martes, 13 de marzo de 2012

José Vicente iriarte "Tamarindo"



José Vicente Iriarte era conocido más por Tamarindo que por su propio nombre. Lo de Tamarindo le venía porque solía recomendar a sus vecinos y amistades del barrio Perro Seco de Ciudad Bolívar donde vivía, el cocimiento de las vainas del Tamarindo como atemperante en los casos de fiebre por insolación. También recomendaba la pulpa del fruto como laxante, y él mismo preparaba para sí un jarabe como refrescante en la época más calurosa de la ciudad.

Él era un acertado sobador, muy hábil para tratar la dislocación de huesos. Yo mismo me vi en la necesidad de visitarlo por sugerencia -¡increíble!- de un médico traumatólogo que me examinó superficialmente la luxación sufrida en la muñeca de la mano izquierda al caer de una mata de mango en un fundo de Caratero.

Tamarindo, ya de cierta edad, moreno, escaso pelo, lentes de armadura gruesa y rostro reflexivo, me atendió casi silenciosamente. Me sentó en una silla de cuero y él hizo lo igual en un banquillo de madera, se frotó las manos con el líquido oscuro de una botella, luego untadas con cebo de culebra las pasó repetidas veces por las articulaciones lesionadas a tiempo que murmuraba una oración casi inaudible y trac, trac, ya estaba misteriosamente curado sin vendas ni yeso.

Dos años después volvería, pero con torcedura en el pie derecho al volverme a caer de la misma mata de mango, esta vez zarandeado por unas avispas. Ocurrió el mismo ritual y por retribución lo que yo quisiera. El hombre era sabio, humilde y generoso. Esa misma tarde llegó desde Maturín un oficial del Ejército con su joven esposa toda adolorida por traumatismo de las articulaciones de la cadera. Le dijo al militar que como tenía que pasar a su cuarto y desnudar a su mujer, era preferible que lo acompañara. “No importa -dijo el capitán todo decidido- haga su trabajo”.

Casi todas las articulaciones del esqueleto se pueden luxar, me dijo Tamarindo en la segunda ocasión, ya más familiar y menos introvertido. Sabía de mi condición de periodista. Me dijo que por sus manos habían pasado personas con luxación en la mandíbula por abrir demasiado la boca al bostezar, atletas con el hombro lesionado al hacer deportes o con problemas en el codo por caída; caderas o rodillas por accidentes de moto o traumatismo directo. La luxación de hombro era la más frecuente. El tratamiento casi siempre era el mismo aunque algunas veces debía utilizar la garrucha para la reducción, esto es, conseguir que los huesos vuelvan a ocupar su posición correcta.

La famosa Cruz del Perdón de Ciudad Bolívar a la margen derecha del Orinoco, que al principio era de fleje, dice la voz popular que fue sustituida por una Cruz de Madera, que en una de las incursiones militares cuando era soldado, trajo Tamarindo de alguna extinguida misión capuchina del Caroní.

Tamarindo fue recluta alistado en calidad de enfermero en el Batallón Zamora Nº 14, que en el Cuartel El Capitolio de Ciudad Bolívar era comandado por el general Juan Alberto Ramírez, el mismo que restauró el Fortín del Zamuro, luego que fuera destruido al final de la Guerra Libertadora en 1903.

José Vicente Iriarte nació en Ciudad Bolívar en 1892 cuando la Piedra del Medio quedó tapada por una de las más espectaculares crecidas del Río Orinoco. Era hijo de una negra guaireña llamada Julia Iriarte y el coronel José Zapata, hermano del general Anzelmo Zapata, quien peleó al lado de Joaquín Crespo durante la revolución legalista y a favor de Cipriano Castro y de Gómez contra la llamada Revolución Libertadora. (AF)

lunes, 12 de marzo de 2012

La Cervecería de Ciudad Bolívar


El 5 de septiembre de 1925, se realizó la asamblea general extraordinaria de los accionistas de la Cervecería de Ciudad Bolívar a objeto de nombrar nueva junta directiva, fijar emolumentos y ratificar el contrato celebrado con el Banco Neerlando-Venezolano de Caracas sobre un crédito de medio millón de bolívares para ampliar la fábrica.

