viernes, 12 de octubre de 2012

LA ULA ELOGIA MIS CRÓNICAS



Le saludo cordialmente. En este momento estamos dando un giro en el micro-plan de nuestra actividad de cierre del seminario de historia de la arquitectura fau-ula Mérida, para incluir el tema de la crónica de la ciudad, en especial, de la vida urbana y la representación arquitectural, motivado por su crónica de la ciudad, en la cual desarrolla con una visión trascendente y poética, que resume con gran acierto, sobre todo para los que desconocemos y no tenemos tan siquiera la vivencia documental: lo que ha quedado para la memoria colectiva del trapecio y el mercado público de Ciudad Bolívar. Estamos conmovidos, gracias a usted, y se lo comunico casi en tiempo real, en nombre de todos los maestrantes de nuestro postgrado. Hasta luego... Luis Calatraba. 

El Botánico Leandro Aristeguieta 
Por defectos en mi equipo de computación y quizás en mayor grado debido al tráfago electoral, no leí la edición del Correo del lunes 8 del corriente mes, en la cual reseñas el fallecimiento del eminente científico guayanés, Dr. Leandro Aristeguieta, A tu casi completa reseña sobre el devenir profesional de quien supo abundar en los conocimientos de la Ciencia Botánica en Venezuela y el Mundo; sólo bastaría agregar que durante 25 años detentó en forma magistral la Cátedra de Botánica II, en nuestro muy querido Instituto Pedagógico Nacional, luego Instituto Pedagógico Experimental de Caracas y actualmente, Instituto Pedagógico Universitario -UPEL-Caracas; fundando a su vez un pequeño Jardín Botánico anexo al Pedagógico, en compañía de ese otro gigante de la Botánica como lo fuera el profesor Francisco Tamayo, Don Pancho, como con su tradicional humildad le gustaba citarlo. Por otro lado, estos impenitentes juglares científicos, si se me permite la expresión, coadyuvaron a la fundación de la muy querida también, Estación Experimental de Los Llanos, situada en los aledaños de la población de Calabozo en el estado Guárico, patrocinada en ilustre combinación por la Sociedad de Ciencias Naturales de Venezuela y la Universidad Central de Venezuela, representada por la Facultad de Ciencias y su Escuela de Biología, con una significativa y a la vez modesta colaboración del Pedagógico de Caracas.
Tengo el orgullo de pertenecer a la “Promoción Leandro Aristeguieta”, egresada del IPC en el Año Escolar 1969-1970, en la Especialidad de Biología y Química, altamente influenciada por la impronta académica de quien nacido en el humilde terruño guasipatense, en lo profundo del territorio selvático guayanés y se empinó por encima de los lauros de la Ciencia Venezolana, de todos los tiempos. Aunque la frase se usa en mayor grado en el mundo político, aquí la repito con ancestral respeto: Honor y gloria al Dr. Leandro Aristeguieta, uno de los guayaneses más ilustres del Siglo XX, con penetración en estas primeras décadas del XXI. Con saludos fraternales. Miles Useche (0416-8972306)


Piar, Guerrero de Mar y Tierra
Estimado amigo Américo Fernández:  He conocido en el transcurso de su carrera la devoción que siente por Venezuela, por Guayana y por sus héroes. A pesar de las distancias, pero gracias a las nuevas tecnologías, he podido leer varios de sus trabajos sobre Manuel Piar: Su libro General de Mar y Tierra y muchas de sus crónicas publicadas en el Correo del Caroní. Sabemos que usted, al igual que muchos venezolanos, lamenta que el Libertador de Guayana no tenga un espacio dentro del Panteón Nacional, a pesar de sus grandes méritos militares, políticos y administrativos y por eso decidí escribirle para informarle que un grupo de ciudadanos nos hemos dado a la tarea de sensibilizar a personas e instituciones para que este año Bicentenario sirva de escenario para elevar el nombre de este héroe curazoleño al Panteón Nacional. Desearíamos que se sume a esta iniciativa y nos apoye en el logro de este objetivo con sus escritos y conocimientos sobre las hazañas de este prócer. Agradecido de su atención y esperando su apoyo Igor García. (AF)

jueves, 11 de octubre de 2012

El Semanario “Juventud”


