Recopila las crónicas que diariamente vengo publicando en el Correo del Caroní y Red Social
lunes, 31 de diciembre de 2018
LOS BAILES DE FIN DE AÑO
Antes de la década de los años cuarenta había en Ciudad Bolívar los llamados “Bailes de salón”, y en Año Nuevo destacaba el del Club de Comercio entre las calles Orinoco y Constitución. Allí era el gran baile de la alta sociedad citadina en ocasiones importantes como la de Pascuas y Año Nuevo.
Nos cuenta la gente que vivió ese tiempo que músicos como el viejo Requesen, Víctor Zenón Ortíz, Manuel Antonio Díaz Afanador y muchos otros, tocaban en esos bailes selectos a donde iba la crema y nata de la sociedad angostureña. Los bolivarenses como los caraqueños estaban al día con la moda europea. Vestían frac, smoking o trajes de paltó azul marino combinado con pantalón crema de lanilla con rayitas; sombrero de pajilla y corbata “chateclé”, mientras las damas exhibían sus romantones y zapatillas de la época de Luis XV. Entonces se bailaba el vals, el pasodoble, la polka y el fox – trot. En las mesas se servía jamón Ferry, turrón Alicante, almendras y se brindaba con licores importados de las mejores bodegas europeas.
A otros niveles, en la periferia, las fiestas eran más sencillas. La gente prefería el Primero de Enero para divertirse con las comparsas que recorrían la ciudad, entre ellas, la burriquita, el sapo, el pájaro piapoco y el sebucán con el maestro Alejandro Vargas y Nicanor Santamaría a la cabeza acompañando a Rafaela Martínez, Chichí Arias, Emenegilda Flores, las hermanas María, Matilde y Julia Farfán, los hermanos Pantoja, los Tabare y la singular Negra Pura.
Estaban de moda las vitrolas ortofónicas que el comerciante Pedro Montes alquilaba tal como Edelmiro Lizardi lo estuvo haciendo después con aparatos de sonido y rockolas. Con estos artefactos las familias podían poner su fiesta. A la vitrola – RCA Víctor – había que darle cuerda con una manigueta y cambiarle la aguja de acero cada vez que tocaba dos o tres discos. Pololo, un empleado de la gobernación, se había hecho popular con una portátil que podía sacar fuera de su casa para sentarse en una esquina a darle serenata a su novia, una Valladares que vivía cerca de la bodega de Blas Caruso y vestía de amarillo el primero de enero en la creencia de que ello le depararía un año con suerte.
Las comparsas eran una tradición de Año Nuevo. El primero de Enero recorrían las calles de la ciudad y gran promotor de ellas fue el Negro Alejandro Vargas con su inseparable guitarra.
Hoy cuando muchas de estas costumbres y tradiciones han variado o desaparecido, nos encontramos ante la proximidad de un nuevo año y estamos como quien dice dispuestos y preparados para cumplir de alguna manera con el ritual de la celebración. No necesitamos disfraces para llorar el año viejo que se va como es costumbre en las comparsas del Oriente. Estaremos, caras frescas y bien despiertas, durante las doce campanadas, saboreando las uvas del tiempo que nadan en el líquido transparente u oscuro que parece darnos más vida de la que ordinariamente manifestamos. Estaremos, en fin, solidarios como el Sumo Papa proclamando paz y felicidad para todo el mundo. Estaremos con nuevo Sol despuntando siempre por el Oriente y cabalgando sobre el lomo de la Tierra en otro periplo traslaticio, bajo su luz que nos alumbra para que la eternidad sea cada vez más clara a los ojos de la ciencia.(AF)
domingo, 30 de diciembre de 2018
Pitos, Guaruras y las Uvas del Tiempo
Pero lo cierto es que con “Burro Negro”, al acabarse como
suelen acabarse o transformarse todas las cosas del mundo terrenal, el anuncio
del Año Nuevo quedó circunscrito a las doce campanadas del reloj de la Catedral
reforzadas con los pitos, sirenas y guaruras de los barcos anclados o surtos en
el río. Luego la tecnología moderna ha
colocado receptores de radio y televisión en
los hogares y ahora, en vez de cañonazos, campanadas o sirenas, nos
emocionamos al filo de la media noche con las notas del Himno Nacional
anunciando que un Nuevo Año llega cargado con todas las promesas y esperanzas
de la humanidad.
Costumbre
guayanesa casi extinguida era la de comerse las llamadas “Uvas del Tiempo” al
compás de cada una de las doce campanadas que anunciaban la transición del
año. En torno a la gran mesa de la cena,
cada miembro de la familia, de pie, iba calladamente experimentando un deseo
por cada uva consumida. En esa docena de
deseos podía estar la felicidad según la posición de cada quien ante el mundo
místico o real. Era un rito poético
heredado de la Madre Patria que el vate cumanés Andrés Eloy Blanco recoge en
poema escrito en la propia España y que también suelen trasmitir las emisoras a
la media noche: “aquí es de tradición en esta
noche / cuando el reloj anuncia que el año nuevo llega / todos los hombres
coman al compás de las horas / las doce uvas de la noche vieja”.