La nueva junta directiva para el período 1925-1927 quedó así: presidente, Andrés Juan Pietrantoni; primer vicepresidente, Eduardo Boccardo; segundo Vicepresidente, Virgilio Casalta; vocales, Antonio Delgado y Natalio Valery Agostini; suplentes, Juan Casalta, Pierre Palazzi, Pierre Scheafli, Paúl Acquatella, Mario Gambús B. Comisario, P. F. Núñez Romberg, F. A. Guevara y gerente, Miguel Delgado.

Con esta reforma y ampliación de la directiva, la empresa proyectaba aumentar su capacidad y consolidar y ganar nuevos mercados. Contaba con el respaldo crediticio del Banco Neerlando-Venezolano que ese año otorgó a la Cervecería de Ciudad Bolívar un crédito por medio millón de bolívares, cubierto por suscripción pública para ensanchar la producción de la empresa y hacerle frente a la competencia desleal de que era objeto la compañía en el resto del mercado del país.

Con ese crédito fue posible la adquisición de una nueva cava de maduración, nuevos toneles, tanques, filtros y otros equipos necesarios en la elaboración de la cerveza. Se adquirieron seis grandes tanques “Pfaudler” de acero, divididos cada uno en tres compartimientos de 2.500 litros de capacidad, o sea, 45.000 litros completamente llenos de cerveza de maduración, la cual se elaboraba con la malta tipo cristal procedente de Export Malt Factorías Schinian y Steim Ltd., una de las más grandes y renombradas malterías de Bohemia. Con la cava, la empresa cervecera bolivarense aumentó su capacidad productora a 45.000 litros mensuales y estrenó un nuevo maestro cervecero: Antón Gusche.

Dos meses después, específicamente los días 2 y 18 de noviembre, los directivos resolvieron un aumento del precio de la cerveza en sus tipos tercio y sexto de litro, debido a una subida inesperada del precio de la materia prima importada. También del embarque en el vapor Apure de 1.032 cajas de cerveza de 36 tercios con destino a oriente, Caracas, Puerto Cabello y Maracaibo. Como se ve, la cerveza bolivarense llegaba a muchas ciudades importantes de Venezuela, incluyendo la Malta Angostura, con un diseño de botella muy atractivo  y repuntada entonces como de calidad única.

Con la reforma y ampliación todo parecía ir internamente bien, hasta que inesperadamente sobrevino una profunda diferencia de carácter administrativo entre el presidente de la empresa, Andrés Juan Pietrantoni, quien se separa del cargo, y el gerente Miguel Delgado, quien ipso facto renunció a su puesto. A nombre de la junta directiva aparece el primer vicepresidente en ejercicio, Eduardo Boccardo, convocando a una asamblea extraordinaria de accionistas, la cual se reunió el 2 de septiembre (1926) para conocer del incidente, así como del informe sobre la actitud de los tenedores de bonos hipotecarios y sobre la necesidad de aumentar el capital o en su defecto resolver la liquidación de la compañía.

La Asamblea se reunió, pero el problema de fondo no pudo resolverse y todo apuntaba hacia la liquidación de la Cervecería. Entre tanto fue aceptada la renuncia del gerente y en su lugar fue designado interinamente R. Arturo Maghum, y como cajero, Anon Got She.

El 8 de febrero del año siguiente, la asamblea resolvió liquidar la empresa y procedió a nombrar liquidadores. En 1929, la Cervecería de Caracas absorbió la mayoría de las acciones y fundó una nueva empresa cervecera con el nombre de Nueva Cervecería de Ciudad Bolívar. (AF).

domingo, 11 de marzo de 2012

Centenario de Ramón Isidro Montes



El 5 de septiembre de 1916 los bolivarenses celebraron el primer centenario del natalicio del doctor Ramón Isidro Montes, preparado por la Junta pro centenario que presidía el doctor Wenceslao Monserrate Hermoso.

Los actos del programa se iniciaron un día antes para recordar a este bolivarense fundador de la Universidad de Guayana e ilustre personaje de las inquietudes humanísticas bien definidas.

Presididos por una Junta designada, los actos se iniciaron en la Plaza Bolívar con una sesión solemne de la Sociedad Cooperativa de Artesanos y Obreros, pues fue él su fundador así como de la Escuela Nocturna de Artesanos.

Continuaron con un evento literario en el Colegio Federal de Varones, velada en la Logia Asilo de la Paz, colocación de la primera piedra de un busto de mármol, salvas en el Fortín El Zamuro y colocación sobre su tumba de una flor y una placa a nombre de la mujer guayanesa con la siguiente rima declamada por la señorita Matilde Sucre en el momento del homenaje: “La mujer guayanesa / viene a turbar la calma / de nuestros caros padres / ¡Oh, sabio instructor! / Porque ofrendarte quiere / el perfume de su alma / cantado en esta rima / y envuelto en esta flor”.