“Juventud” tuvo vida como semanario de los jóvenes bolivarenses comprometidos con la literatura y los problemas sociales de la comunidad sin dejar de abordar los acontecimientos históricos y las realizaciones vinculadas con el desarrollo de Guayana.
Particularidad curiosa de este semanario tabloide de doce páginas, lo señala el hecho de haber aparecido en la fecha bicentenario de Ciudad Bolívar y desaparecido en el cuatricentenario de Caracas, a la que dedicó importante espacio.
El primer número salió a la calle el 22 de mayo de 1964, bajo la dirección de Luis Carvajal, acompañado en la redacción por Abilio Quiaro. Carvajal, quien apenas sostuvo la dirección durante las primeras dos ediciones de cuatro páginas, dobladas a ocho en la tercera y a doce a partir de la cuarta, ya bajo la dirección del poeta José Quiaragua Pinto. Pero el verdadero motor de esta publicación hebdomadaria de juventud, era desde Caracas, Enrique Aristeguieta, entonces pichón de periodista con sonoras veleidades izquierdistas, igual quienes lo acompañaban en la febril empresa divulgativa. Nos referimos, además de los nombrados, a Saaf Muffi, Chislaine Latorraca, César Maldonado, Rafael Medina, Luis Marín, José Rafael Fajardo, Hugo Rodríguez e Ismael Maldonado. Juan Quiaro, encargado de poner a circular el periódico y Antonio Gil, quien fungió de administrador hasta que fue reemplazado por el propio Enrique Aristeguieta, a partir de la edición de ocho páginas.
La letra roja en combinación con la negra dominará casi siempre en los titulares e ilustraciones y en el curso de sus catorce números durante cuatro años (1964-1967) será leal a la línea de conducta trazada en su editorial de aparición: “sin lucros ni presunciones”.
La primera plana de la edición primera aparece engalanada con una foto tomada a Deyanire, la hija de Nasib y Blanca Rassi. No podía ser de otra manera si ella era la Reina del Bicentenario de Ciudad Bolívar. Reina con 60 mil votos vertidos en elección popular, contra 30 mil de Vilma Figarella. La fiesta bicentenario del traslado de la ciudad de Santo Tomás de la Guayana a la Angostura del Orinoco, duró ocho días y estuvo presidida por Monseñor Constantino Maradey Donato.
El resto del material de la primera edición se contrae a una encuesta sobre el bicentenario, hecha por Enrique Aristeguieta a bolivarenses residentes en Caracas: Gioconda Rizzo de Natera, el diputado abogado José María Arapé Garmendia y el estudiante de cuarto año de derecho, José Miguel Gómez Bello (Micky). La última página está dedicada al barrio Mango Asao, con declaraciones de Pedro Saúl Bernal y Ana de Cedeño, sector olvidado de las administraciones.
La página dos la llena un saludo del Concejo Municipal de Petare al pueblo guayanés con motivo del bicentenario. Es el único anuncio pagado y con cuyo producto se financió esta primera edición del semanario. La Municipalidad de Petare será consecuente en este aspecto con números sucesivos al igual que otras entidades públicas y privadas de Caracas, en proporción mayor con relación a los anunciantes bolivarenses.
Para 1964, los bolivarenses estaban empeñados en una campaña por la eliminación de las Colonias Móviles de El Dorado y del Cordón Antiaftosa, al cual denominaban “Cordón del Hambre”, pues por su causa existía una evidente escasez de carne. “Juventud” en su segunda edición destaca estos dos problemas lo mismo que la huelga en la Escuela de Medicina de la UDO promovida por el Centro de Estudiantes presidido por el Br. Rafael Montes, el cual pedía la expulsión de sus compañeros José Silverio Ramos y Rafael Pirela por haber asistido armado al acto organizado con motivo del Bicentenario de Ciudad Bolívar. (AF)