La costumbre guayanesa consistía en pelar las uvas y meterlas
en una copa de champagne, una hora antes de la media noche. Luego venía la ceremonia como ritual de la
consumición, el deseo y el brindis.
Cuando la ciudad se reducía al casco urbano y prácticamente no
existía el ruido de los automotores y de los artefactos eléctricos, era posible
oír las doce campanadas de la Torre de la Catedral. Después de los años cuarenta esto se fue
haciendo imposible y la gente se adaptó definitivamente a los medios radioeléctricos. A veces la radio transmitía las campanadas y
luego resultó más cómodo anunciar el año nuevo con el himno patrio.
Los bolivarenses comenzaron a oír el Himno Nacional anunciando
la entrada del Año Nuevo en diciembre de 1936, año en que el malogrado Enrique
Torres Valencia fundó la emisora “Ecos del Orinoco” en el Paseo 5 de Julio y al
año siguiente por Radio Bolívar que fundaron José Francisco Miranda y Pedro
Elías Behrens hijo.
Al romper el Gloria al bravo pueblo, la gente al unísono se
abrazaba como continúa haciéndolo dándose palmadas una con otra en la
espalda. Palmadas tímidas unos, palmadas
efusivas otros y palmadas demasiados fuertes los más extrovertidos, tan fuertes
que como alguna vez dijo Francisco Pimentel, el célebre Job Pim, te destrozaban
el talle o te medio descuartizaban y te invalidaban un brazo o una pierna. Después de esto continuaba el brindis, el
baile y los confites en medio de una explosión de alegría que tenía como puntos
neurálgicos la Catedral, la Plaza, el hogar y
los clubes con sus llamados “bailes de salón”.(AF)
sábado, 29 de diciembre de 2018
"BURRO NEGRO" Y EL NUEVO AÑO
Burro Negro era un cañón
grande montado sobre un par de ruedas estrelladas del cual todo el pueblo bolivarense
estaba pendiente en diciembre de cada año.
El que tal vez fue en un tiempo arma de muchas batallas, había quedado
en tiempos de paz como pregón para anunciar con su estampido la llegada de un
nuevo año.
Los soldados del Batallón Rivas acuartelados en el Capitolio como
antes se llamaba la hermosa Casa de la Plaza Miranda que estuvo luego ocupada
por la Prefectura y Comandancia de Policía, cuidaban y custodiaban a Burro
Negro y cada noche del 31 de diciembre lo rodaban hasta El Zamuro, lo atascaban
con pólvora y arcilla y a la media noche retumbaba Burro Negro con toda la
fuerza y poderío de su carga haciendo más sonora y emotiva la llegada del Año.
Después llegó el tiempo en que Burro Negro no pudo más y en la
medianoche de un 31 de diciembre se desintegró en su propia y última onda de
salitre, carbón, barro y azufre, sepultando así unos cuantos años de
tradición. Presintió tal vez e
advenimiento de otra forma más moderna – la Radio – de anunciar la transición
del año viejo al año nuevo.
El por qué se escogió un arma de guerra para anunciar la venida
del Año Nuevo cuando más profundo y sincero es el anhelo de paz y amor, no lo
sabemos. Acaso venía como reminiscencia
de las salvas para los grandes acontecimientos que se producían en Angostura
cuando era sede de los Poderes Supremos de la República.(AF)
viernes, 28 de diciembre de 2018
DEL AÑO VIEJO AL AÑO NUEVO
Antes, cuando no
había otro medio mejor, se anunciaba la transición del año en Ciudad Bolívar
disparando justo a las doce de la noche un cañonazo desde lo alto del Cerro
del Zamuro. El disparo bañaba con su resonancia a toda la
ciudad. Se hacía con un cañón llamado “Burro
Negro”
Todo lo que termina o está a punto de fenecer es viejo. Todo lo que comienza es nuevo. Lo nuevo, aunque no todas las veces, es
juventud, vigor, renovación, fuerza, camino abierto hacia la esperanza, camino
por donde el hombre aspira alcanzar, de acuerdo con su concepción filosófica,
la plenitud existencial. De manera que el hombre, aunque signifique uno menos
de vida para él, se contenta en la fase transitoria cada vez que el calendario
se renueva con la entrada de un nuevo año.