El discurso en el acto central del homenaje estuvo a cargo del doctor Antonio María Delgado, quien resaltó los atributos y valores humanísticos del licenciado Ramón Isidro Montes, formado profesionalmente en la Universidad Central de Venezuela y realizado como catedrático del Colegio Federal de Guayana, donde estudió hasta el segundo nivel y llegó a ser su rector.

En el lapso de su rectorado creó la cátedra de Literatura y fundó la Escuela Primaria y Nocturna para obreros y artesanos. Amparado por el decreto legislativo del 26 de marzo de 1852, promulgado por el Presidente José Gregorio Monagas, estableció la cátedra de Derecho, dictado por él, y de Medicina, sostenido gratuitamente por el doctor Luis Plassard, médico francés recién llegado de la Colonia Tovar, quien se casó en Angostura y vivió en ella hasta su muerte ocurrida en 1890.

El 17 de marzo de 1896, los senadores del estado Bolívar, respaldados por los de Carabobo, presentaron a la Cámara y fue aprobado un proyecto de decreto elevando al rango de Universidad al Colegio de Primera Categoría de Ciudad Bolívar.

La Universidad de Guayana quedó creada por ley del Congreso de la República del 16 de abril de 1896, que promulgó el presidente de la República, Joaquín Crespo, y refrendó el Ministro de Instrucción Pública, médico y profesor universitario, Federico R. Chirinos, el 5 de mayo de ese año. Para entonces era Rector del Colegio, el doctor José María Emazabel. Ramón Isidro Montes se había separado del rectorado en 1885 por quebrantos que lo llevaron a la muerte el 10 de junio de 1889. No se cumplió su desiderátum de ver al Colegio convertido Universidad.

Su hijo José Félix Montes, quien siguió su camino de abogado, profesor universitario, político y escritor, recopiló los escritos de su padre en el volumen Ensayos poéticos y literarios con prólogo de Julio Calcaño, quien había sido su alumno.

Como pedagogo, Ramón Isidro Montes, escribió Gramática Castellana, autorizada por la Academia de la Lengua, y Tratado de Aritmética Razonada, adoptada por planteles de educación fuera y dentro del país. Asimismo, Compendio de Métrica en colaboración con el profesor Simón Camejo.

Escribió temas históricos como “Boves, leyenda venezolana” y poesía desde la edad de 19 años, poesía representativa del romanticismo iniciado en Venezuela con José Antonio Maitín y Abigail Lozano (AF)

sábado, 10 de marzo de 2012

La Casa de Agosto Méndez

Podría ser éste el único caso en el mundo en que el pueblo le regala una vivienda a su médico de cabecera. José Manuel Agosto Méndez estuvo siempre allí a la cabeza del enfermo para curarlo o ayudarlo a bien morir. Pero ese hombre siempre vivió en casa alquilada, jamás reunió lo necesario para adquirir techo propio para su familia. Cuando se encontraba en el último peldaño de su vida, la Asamblea Legislativa del Estado Bolívar, de la que había sido presidente, tuvo la iniciativa de darle un aldabonazo a la conciencia ciudadana para que aportara lo que fuese con ese fin de retribución muy loable. De suerte, el 26 de enero de 1944, la Asamblea Legislativa lanzó la idea de regalarle, por suscripción popular, una casa al también poeta, con motivo de sus bodas de oro profesionales, pero no tuvo ojos para verla porque el miércoles 9 de febrero de ese año, falleció.

La escueta nota periodística de su deceso apareció así: “Murió pobre. Ni siquiera tenía casa propia. De la profesión hizo un apostolado al igual que el doctor Carlos Emiliano Salom. Buen escritor, excelente poeta clásico, médico humanitario y amigo sin dobleces. Pudo haberse hecho rico en pocos años y vivir espléndidamente. Prefirió todo lo contrario. En los últimos días de su existencia sufrió el zarpazo de la miseria. No alcanzó ver hecho realidad la promesa de casa propia. Supo honrar a la tierra nativa en su esclarecido talento, sus virtudes ciudadanas y abnegada labor profesional”.