miércoles, 10 de octubre de 2012

El secuestro del avión de Avensa


El 28 de noviembre de 1963, dio cuenta según información del gerente, Otto Shaefli, que había sido secuestrado un avión de Aerovías Venezolanas (Avensa) y su piloto obligado a dirigirse a la Isla de Trinidad después de arrojar hojas subversivas sobre Ciudad Bolívar.
El avión un CV-340 fue secuestrado con 14 personas a bordo, cuando cubría la ruta Ciudad Bolívar-Maiquetía. Al igual que en el secuestro de otro avión de Avensa Caracas-Miami en 1961, el motivo fue propagandístico: el lanzamiento de volantes sobre Ciudad Bolívar, llamando a la población a no participar en las elecciones de diciembre de ese año. Los secuestradores denominaron a la operación con el nombre de “Padre de la Patria”.
Los jóvenes del  PCV y MIR, al mando de Olivia Olivo, e integrado además por Teófilo Rodríguez (Frijolito), Héctor Espinosa, Teobaldo Solórzano y Enrique Armas, abordaron el aparato en el aeropuerto de la ciudad, cuando se disponía a cumplir la ruta ordinaria transportando pasajeros a Maiquetía con escalas en Puerto Ordaz y Maturín.
Teófilo Rodríguez, mirista integrante del grupo había salido en libertad luego de una huelga de hambre prolongada a raíz de su detención en el Cuartel de Policía del Capitolio por disposición del gobernador Sanoja Valladares.     El Gobierno de Trinidad no dio asilo a los secuestradores del avión de Avensa sino que los repatrió a Venezuela donde fueron detenidos y enjuiciados por un Tribunal Militar.
Se produjo el secuestro del avión de Avensa cuando el ministro de la Defensa, general Briceño, exponía en rueda de prensa las evidencias obtenidas de la procedencia cubana de las armas desenterradas en las playas del estado Falcón. También en ese día se anunciaba que se habían dado órdenes a la Marina de Guerra para abordar navíos sospechosos que se acercaran a las costas venezolanas.
El secuestro del avión de Avensa formaba parte de una cadena de acontecimientos en las principales ciudades del país, incluyendo la huelga general, para impedir las elecciones fijadas para el 1 de diciembre de ese año. Se había incendiado el depósito de la Good Year en Puerto La Cruz, asaltado el Instituto Agrario Nacional de Bellavista, estallado una docena de niples en Caracas. Incendiado en Maracaibo el depósito de pinturas Dupont y secuestrado el coronel James E. Chenauld, de la Misión Militar Norteamericana en una acción de propaganda internacional.  
Fue sin duda este plagio prácticamente una réplica del cometido por un grupo de jóvenes de la Juventud Comunista, denominado “Los Aguiluchos” (José R. Bosque Figueroa, Antonio Paiva Reinoso, Rubén B. Palma Delgado, Efraín E. León Marcano y Girmán Bracamonte) el 27 de noviembre de 1961, también con un avión de la Compañía Avensa para lanzar desde el aire propaganda denunciando la represión. La operación denominada “Livia Gouverneur”  (joven comunista caída en la lucha armada) estuvo dirigida contra el avión DC-6B YV-C-EUG de Avensa, con 43 personas a bordo.
Después del secuestro del avión de Avensa en Ciudad  Bolívar se registraron otros siete secuestros más. El último tuvo lugar el 5 de diciembre de 1981 con una nave -B-727-200 (YV-74C) en ruta Maiquetía-San Antonio del Táchira. 4 secuestradores armados desviaron el vuelo a Cuba.
Con este último virtualmente quedaron cancelados los secuestros de aviones en Venezuela con fines políticos, toda vez que el secuestro de personalidades, como la de Alfredo Di Stéfano a mediados de 1963, a criterio de dirigentes de izquierda, resultaba mucho más beneficioso desde el punto de vista de lograr conseguir figuración en la prensa mundial, para la promoción de los ideales de lucha de los grupos de izquierda.(AF)