Porque su vida
organizada en periodos calendarios, que cumple metas con esa periodicidad
condicionada por su esfuerzo y el azar de la esperanza, aguarda lo predecible
de lo impredecible. Por ello se contenta
y lo celebra convencionalmente dentro del marco de la cultura tradicional o
no. Al fin, el hombre es materia y, la
materia es cambiante, permanece en constante movimiento. De allí que los modos y formas culturales de
celebrar el acontecimiento del año nuevo, cambien, sufran variaciones y hasta
se suplanten en la práctica y quede sólo existiendo como valor del proceso
cultural evolutivo por selección.
Y Guayana, como
cualquier otra región, no puede escapar de esta realidad de los cambios y de
las variaciones que se aprecian a medida que transcurren los años y se suceden
generaciones. Antes, por ejemplo, cuando no había otro medio mejor, se
anunciaba la transición del año en Ciudad Bolívar disparando justo a las doce
de la noche un cañonazo desde lo alto del Cerro del Zamuro. El disparo bañaba con su resonancia a toda la
ciudad. Se hacía con un cañón llamado “Burro
Negro”. (AF)
jueves, 27 de diciembre de 2018
DULCES Y HALLACAS BOLIVARENSES
Lourdes Salazar que vivió elogiando el queso de Brigidito Natera,
el dulce de lechosa de Carmelina, el turrón de merey de las Hermanas de la
Sierva y el Amorcito de Helena Palazzi, sabía más por herencia de dulce que de
hallacas, pero juraba que no pasaba una Navidad sin comerlas “aunque
últimamente han venido perdiendo muchos de su cuerpo y sabor antiguos”. Añoraba
las de Tomasa Jiménez Gambús y las de doña Nieves de Reverón.
Lourdes comentaba que la hallaca de la democracia ha sufrido,
como todo en este país, alteraciones en su original proceso de elaboración. La
harina precocidad y el aparato de prensar han reducido el proceso, pero les ha
quitado el sabor propio que le daba esa labor de ritual que comprometía a todos
los miembros del núcleo familiar, desde ir al mercado y escoger los frutos, sancochar el maíz dos días antes,
molerlo, amasarlo con onoto y manteca de cochino, formar las bolitas, preparar
luego las hojas de plátano, seleccionar las de tender o las de envolver, hasta
el guiso y las rodajas de huevo, las aceitunas y alcaparras que cada quien iba
por turno colocando sobre la masa tendida. Luego de todo este proceso que
comprometía a cada miembro de la familia, venía la cocción, el degustar y el
intercambio de hallacas entre vecinos y amistades en una sutil suerte de
competencia para decir al final, entre gustos y maneras, quien la hacía mejor.
Cada año había una familia que tenía mejor suerte en la sazón y así como cada
región de Venezuela alaba su hallaca, asimismo cada familia elogia la suya y es
corriente oír decir en estos tiempos “Hallacas como las de mamá, ninguna” (AF)
miércoles, 26 de diciembre de 2018
500 AÑOS DE HALLACA
Quinientos años de hallaca
es tiempo suficiente para que no sólo haya especialistas del oficio sino para
que también existan quienes se ocupen del estudio e investigación de la vianda.
Por supuesto, como ocurre con otras disciplinas, hay más quien la practique que
quien se ocupe de su estudio. Por ejemplo, Aquiles Nazoa fue durante su vida un
hallacólogo empedernido. Indagando en cierta ocasión encontró unas hallacas tan
bien hechas, tan bien confeccionadas por dentro y por fuera que se percibían
como una extraordinaria obra de arte. Fue entonces cuando escribió que “hay
hallacas que parecen haber sido hachas por Picasso. Si las hubiera comido,
habría dejado la pintura” y no estaba tan lejos de la verdad, pues eso
le ocurrió a un artista guayanés de las artes visuales de quien había, no se si
todavía, una estupenda escultura de hierro en el
Archivo Histórico de Guayana.
Humberto Gómez, quien en su época de estudiante ganó el primer
premio de escultura con su obra “Creación” en un salón de la
Universidad de Arkansas (Estados Unidos), al regresar a Ciudad Bolívar iba muy
bien en su trabajo artístico asombrando a todo el mundo, pero de repente lo
abandonó todo para asumir el oficio de hallaquero. Gómez junto con su esposa
Oliva confeccionaba hallacas todo el año.
Otra especialista en el arte culinario de la hallaca era doña Carmen
Tinoco de Dugarte. Usted iba por diciembre a su Rancho de la calle Pichincha y
encontraba aquella cocina abarrotada de hallacas por todas partes que le hacían
por encargo hasta de Caracas y Miami.
Para satisfacer la constante demanda desde que comenzaba
diciembre, doña Carmen se ayudaba con un “Cangrejo” que es un instrumento de madera de reciente creación para estirar
la masa. Anteriormente la masa se estiraba a puro dedo tal cual como se hace
con las empanadas, pero es un ejercicio penoso y lento, además, la gente dice
que la madera del cangrejo le resta un punto de sabor a la consabida.