Su sepelio fue tumultuosamente acompañado. Lo velaron un instante en el Liceo Peñalver y allí el doctor José Gabriel Machado pronunció la oración fúnebre. Luego lo situaron en la Plaza Miranda, donde José Luis Aristeguieta, hermano político del finado, dio las gracias, seguido del doctor Lino Maradey, a nombre del gremio de médicos; Adán Blanco Ledesma lo hizo por profesores y estudiantes, y en nombre del pueblo, J. J. Rojas Peraza y Víctor Monedero. El embajador de Venezuela en Perú, Elías Pérez Sosa, estuvo en el entierro y declaró: “Lo importante no es deplorar su pérdida sino recoger su ejemplo y proyectarlo”.

Única herencia: 17 libros: 12 en versos y 5 en prosa, además de su ejemplo como profesional, servidor público y ciudadano digno y cabal: Cantos Bohemios: Guayanesas, Siluetas Literarias, Lampos y rosas, Bronces y filigranas (sonetos), Floresta Lírica, Anaglifos (sonetos), Canción de otoño, Poemas libres. Prosa: Perfiles Médicos (dos tomos), Evolución de la medicina en Guayana, Letras vernáculas. Inéditos: Prosas de poetas, Horas de un Médicos y Sinfonías patriotas.

El escritor Manuel Alfredo Rodríguez, quien fue paciente del médico y poeta fallecido, escribió este primer párrafo de una evocación sobre el ilustre galeno: “Me parece ver su estampa de hidalgo, andar y desandar las calles de Ciudad Bolívar en las visitas a sus enfermos. Era muy blanco, alto, delgado y un tanto desgarbado. Su indumentaria incluía chaleco y cuello de pajarita. Se tocaba la calva venerable con sombrero blanco, la caña de su calzado le subía hasta un palmo más de los tobillos y portaba un fino bastón. En mi niñez fui su paciente y recuerdo su labio belfo y la dulzura de su mirada tras los cristales de las gafas. A su paso, todos los transeúntes le cedían la acera y le saludaban con afectuoso respeto. Era un homenaje al médico filántropo y al “Príncipe de las letras guayanesas”.

Qué paradoja: la casa frente a la Asamblea Legislativa está hoy como la de Soto, en completa ruina

viernes, 9 de marzo de 2012

De Rías el último libro de René


René Silva Idrogo, quien falleció tras días largos y enteros de convulsiones, escribió “De Rías”, su último libro que me tocó presentar en la sede de la Asociación de Escritores de la cual fue secretario general muy productivo por algún tiempo.

René escribió dieciocho obras literarias, de las cuales dio a conocer trece, incluyendo ésta, que libramos del pecado original. Porque, como las criaturas, también las obras humanas despiertan a la vida con la bíblica culpa de la tentación. En este caso, la obra de René fue el producto de ese estado de enervación del hombre que lo hace sucumbir ante el bocado que para los poetas significan las manzanas del tiempo y de la vida.

La poesía tiene raíces como los árboles, me dijo en cierta ocasión el poeta Méliton Salazar, y si tal afirmación es válida, esos árboles tienen frutos que pueden ser buenos o malos, tal vez como el árbol del  bien y del mal, capaz de tentar a quien se sienta atraído por un misterio que luego habrá de disfrutar y padecer.

Escribir un poema es como compartir con Eva la manzana del Paraíso, es por lo tanto, enfrentar el riesgo que significa demoler las barreras que guardan como hidras de Lerna los enigmas de la vida impuestos por el Creador a todos cuantos quieren imitarlo o hasta emularlo.

Dios es el Cosmos y en cada poema arde con la sordina del humo el ascua de una estrella que el padecimiento del alma va transformando en canto. En canto que luego se difunde tanto cuanto innata sea la pureza de quien gravita en el espacio infinito de la existencia.

La poesía es el producto de una emotiva tentación irresistible que al final se padece y que en su misma esencia se advierte ese padecimiento como cuando, por ejemplo, el poeta  atrapado por el crujiente discurrir del río, expresa: “Pero si cruje de dolor bravío / entonces van su corazón y el mío / hacia el lejano mar que es llanto y nieve”.

El poemario de René Silva, distinguido con el primer premio por el jurado de un certamen literario patrocinado por la Federación Médica Venezolana, editado con prólogo de su presidente el doctor Douglas León Natera, consta de dieciséis poemas vertidos en 72 páginas. Poemas dispersos, pero que guardan una relación íntima, existencial, donde la técnica en algunos casos está signada por el momento crítico de la creación.

