Patria -De cara a la traílla-” dirigido a los masones de Ciudad Bolívar que mientras se tomaban el tiempo necesario para responderle, le enviaron a guisa de heraldo el prólogo del “Minotauro” del escritor colombiano José María Vargas Vila. De allí aquella sentencia que en ciertas ocasiones polémicas esgrimían los bolivarenses: “Para un Vargas Vila, bueno es un Vargas Pizarro”.
Cuando falleció, el presidente del Colegio de Médicos, Manuel Felipe Flores, dijo en la oración fúnebre que el único propósito de este hombre fue el de ser útil a la humanidad. Hizo de la profesión un apostolado, de allí que viviera y muriera pobre. Escritor de estilo inconfundible. Polemista irreducible. Libró más de una batalla contra eventuales adversarios en el campo de las ideas y de las ciencias. En Ciudad Bolívar se recuerda, aunque no con la misma intensidad de medio siglo atrás, la polémica que sostuvo con diversos intelectuales cuando dejó de pertenecer a la masonería. Fueron muchos los que entonces salieron en defensa de ésta y a todos combatió en e
Luis Felipe Vargas Pizarro, también escribió poesía y dejó un libro inédito en manos de Milagro Figueroa, directora de la Casa de la Cultura “Héctor Guillermo Villalobos” en Puerto Ordaz, del cual extrajimos estas estrofas para dar una idea de la calidad de este galeno en campo literario tan difícil. El poema titulado “Rapto de orgullo” es un soneto en forma de crítica a una persona considerada “un Fatuo”. “Cuando en mis ojos el furor chispea / Cuando estalla mi cólera pujante / Cuando azota la sangre en mi semblante / como ola el peñascal golpea / cuando en mi mano vibra y centellea / como el rayo de Júpiter tonante / mi terrible fusil ay vacilante / el universo mismo bambolea / yo siempre dejaré que lucha horrible / los pueblos como leones se destrocen / pero jamás que en calma bonancible / los frutos de la paz tranquilo gocen / soy terrible señores, muy terrible / lo que tienen es que aquí no me conocen /. (AF)
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