Carmen que hacía hallacas desde que tenía 18 años, Era muy
solicitada por los días de diciembre, pues sabía cómo se preparan las hallacas
típicas de algunas regiones de Venezuela. En los Andes, por ejemplo, nos dijo
cuando la entrevistamos, se acostumbra aplicarle picante crudo y garbanzos a la
masa y siempre lleva carne de cochino. En Oriente hacen la hallaca igual que en
Caracas y Guayana. No obstante, advierte que hay lugares en Guayana donde el
guiso lo preparan con morrocoy y rodajas de papas sancochadas. Por lo general,
la hallaca es de gallina, pavo, carne vacuna y cochino. Esto, además de los
aliños, encurtidos, cebollas, aceitunas, alcaparras y ese punto, esa sazón muy
especial que sabe ponerle la experta dama de la casa con práctica y experiencia
en el doméstico arte culinario.
Carmen aprendió hacer hallacas al lado de Tina Camacho que a
comienzos del siglo veinte era muy elogiada por su guiso al igual que lo era
por sus dulces la madre de Lourdes Salazar. Para ella hacer hallacas era como
un rito que comenzaba el 2 de diciembre y terminaba la víspera del Año Nuevo.
Doña Carmen era de padres de la India, nacidos
en Calcuta, pero instalados en Guayana a muy temprana edad. Explotaban una
horticultura en las riberas del río San Rafael próximas al Puente Gómez. Ella
heredó de ellos la fortaleza, la longevidad y el difícil arte de cocinar que la
llevó con el tiempo a tener restaurant, primero en la calle Igualdad y luego en
la calle Pichincha donde se podía degustar la más variada y surtida comida
criolla en ambiente un tanto bucólico animado por dos loros, uno que le echaba
vivas a Copei y otro a Acción Democrática en medio de hilarantes groserías.(AF)
martes, 25 de diciembre de 2018
¿POR QUÉ EL NOMBRE “HALLACA” ?
¿Por qué tal especie de
tamal es llamada hallaca? Aún no lo sabemos con certeza. La escritora
tradicionalista Graciela Schael Martínez, basada en las investigaciones del
doctor Adolfo Ernst, dice que la voz hallaca es de origen guaraní. En la antigua obra “Tesoro de la Lengua guaraní”,
publicada en Madrid, a comienzos del siglo diecisiete, se habla de la palabra ayuaoaya,
que entre varias acepciones tiene la de revolver, mezclar y enredar.
Posteriormente, en el “Vocabulario Guaraní”, editado en
Río de Janeiro, se menciona el verbo ayua o ayuar, equivalente a revolver o
mezclar. De tal verbo surge el nombre ayuaca (lo que está mezclado o
revuelto). Por ello, ayuyaca o ayuaca, significa cosa
mezclada o revuelta, mezcla o masa. De acuerdo con esta interpretación de
Ernst, el origen de la palabra estaría en las voces que significan algo
mezclado, revuelto, mezcla o masa. Según el mismo Ernst, la más indicada
ortografía sería ayaca, eliminando la innecesaria “h” inicial.
El costumbrista Nicanor Bolet Peraza describió las hallacas así
en una de sus crónicas: “Son una especies de paquetes envueltos en
hojas de plátano dentro de las cuales se guarda cobijado con una masa, el guiso
sin pan; sabrosísimo manjar que no conocieron ni degustaron los dioses del
Olimpo, por lo que no pudieron seguir siendo inmortales”
De la hallaca suele decirse que nos viene desde que el Almirante
Cristóbal Colón se topó con estas tierras neo-continentales. Para entonces,
hace quinientos años, nuestros primitivos habitantes preparaban una torta de
maíz molido envuelta en hojas de cambures sancochadas en vasijas de barro.
Luego esta torta que probaron los extraños visitantes fue y sigue siendo
enriquecida en un largo proceso que no termina, con aportes de otras culturas
culinarias que la convierten en el más sorpresivo y siempre apetecido plato
navideño.
De esta manera nuestra secular y deliciosa hallaca ha podido
abrir camino hacia otras nacionalidades hasta el punto de que reputados
cocineros internacionales suelen encargarla por esta época a personas criollas
especializadas que además de haber heredado de sus ascendientes la fórmula
exacta de la masa y el guiso han sido sensibles a las exigencias del gusto
moderno incorporando a la mezcla otros ingredientes. (AF)
LA CONSABIDA HALLACA
En Guayana y en
el resto del país podrán faltar el pesebre, el arbolito de Navidad, las luces
de bengala y los tradicionales regalos, pero jamás la siempre bendita y
consabida hallaca.