martes, 9 de octubre de 2012

El reventón de Macagua Uno


El 22 de abril de 1959, registra que el presidente de la República Rómulo Betancourt, oprimió el botón del dispositivo que hizo estallar la Ataguía Principal que hizo posible el llenado del Embalse de la Presa Macagua Uno. Un Embalse cuatro veces superior al de La Mariposa, donde se represaría el agua que haría mover las seis turbinas hidroeléctricas de la primera presa venezolana de esa dimensión, vale decir, con capacidad para generar una energía de 300 mil kilovatios horas a través de seis turbinas.
El presidente de la República, Rómulo Betancourt; el presidente del Congreso Nacional, Raúl Leoni; el vicepresidente del Congreso, Rafael Caldera, Jóvito Villalba y el presidente de la Corporación Venezolana de Fomento, coronel Rafael Alfonso Ravard, ministros, gobernadores y unas cinco mil personas se congregaron en la zona de seguridad ubicada a 2 kilómetros de distancia, para observar el espectáculo de la voladura de 300 metros de Ataguía, para lo cual fue necesario ocho camiones de nitrato de amonio equivalente a 76 toneladas de dinamita.
Según los expertos, se trataba de la explosión más grande registrada hasta ese momento por la ingeniería venezolana. Para volar la ataguía se requirió cavar 53 fosas de 2x2 metros y 4,50 de profundidad cada 7 metros y colocar luego 76 toneladas de tacos explosivos que al estallar volaron 80 mil metros cúbicos de tierra.
La explosión ocurrió exactamente a las 12:30 de la tarde y desde media hora antes comenzaron a sonar las sirenas de prevención haciéndose cada vez más intensas a medida que se acercaba el momento crítico de las conexiones hechas por un técnico que requirió un seguro de vida por dos millones de bolívares.
El Concejo Municipal del Distrito Heres declaró Día de Júbilo por la significación política, económica y social del hecho y proclamó a Rómulo Betancourt “Ciudadano Ilustre”. Si el reventón del Zumaque Uno significó el punto de partida de la industria petrolera en gran escala, Macagua Uno adquiría la misma importancia con respecto al desarrollo de la hidroelectricidad en Venezuela.
La Central Hidroeléctrica Macagua Uno había sido planeada para una capacidad de 200.000 kilovatios, susceptibles de ampliarse posteriormente a 300.000 mediante la instalación de unidades generadoras adicionales. Sin embargo, la construcción de la Planta Siderúrgica del Orinoco aceleró la expansión de esta central al aprobarse la instalación de un sistema de reducción de mineral de hierro en nueve grandes hornos eléctricos, La Central entró en funcionamiento con una capacidad instalada de 370.000 kilovatios. La segunda etapa del proyecto comprendía la construcción de diques de embalse que hubieran permitido almacenar agua durante el invierno para lograr un mejor aprovechamiento de los caudales del Caroní a lo largo de todo el año. La construcción de la presa de Guri representó posteriormente una mejor solución al problema.
Esta Central Hidroeléctrica, rebautizada con el nombre de Antonio José de Sucre fue construida en los Saltos inferiores del Caroní, a 10 kilómetros de su desembocadura en el río Orinoco. Fue un aprovechamiento a filo de agua, es decir, que no requirió la formación de un embalse artificial para su operación. Alberga en su casa de máquinas 6 unidades tipo Francis cada una con capacidad nominal promedio de 64.430 kilovatios. Su construcción comenzó en 1956 y entró en funcionamiento en 1959 la primera unidad de generación y para 1961 se puso en operación la última de ellas alcanzando una capacidad instalada total de 370 megavatios. Es una estructura de gravedad con una longitud de 132 metros y una altura de 26. A los lados de la toma hay dos estribos de concreto.(AF)