René Silva, nacido en Ciudad Bolívar el 8 de diciembre de 1935, además de escritor y poeta fue profesional de la medicina especializada y político que llegó a ser gobernador del Estado Bolívar y presidente del Concejo Municipal de Heres. Aunque siempre picado por el prurito de la política, comenzó a sentir la necesidad de escribir ya en los albores de la jubilación cuando publicó “Retazos” (1989), un libro mitad poemas, mitad relatos y que fue como globo de ensayo para medir sus posibilidades de aceptación en la creación literaria.

Luego publicó “En el nombre de Hipócrates”, su segundo libro que amaneció como la historia novelada de un médico que invocando al padre de la medicina distorsiona los principios de la deontología médica.

“La Tea encendida” (novela), “Flash y la Memoria de la ciudad” (testimonios), “El CDN y la disolución” entre otros.  Su libro que mayor atención llamó por su material polémico fue “En el nombre de Hipócrates” (1988) que testimonia las debilidades y miseria del ejercicio de la medicina. Siendo estudiante en 1949 había publicado el poemario “Las Pirañas del cielo (AF)

jueves, 8 de marzo de 2012

Carlos Tinoco Rodil


El 8 de febrero de 1945, Carlos Tinoco Rodil (en la foto), bolivarense, doctorado en Ciencias Sociales y miembro de la Comisión que redactó el proyecto del primer Código del Trabajo que tuvo Venezuela, fue designado Presidente del Estado Bolívar, en sustitución del titular doctor Mario Briceño Iragorri, quien debió ausentarse para incorporarse al Congreso.

El doctor Carlos Tinoco Rodil, ejercía la Secretaría General del Gobierno de Briceño Iragorri y tomó posesión de la Presidencia del Estado el 14 de febrero. Pero Tinoco Rodil apenas gobernó ocho meses y diez días, vale decir, hasta el golpe militar el 18 de octubre del mismo año.

El nuevo gobernante se hizo acompañar por el doctor José Alcibíades Cárdenas en calidad de Secretario General; de César Jara Colmenares, en la Secretaria Privada y de Joaquín Echeverría hijo en la Dirección de Fomento y Obras Públicas. Cárdenas sería reemplazado diez días antes del golpe militar por Brígido Natera Ricci.

Uno de los primeros decretos del doctor Carlos Tinoco Rodil, disponía duelo público por la muerte del coronel Carlos Meyer, quien había sido Presidente del Estado y Ministro de Guerra y Marina. Coincidió con el aniversario del Congreso de Angostura (15 de febrero), fecha en que el Gobierno de Venezuela rompió relaciones con Alemania y Japón, casi dos meses antes de la muerte del llamado “Apóstol de la buena amistad”, Franklin Delano Roosvelt y a menos de tres de haber capitulado la Alemania nazista, llegando a la fase final de la Segunda Guerra Mundial que parecía encarecerlo todo, sobremanera en el Estado Bolívar, donde no se conseguía algo que ya se había hecho vital para el guayanés: la cerveza, pues la fábrica de cerveza de la ciudad (Nueva Cervecería) había colapsado y las demás fábricas del país se habían visto obligadas a reducir al mínimo su producción.

La nueva Asamblea Legislativa, producto de las elecciones de noviembre del año anterior, reformó la Ley de División Político-territorial para conformar los distritos Sucre y Roscio de la siguiente manera: Art. 4. El distrito Sucre se compone de los municipios Caura, capital Maripa; Ribas, capital Purguey; Moitaco, capital Moitaco y Zoilo Vidal, capital Aripao. Art. 7. El distrito Roscio se compone de los municipios Guasipati, capital Guasipati; El Callao, capital El Callao; Tumeremo, capital Tumeremo; Salom, capital El Miamo; Dalla Costa, capital El Dorado y Urdaneta, capital Santa Elena de Uairén.

La Asamblea Legislativa aprobó esa reforma el 6 de febrero del año 45, siendo presidente encargado el diputado Ángel H. Osuna.

Otro acuerdo entonces, pero de la municipalidad de Heres, autorizaba al Ejecutivo para construir un Barrio Obrero en la zona adyacente a la Plaza Centurión, en función de lo cual fue dispuesta la reparación y acondicionamiento de las calles y avenidas de tierra de la zona de ensanche conocida como Los Morichales.