Este exquisito condumio, el que mejor posiblemente simboliza la
mezcla de nuestra cultura hispana y aborigen, es el plato por excelencia
durante estos días de diciembre. En oriente, occidente, el llano, la montaña y
la selva, la hallaca está siempre presente, especialmente a la hora de la cena
de Navidad y Año Nuevo.
Aunque con gustos, aromas, sabores e ingredientes variados según
la región en particular, la hallaca es infaltable en el ritual hogareño de los
días decembrinos. Envuelta en requemadas y oscuras hojas de plátano, amarrada
con pabilo, guaral o majagua; cuadrada o rectangular; en su punto de sazón
tradicional, picante, dulce o ligera de sal; con rodajas de papas o de tomates;
ciruelas pasas o garbanzos, siempre será hallaca aquí o en el restaurant de la
Torre Efiel a donde un día se la fue a comer con todo su elenco artístico el
show- man Renny Ottolina en una de esas
cabalgatas televisivas con las cuales penetraba los hogares Venezolanos.
La hallaca es un plato autóctono venezolano, muy nuestro y al
que la cultura del conquistador agregó otros ingredientes como las especies,
pasas, aceitunas, alcaparras y el vino que civilizaron su valor alimenticio, la
refinaron e hicieron digna de una ocasión tan universal como la Natividad y el
Año Nuevo.
Y así como los ingleses en su noche de pascuas tienen su
“Plumpudding”, los finlandeses su pastel de arroz con una sola almendra, los
polacos su cerdo asado, los norteamericanos su pavo y los españoles su pierna
de jamón, nosotros tenemos nuestra hallaca o hayaca como la escribe la Real
Academia de la Lengua.(AF)
sábado, 15 de diciembre de 2018
BOLÍVAR A UN PASO DE LA MUERTE
El 16 de diciembre de 1830 Colombia aguarda consternada la muerte de su libertador que según su diligente médico de cabecera, el francés Alejandro Próspero Reverend, debía producirse de un momento a otro porque ya hasta los remedios y los cuidados eran inútiles.
Hacía seis días que el Obispo de Santa Marta, J. M.
Estévez lo había confesado y recibido el viático. Entonces dictó su proclama a los colombianos
después de haberla corregido tres veces y otorgó su Testamento declarando que
no tenía más propiedades que las minas de Aroa y algunas alhajas y manifestó su
voluntad de que sus restos fueran depositados en su natal ciudad de Caracas.
Cerca de él
están su fidelísimo compañero José Palacios, atento a todos sus movimientos;
los generales Mariano Montilla, José Laurencio Silva, José Sardá, José María
Carreño, Joaquín de Mier, el doctor Próspero Reverend y otros que hablan en voz
baja. Bolívar está en los huesos. La tuberculosis ha sido implacable.
Días antes había sostenido este diálogo con su médico el
doctor Reverend:
-
Y usted ¿qué vino a buscar a estas tierras?
-
La Libertad
-
¿Y la encontró?
-
Si, mi general.
-
Usted, es más afortunado que yo, pues todavía no la
he encontrado. Con todo, vuélvase usted
a su bella Francia en donde ya esta flameando el pabellón tricolor. Aquí en este país no se puede vivir: hay muchos canallas... ¿Le agradaría a usted
ir a Francia?
-
De todo
corazón, mi general.
-
Pues bien, póngame usted bueno, doctor, e iremos
juntos.