lunes, 8 de octubre de 2012

Leandro Aristeguieta, fundador del Jardín Botánico del Orinoco


El doctor Leandro Aristeguieta fue el  fundador del Jardín Botánico del Orinoco.  Era hermano de la poeta guasipatense Jean Aristeguieta (1925), autora de cuarenta libros traducidos a nueve idiomas.
Leandro Aristeguieta, botánico dendrólogo, profesor titular por largos años de la Universidad Central de Venezuela, falleció a la edad de 89 años puesto que había nacido en Guasipati el 20 de noviembre de 1923. Ocupaba el Sillón XXV de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, de la cual fue vicepresidente de 1997 a 1999 y de 1999 a 2001, y presidente de 2001 a 2003.
En su honor se designó una Sala de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela. También fue Doctor Honoris Causa de la Universidad de Carabobo.
De este insigne guayanés se conocen las siguientes publicaciones: Compositae (en inglés). Ed. Edición Especial del Instituto Botánico, 1964; Clave y descripción de la familia de los árboles de Venezuela. Ed. Tipografía la Nación. 307 pp. 1954; El género Heliconia en Venezuela. Ed. Instituto Botánico. 53 pp. 1961; El género Heliconia en Venezuela. Ed. Instituto Botánico. 61 pp. 1961; Familias y géneros de los árboles de Venezuela. Ed. Instituto Botánico, Dirección de Recursos Naturales Renovables, Ministerio de Agricultura y Cría. 845 pp; Parque del Este. Ed. Instituto Nacional de Parques. 159 pp. 1974; Estudio dendrológico de la flora de Venezuela. Ed. Caracas: Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. 572 pp.
La abreviatura Aristeg. suele emplearse para indicar a Leandro Aristeguieta como autoridad en la descripción y clasificación científica de los vegetales.
Una de las últimas obras de Leandro Aristeguieta fue la fundación del Jardín Botánico del Orinoco que hizo realidad desde el 31 de mayo de 1992 gracias al apoyo decidido del Gobernador Andrés Velásquez, el Ministro Leopoldo Sucre Figarella y la Alcaldía de Heres
El Jardín Botánico fue ubicado en el sitio más privilegiado de la ciudad capital: La Laguna del antiguo Paseo o calle El Porvenir, otrora calamidad pública por sus aguas insalubres. La Laguna, al fin desecada y rescatada en la dimensión de sus sesenta hectáreas, es recipiente de lo que comenzó a ser el Jardín Botánico del Orinoco.
Entonces una Fundación tenía a su cargo toda la dinámica administrativa y productiva del Jardín, regida por un Consejo Superior formado por el gobernador, quien lo preside, el presidente de la CVG, el alcalde de la ciudad, el rector de la UNEG y un presidente que actúa como secretario ejecutivo de la Fundación.
Además del Consejo Superior, existía la Junta Directiva que se ocupaba de la Gerencia y Administración de la Fundación integrada por el presidente de la Fundación y representantes de la Alcaldía, CVG, el director de Educación, director de Cultura, director de Turismo, director de Marnr, el jefe de Inparques y representantes de cada uno de los sectores existentes del Jardín Botánico.
Mientras estuvo al frente del Jardín Botánico, el doctor Leandro Aristeguieta publicó un libro de 200 páginas titulado “La ciudad de los árboles”, ilustrado por Nancy de Chacón y portada de Ira León. Un libro de tipo divulgativo y docente, dendrológico, dedicado al estudio de los árboles, cultivados y silvestre, existentes en sitios urbanos de Ciudad Bolívar o en sus inmediaciones. Era la primera vez que se escribía un libro de la ciudad orinoquense en este sentido y de allí su importancia y oportunidad, pues una de las características llamativas de Ciudad Bolívar en la actualidad es su abundosa e impresionante vegetación. Excepto en las construcciones sin patio, muy de los tiempos modernos, difícilmente se ve en la ciudad una casa sin árboles.(AF)

