El 17 de diciembre de 1930, el Ejecutivo del Estado Bolívar dio cuenta de los actos programados para conmemorar el aniversario de la muerte del Libertador, los cuales incluyeron pavimentación de 200 metros de la calle Bolívar, instalación de una tubería de cemento conectada a la Bomba de Desecación de la Laguna e inauguración en la Plaza de su nombre de un busto del vicario y administrador de la Diócesis de Guayana, Monseñor Mariano de Talavera y Garcés, a quien los bolivarenses deben la prosecución y terminación de los trabajos de la Catedral de Ciudad Bolívar.
La iniciativa fue del Obispo Monseñor Miguel Antonio Mejía, quien elogió los esfuerzos y recursos de Monseñor Talavera para concluir los trabajos de edificación de la Iglesia Catedral (25 de marzo de 1841) que demoraban desde la misma fecha de fundación o traslado de la ciudad.
También fue iniciativa de Monseñor Mejía la creación en su honor del Museo Talavera, bajo la dirección del doctor José Gabriel Machado, distinguido jurisconsulto, activo feligrés y director entonces de la revista “El Faro de Angostura”.
Según refiere Luz Machado, hija del director fundador del Museo, éste fue creado conforme Carta Pastoral del 14 de agosto de 1941 para honrar la memoria del Prelado Mariano Talavera y Garcés, prócer de la Independencia, orador sagrado de Colombia e iniciador de la erección de la estatua de Bolívar en la ciudad de su nombre.
El Museo que nadie sabe ahora qué se hizo o qué destino le dio la incuria oficial o ¿la propia Iglesia?, funcionaba en una sala adjunta a dependencias de la curia catedralicia, en la calle Igualdad. “Reunía piezas de diverso valor arqueológico, artístico, cultural (...), desde el icono de barro de determinada cultura venezolana, hasta la moneda extranjera, que enviara algún representante diplomático. Desde la raíz de extraña formación hasta la talla colonial donada por algún contribuyente. Desde la piedra de las primeras excavaciones del Cerro Bolívar, hasta un viejo revolver que permanecía al general Farreras. Desde el Cristo de Plata de la época de la Colonia, usado para acompañar el rito cristiano antes del fusilamiento del rebelde y egregio Manuel Piar, hasta la bañera que usaba Juan Bautista Dalla-Costa”.
Mariano de Talavera y Garcés, nativo de Coro, fue Obispo de Trícola de la Diócesis desde 1830 y fue expulsado por Páez al negarse a firmar la Constitución cuando Venezuela se separó de la Gran Colombia, pero pronto regresó y fue amigo entrañable del prócer Tomás de Heres, acaso por conservador, pues los conservadores eran virtualmente los mejores amigos de la Iglesia, y por esa amistad fue siempre blanco de los ataques del semanario “El Filántropo”. Cuando Heres fue asesinado el 9 de abril de 1842 de un disparo artero desde la ventana de su casa, el prelado se hallaba de visita y prácticamente el cuerpo mortalmente herido del general cayó en sus brazos, a la luz de una lámpara de acetileno que se apagó con el fogonazo. Desde entonces los días resultaron pesarosos para el Obispo de Trícala que terminó renunciado a su permanencia por más tiempo en la Diócesis.
Afortunadamente ya había concluido su principal obra: La Catedral, inconclusa desde la fundación de la ciudad. La terminó de construir el 25 de marzo de 1841, aunque sin torre, con 18 mil pesos que logró recaudar entre los 8 mil habitantes que para ese año tenía Angostura. Asimismo, un Hospicio para damas indigentes.
Aceptada su renuncia, se fue a Caracas, a fines del 42, sin perder el contacto con la comunidad bolivarense.(AF)
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