Pero
el Libertador de Colombia no pudo mejorar ni ir a Francia... Estaba a un paso de la muerte. (AF)
domingo, 9 de diciembre de 2018
EDUARDO SANTANA: PERIODISTA CENTENARIO
Parece mentira que el colega, manojo de nervios y de palabra, siempre por delante como peón de Ajedrez, se haya convertido en un longevo hiperactivo, sin tener jamás que ocultar su edad., porque si algo de bueno tiene Santana es la franqueza. Este periodista, a nuestro modo de ver, sintetiza el esfuerzo y la pasión por la profesión de un tiempo en que los recursos técnicos de hoy escaseaban y porque la cibernética que ha venido a revolucionar el mundo de la comunicación actual aún estaba en pañales. El modo de hacer periodismo era distinto medio siglo atrás. Para entonces, Eduardo Augusto Santana Quevedo, caraqueño nacido el 13 de diciembre de 1919 de San Juan, venido del vientre de una india de Paracoto unida a un descendiente de Canario, era un periodista de ruedo y tablero que borroneaba cuartillas detrás del burladero, alternando como mozo de espada de César Girón. También limpiaba zapatos y pregonaba los diarios. Ahora, El Heraldo, La Esfera y Últimas Noticias donde escribió deportivamente sus primeras notas. Eduardo Santana tenía que hacer todo eso porque su padre que tenía veleidades de revolucionario antigomecista debió ir a la cárcel como tantos otros. Por los caminos del pregón llegó un día a ser un buen periodista, primero en el diario La República y después en El Bolivarense. Se hallaba trabajando para La República cuando en Bolívar se registró el famoso Caso Biaggi Fue la misión que le encomendó Monicaco desde la jefatura de redacción de La República y por esa vía penetró y se quedó en Guayana hasta el sol de hoy. El Caso Biaggi conmocionó a Venezuela y llevó al diario La República a multiplicar asombrosamente su circulación en el Estado Bolívar. Para Eduardo Santana, desde el punto de vista profesional éste es el caso que más lo satisfizo pues realizó una labor casi policial de investigación para poder llenar la ansiedad del lector en ese caso del sacerdote indiciado en la muerte de su hermana. Con mayor oferta, Santana dejó La República y se fue de corresponsal y distribuidor de El Bolivarense y Antorcha en la zona del hierro, cuando el Caroní se trasponía en chalana. Había que levantarse a las 4 de la madrugada a buscar la noticia y vender el periódico, única forma de redondearse el sueldo. Vida azarosa la de entonces cuando lo importante no era circular temprano sino dar el tubazo. Santana una vez, y no por recibir tubazo, se cayó al río con periódico y todo y por poco se ahoga. Ese día no pudo vender el diario ni repartir las suscripciones. No sabe todavía cómo pudo hundirse en el río, acaso porque estaba enamorado y la muchacha le exigía matrimonio. Para qué casarse si cuando lo hizo quedó viudo a los 6 meses. Se llamaba Yolanda. Después de allí hasta el día de hoy fue puro empate. Niobe, artista plástico, con la que tuvo 2 hijas y Adelaida con 4 y dos nietos. En un diálogo de nunca acabar y donde la locuacidad del interlocutor rebasa las preguntas, Eduardo Santana sostiene que su pasión ha sido constantemente el ajedrez, que lo ama tanto como a una reina y que de ello hubiera podido dar fe el extinto Miguel Otero Silva con quien jugó más de una partida cuando todavía no había llegado a los 20; Arístides Bastidas, Pedro Juliac, Frazer, el gocho Guerrero Pulido y tantos otros que fueron sus contendores por allá en los años de la década de los cuarenta cuando Venezuela por la vía de Medina Angarita y de la llamada Revolución del 18 de octubre se asomaba al disfrute de una democracia que hoy padece los embates de una crisis (AF)
viernes, 12 de octubre de 2018
JOSEFINA VILLEGAS
Josefina
Villegas nació en Barrancas del Orinoco donde hace más de 470 años Diego de
Ordaz combatió a los uriaparias o uyapary que se oponían violarla con el bauprés de sus
barcas colonizadoras la virginidad de
Guayana. Allí en los escombros
barracoides de los uyapary nació ella en el tercer mes del año 1921 y se sembró
con su familia en Ciudad Bolívar cuando apenas cumplía dos años de edad. Dee
madre carupanera y padre de descendencia francesa.
Tuvo la fortuna de ser cortejada en su juventud
por uno de los ganaderos más famosos de la ciudad y vivir casada con él por más
de cincuenta años. Mujer ideal, fabulosa
en todo y de relevante sensibilidad social.
Josefina cantaba, tocaba
el piano, el cuatro, la guitarra. Era la vedette de suntuosas veladas citadinas,
compuso varias canciones, Yurimia que trascendió en la voz de Carlos Almenar Otero:
Canaima, Cantarrana y el Himno Nacional de los ganaderos. Su hijo único, Noel, muerto primero que ella, era diseñador y
publicista, pero vino un día en que
renunció al taller de impresión
y se fue a buscar oro en el lecho del río Caroní. Le quedaba su nieta Mariel que obstinada en
Caracas de tantos atracos y amenazas tuvo que irse al Norte donde se caso con
un joven de nacionalidad portuguesa que la cuida y le da la seguridad que no
pudo hallar en la Venezuela actual.
Mientras vivió en Ciudad Bolívar, josefina compartía
el hogar y faenas llaneras de su esposo con una labor social durante cuarenta
años al lado de la China Monserrate,
esposa del Ingeniero Graterol que construyó la Carretera Ciudad
Bolivar-Caruachi, otrora camino de tierra para luego de cruzar el Caroní en
barcaza, hacer más corta y directa la distancia hacia la Villa del Yocoima. En esa labor social se incluye la Vivienda
para huérfanos y desamparados en la Escuela Bolívar de San Isidro.