domingo, 7 de octubre de 2012

El poeta y humorista Aquiles Nazoa


Aquiles Nazoa, quien falleció el 25 de abril de 1976, estuvo en Ciudad Bolívar el 24 de junio de 1961, invitado por su amigo José Eugenio Sánchez Negrón. El extraordinario poeta y humorista, pereció trágicamente en accidente carretero.
En esa ocasión me lo presentó el poeta en el umbral de la sede de URD situada frente al bufete de su padre el doctor Reinaldo Sánchez Gutiérrez y en el curso de una conversación, Nazoa se manifestó preocupado por la situación política del país, amenazada de insurrección. Tres días después estallaría la sublevación del Cuartel de Barcelona conocida como el “Barcelonazo”.
Nazoa ofreció esa noche un recital en el Cine Mundial, uno de los más viejos de la ciudad, y donde además de las consabidas películas de Cantinflas, Tintán, Pedro Armendaris, María Félix y Tito Guizar ocasionalmente se presentaban mach de boxeo, sesiones de magia como la de Almedine y prueba de resistencia física protagonizada por el fakir Blacamán quien después de un largo ayuno se comió la cabeza de la Sapoara y terminó casado con la guayanesa Teresa Weis.
Aquiles, quien para entonces tenía 40 años de haber nacido en el Guarataro, una de las barriadas más populares de Caracas, recitó su famoso poema Jenny Lind, el ruiseñor de Suecia y contó que cuando era niño, su madre lo vestía de nazareno y por esa vía llegó a ser monaguillo.
El poeta sintió siempre desde su infancia, una muy tierna y conmovedora curiosidad por los animales de nuestra doméstica zoología criolla, pero muy especialmente por el cochino, tal vez porque cuando su papá lo llevaba de paseo por el campo, montado atrás en una bicicleta, su presencia lo excitaba viéndolo pasar de un lado a otro, revolcándose en el pantano o descuartizado sobre una mesa.
Entonces Aquiles pensaba en muchas cosas y se preguntaba, por ejemplo, por qué otro paquidermo, el elefante, siendo tan grande, tenía solo dos nombre -elefante y paquidermo-, mientras que el cochino, tan pequeño, lo identificaban además, como lechón, marrano, chancho, puerco, cerdo y sabe Dios qué otros nombres más.
Para Aquiles, el cerdo era un buen animal, sólo que vivía y parecía gustarle el pantano. Por eso al escribir sobre los defectos de algunos animales decía: “Qué bello fuera el marrano, si renunciara al pantano”.
Pero el cochino puede renunciar al pantano, aunque obligado. Depende de quién lo cuida y, por supuesto, quien lo cuida sabe por qué lo hace y no precisamente para salvarlo del toletazo.
Contaba Aquiles que solía ir a los barriales donde algún cochino solía solazarse y dialogaba con él: Cochino ¿cómo estás? ¿Qué me cuentas? ¿Qué novedad hay? Y el cochino aceptaba conversar y lo primero que hacía era lamentarse de los chistes que hacían con su nombre, pero Aquiles lo admiraba no obstante eso y a pesar de su trompa parecida a un disfraz. A pesar también de su aspecto tan poco intelectual y el absurdo moñito que le cuelga de atrás. Reconocía que tenía virtudes admirables como su sinceridad, pues no le ocultaba a nadie su condición social de cochino de barrial que no engaña ni se deja engañar, que vive en paz sabiendo que mientras sea cochino y nada más, del palo cochinero nadie lo salva, ni siquiera en una fábula que el propio humorista contaba, según la cual, ahogándose una vez en un pantano se encontraba un marrano; y al verlo un cochinero le dijo: “No se ahogue, compañero; yo lo voy a salvar, dame la mano”. Y una vez que al cochino salvó del pantanero, siguiendo luego juntos el camino, lo llevo derechito al matadero. (AF)