El Hospital Oxford de Upata, cuya ejecución había sido decretada por el Dr. Ovidio Pérez Agreda, al fin fue terminado bajo la gestión de Tinoco Rodil. La inauguración estuvo a cargo del Presidente municipal de Piar, Dr. Raúl Van Prag, quien también era director del hospital y falleció al mes siguiente, lo bendijo Monseñor Constantino Gómez Villa. De Caracas vino el senador Eduardo Oxford López, hijo del médico Eduardo Oxford y de Ciudad Bolívar estuvo presente el Obispo Miguel Antonio Mejía, quien el mes siguiente prohibió la lectura del libro “Futurismo”, de José Méndez Aponte, editado en la editorial Talavera por su gerente Eleazar Rendón, la iglesia consideraba dicho libro, ofensivo a la moral y al sacerdocio. La prohibición implicaba pecado mortal para los contraventores (AF)

miércoles, 7 de marzo de 2012

Canciones de Himeneo


El 21 de octubre de 1930, Telmo Almada (el de la foto) estrenó en el Paseo Falcón (hoy Paseo Orinoco) el vals Canciones de Himeneo con la Orquesta Venezuela que él había fundado y dirigía. Desde entonces, el novedoso valse se hizo infaltable como el Ave María en cada boda de la gente “chic” de Ciudad Bolívar.

El vals, esa danza cadenciosa y elegante que comenzó a extenderse en Europa a fines del siglo XIX y que más tarde popularizó Strauss, llegaría a tocar las puertas de Venezuela y a extenderse por toda la geografía nacional a través de las pianolas como también de los gramófonos y auto-fónicas, aparatos asequibles sólo para determinada clase social. Los que no podían disfrutar de un gramófono, se conformaban con escuchar valses los días de retreta o cuando algún grupo musical del pueblo se emparrandaba.

En Zaraza, un muchacho llamado Telmo Almada, que tocaba bien el cornetín, fue uno de los tantos músicos que se estacionaron en el vals importado y al fin popularizado en Venezuela, tanto como el joropo.

El vals siempre fue la música de gala. Telmo Almada, estacionado en Ciudad Bolívar desde la edad de 24 años,  estuvo ganado por la cadencia de este baile y de esta música de origen alemán. Como músico, desde muy joven nunca se conformó con la manera de ejecución e interpretación de los valses que llegaban a sus manos, sino que puso a prueba su capacidad creativa y logró más de 200 composiciones que andan rodando por todo el territorio nacional.

Telmo Almada era un románico como Félix Mejías, que nunca se ocupó por conservar, registrar y legalizar sus creaciones musicales, sino que luego que salían de sus arpegios quedaban libres como el viento. Por ello este músico y compositor zaraceño-guayanés que nació el 14 de abril de 1901 y murió el 14 de octubre de 1973, se limitaba a decir que durante su vida de artista compuso más de 300 piezas musicales, entre ellas, el vals Canciones de Himeneo y el foxtrot Mascaradas, las más populares.

Cuando lo visitamos en su casa de la calle Libertad poco antes de morir, nada de su producción conservaba. Tan sólo en su oscuro territorio privado, un piano moderno contrastando con la pobreza de su vivienda y una guitarra con la cual solía escapar de la invidencia que padecía desde 1971.

Un hijo de melena hippie lo acompañó durante los días deprimentes de su senectud, días sólo para el mutismo y el recuerdo de tiempos irrepetibles: el Teatro América, sustituto del Teatro Bolívar, con su cine silente al que su orquesta daba vida a aquellas funciones del celuloide carentes de sonido. Ese tiempo lo vivió Telmo Almada intensamente junto con Nicanor Santamaría, Miguel y Ramón Delgado, Luis Rafael García Parra (padre de Jesús Soto), Ramón Díaz, Manuel Díaz,  Antonio León Rubio y tantos otros músicos que emocionaron con sus apasionadas ejecuciones un tiempo que ya muy pocos o nadie recuerda.

En 1972, el núcleo Bolívar de la UDO instituyó la orden “Ilustre Ciudadano” y la impuso al músico y compositor. Al homenaje se unieron la Casa de la Cultura, organismos oficiales e instituciones artísticas del estado en un solidario acto en el auditorio del Grupo Mérida.

Telmo Almada dirigió durante 30 años la Banda Dalla Costa, y sus últimos años los vivió en un cuarto de la Casa Wantzeliuz de la calle Libertad, en la oscuridad y soledad de su ceguera, sintiendo la voz y los sonidos de sus únicos compañeros: el piano, la guitarra y un hijo con melena de hippie (AF)