Josefina se hizo llanera al lado de su esposo Raúl
Villegas, montando caballos y arriando ganadlo en los hatos, el Rubí, Las
Queseras, el León y Cantarrana. Esos
fundos eran bien conocidos por el tribuno Manuel Alfredo Rodríguez, a quien
Raúl protegía como un hijo. El padre de
MAR, Manuel Carrillo, distribuidor de los otrora famosos cigarrillos Bigott y Bandera Roja, era gran amigo y compadre de
Raúl Villegas y a través de ese lazo
se quedó aferrado a su afecto desde que era un chamo el grandote de Manuel Alfredo Rodríguez que no llegaba
a Ciudad Bolívar sin visitar su casa de
la avenida Táchira.
Raúl Villegas era de Tumeremo donde nació cuando su padre el General Héctor Villegas, nieto de don Antonio Liccioni, que se tenía entonces como el
corso más rico de Guayana, se dedicaba al comercio del balatá y el oro.
La madre de Raúl era Pepita Ruiz, descendiente del médico José Angel Ruiz, presidente del Estado
Bolívar en 1880-1892 y fundador del
Hospital Ruiz en el edificio que hoy sirve
de asiento a la municipalidad. Ella era casada con el general Héctor Villegas Liccioni, quien estuvo dos
años preso en el Castillo de Puerto
Cabello, por hacerle oposición a Cipriano
Castro desde las trincheras de la Guerra
Libertadora que tuvo a Ciudad Bolívar como último baluarte. Como vemos,
el esposo de Josefina era de prosapia
tanto en lo político como en lo social y siguiendo ese camino se
destacó como servidor público, dirigente gremial y productor
agropecuario. (AF)
lunes, 1 de octubre de 2018
Caicara y el Tirano Aguirre
Caicara
del Orinoco tiene y utiliza un atracadero fluvial llamado Puerto Aguirre, que
recuerda, según se ha especulado, al
Tirano Lope de Aguirre, quien navegando el Orinoco se habría detenido allí para
descansar, reparar y calafetear sus bergantines. Pero conocedores del tema
historiográfico disienten de tal especulación toda vez que el Tirano Lope de
Aguirre jamás navegó el Orinoco sino el Rio Amazonas o Marañón, desde el Perú
hasta su desembocadura en el Atlántico para proseguir la navegación hasta la Isla de Margarita y
desde allí, según su proyecto político-belicista, llegar hasta Tierra Firme, fortalecer
su ejército en Panamá y finalmente completar su ciclo de vuelta al Perú donde
pensaba con sus marañones armados de arcabuces, destronar al virrey, alto
representante en América del Rey Felipe II, a quien odiaba y contra el cual se
rebelaba.
Aguirre
empezó su aventura afiliándose como soldado en la Expedición de Pedro de Ursúa,
a quién el Rey había comisionado para continuar la búsqueda de El Dorado que
según los conquistadores era una ciudad fabulosa por sus grandes riquezas
auríferas y que hasta entonces había sido muy difícil localizar en medio de la
selva umbrosa.
Pues
bien, Lope de Aguirre que aparentemente
parecía un ser físicamente insignificante pues era corto de estatura, cojo y
cenceño aunque de aire atravesado, resultó ser todo un respetable Maestre de Campo
que supo aprovechar ciertas debilidades de Ursúa para apoderarse del mando.
Este
hombre, siempre blindado, con loriga y espada por el día y por la noche, era sumamente desconfiado y con olfato
intuitivo bien desarrollado para detectar a sus adversarios y eliminarlos a
garrotazos, cuando no degollados o ahorcados con un cordel para lo cual
utilizaba a “Carolino” y “Juan Primero”, dos negros congoleses que después de
su obra macabra cantaban y bailaban sobre las tumbas de sus víctimas.
En
Margarita, a donde arribó el lunes 20 de julio de 1561, fue la hecatombe. Mató bajo engaño al Gobernador
Villaldrando, Alcalde y demás
autoridades. Ni los sacerdotes escaparon. Si acaso su alter ego intelectual el joven
Pedrarias, a quien utilizaba como escribano y entretenedor de hija Elvira, linda mestiza de piel dorada que asesinó para que
no la llamaran la “hija de un traidor”, ya cuando en Barquisimeto se vio
perdido y abandonado por su ejército de marañones que desertó y se pasó al
campo del Rey. (AF)
sábado, 22 de septiembre de 2018
Ligia Figarella, primera mujer al volante
Ligia Figarella se tiene, si no la primera, una de las primeras, que
condujo un automóvil por las empinadas calles de Ciudad Bolívar. Resultó sensacional para los citadinos
apegados a la costumbre de ver sólo ejerciendo tal oficio o habilidad reservado
sólo a varones.. Eso cree, Silda Cordoliani, quien me mandó la
fotografía. de la entonces juvenil Ligia
Figarella, casada después con Miguel Vicente Trotta, quien fue Presidente del
Concejo Municipal (1962). Como vemos, era un carro lujoso y moderno para los
años cuarenta. El Primer automóvil llegado a la capital orinoquense era un Dion Bouton francés importado por Santos
Palazzi, pero el de Ligia parecer un
Oldsmobile norteamericano. Estacionado en el Aeropuerto en medio del gentío que
fue a recibir al entonces nuevo Obispo de Ciudad Bolívar Juan José Bernal
Ortiz (1949-1966).