sábado, 6 de octubre de 2012

El Poeta Andrés Mata


El 19 de mayo de 1952, el doctor Adán Blanco Ledezma, Cronista de la ciudad, da a conocer que el poeta Andrés Mata (en la foto) vivió en Ciudad Bolívar a finales del siglo diecinueve y cómo durante ese tiempo escribió “Idilio Trágico”, premiado por el jurado del certamen patrocinado por la revista caraqueña “El Cojo Ilustrado”. Asegura que el poemario “Idilio Trágico” lo escribió Andrés Mata en la Casa de San Isidro, en La Laja, donde solía meditar y escribir en sus ratos de ocio literario.
Andrés Mata nacido en Carúpano en noviembre de 1879 y fallecido en Paris el mismo mes de 1931, vivió junto con el escritor colombiano, entonces exilado en Venezuela, José María Vargas Vila, en la misma sede del Colegio Federal de Guayana, acogido por uno de sus rectores que también allí vivía. La casa, que sirvió de sede en 1819 al Congreso de Angostura, era bastante amplia y el número de estudiantes muy reducido, por lo que sobraban habitaciones para alojar a los huéspedes ilustrados venidos de cualquier lugar del país.
Vargas Vila permaneció un buen tiempo en Angostura, aguardando que se aclarara el panorama político de su país donde el radicalismo liberal que profesaba con inusitada pasión, estaba siendo castigado a partir de 1885 por el gobierno de Rafael Núñez. Era la época de Joaquín Crespo, a quien el escritor llamó el “Páez de los modernos tiempos”. En Ciudad Bolívar prácticamente inició su carrera de novelista y arreció sus artículos y panfletos que enviaba a Colombia, invitando a luchar contra la tiranía. También escribió poemas, entre ellos, uno (22 de agosto de 1877) referido a la muerte de María de las Mercedes Blanco, de cuatro años de edad, hija del general Diego Alberto Blanco, con la cual jugueteaba cada vez que iba a visitarlo, tanto a él como a sus otros amigos el humorista Juan Bautista Blanco e impresor Alfredo Mario Blanco.
También en la ocasión los poetas Andrés Mata y Armando Barazarte dedicaron poemas a la niña. Los tres formaban una llave intelectual y producían la publicación semanal “Cabos sueltos del Orinoco”, que editaban en una imprenta situada en la calle Venezuela, frente a la antigua Farmacia El Águila.
Vargas Vila conoció y entabló amistad con el poeta Andrés Mata en Ciudad Bolívar. Mata, quien venía de su tierra Carúpano, donde había estudiado la primaria y dirigía un periódico llamado La Avispa. Ambos fueron huéspedes del Rector José Lorenzo Mendible, quien los alojó en el Colegio. Allí Vargas terminó de escribir su primera novela “Aura o las violetas” que mandó a publicar ese mismo año de 1887 a Cúcuta
Andrés Mata, por su parte, creció y se hizo diplomático y político llegando a dirigir un periódico en Santo Domingo y finalmente fundando el primero de abril de 1909 el actual diario El Universal de Caracas que dirigía uno de sus descendientes.
Vargas Vila prologó su poemario “Pentélicas” conocido y elogiado por las voces más autorizadas de su tiempo.
Uno de los poemas de Andrés Mata más cantado por los bolivarenses es sin duda éste de “Música triste”: “¿Un amor que se va?... ¡Cuántos se han ido!... Otro amor volverá más duradero y menos doloroso que el olvido / El alma es como pájaro inseñero / que, roto el nido en el ruinoso alero, / en otro alero reconstruye el nido. / Puede el último amor ser el primero. / Mientras más torturado y abatido, / el corazón del hombre es más sincero. / Tras de cada nublado hay un lucero, / y por ruda tormenta sacudido renace hasta morir el limnero (…)”. (AF)