Monseñor, a
quien vemos dentro del auto, venía del
Estado Lara a ocupar la silla
episcopal de Guayana dejada por Monseñor Miguel Antonio Mejía.
La Junta
Militar de gobierno presidida por el Coronel Carlos Delgado Chalbaud lo postuló
ante la Santa Sede para llenar la vacante de Monseñor Mejía y su Santidad el
Papa Pío XII lo preconizó Obispo de Guayana y como tal fue consagrado en la
Catedral de Caracas el 13 de noviembre de 1949.
El 18 de diciembre de ese año llegó en avión a Ciudad Bolívar
para tomar posesión de la Diócesis. Entonces fue objeto de un caluroso
recibimiento contagiado con las festividades de Navidad y año Nuevo. Ese mismo
año, dos meses antes, había sido electo también Obispo de Cumaná, Monseñor
Crisanto Mata Cova.
La gestión episcopal de Monseñor Bernal se extendió hasta
julio de 1966 –16 años-. Tiempo durante el cual creó 19 parroquias, construyó
el Seminario Cristo Rey de Ciudad Bolívar y las Iglesias de Pariaguan, El
Tigrito, San Tomé, Santa Ana, San Joaquín, Anaco, Guasipati, Puerto Ordaz,
Ciudad Piar, El Pao, Upata, El Dorado, Tumeremo, San Francisco de la Paragua,
Caripito, Maturín, Quiriquire y Caicara de Maturín. Así mismo fue construido un
nuevo Palacio Arzobispal en las afuera de la ciudad y la capilla y Colegio de
la Divina Pastora. Parte del Vicariato Apostólico del Caroni fue incorporado a
la Diócesis.
Por Bula Pontificia el 21 de julio de 1958, Ciudad Bolívar es erigida canónicamente en Arquidiócesis y Monseñor Bernal se convierte en el Primer Arzobispo de la Capital Bolivarense. (AF)
Por Bula Pontificia el 21 de julio de 1958, Ciudad Bolívar es erigida canónicamente en Arquidiócesis y Monseñor Bernal se convierte en el Primer Arzobispo de la Capital Bolivarense. (AF)
lunes, 6 de agosto de 2018
Guayanesa brilla con su voz en los escenarios de España
María
Eugenia Briceño, nacida en Ciudad Bolívar, brilla en escenarios de España con
su voz de soprano coloratura,
Ella
se inició en la Cátedra de Canto a cargo de Eduardo Melgar y Rosita del
Castillo en el Conservatorio Antonio Lauro creado en 1987 por el entonces
Gobernador René Silva Idrogo, luego en Famicanto con los mismos profesores.
En
una de las salas de la Casa del Congreso de Angostura, noviembre de 1997, los
bolivarenses tuvimos la ocasión de verla, sentirla y aplaudirla por primera vez
al lado de sus compañeros de estudio Omar Gutiérrez, Rudelmis Montero, Alfredo
Bonilla, Edgardo, Zoraime y Katiuska
Rodríguez, Carlos Pérez, Eduardo Espinoza Ramón Gallardo, Adriana Yépez
y Della Grudelle Iotta, quienes interpretaron obras o parte de las obras de los
grandes de la música culta como Mozart, Handel, Puccini, Estévez, Moleiro y
Giordani, acompañados al piano por Sergeis
Pylenkoff.
Maria
Eugenia, luego de salir de las manos de Eduardo Melgar Viamonte y Rosita del
Castillo, quienes la modelaron y enseñaron técnica vocal, estudió en el
Conservatorio Superior de Música José Ángel Lamas y Escuela Superior de Música
José Reyna de Caracas.
Ha actuado en importantes
escenarios de Venezuela entre ellos, el Teatro Teresa Carreño, Teatro Nacional
de Caracas, Teatro Municipal de Caracas, Teatro Municipal de Chacao, Aula Magna
de la Universidad Central de Venezuela y Teatro de la Opera de Maracay.
Ha interpretado los roles de
Gilda, Lauretta y Zerlina en las Óperas Rigoletto, Gianni Scchichi y Don
Giovanni respectivamente. También ha actuado como solista en Galas de Óperas,
Sinfónicos Corales y Oratorios, entre los que se pueden mencionar: Réquiem de
Mozart, Requiem de Fauré, Requiem de Lloyd Webber, Gloria de Vivaldi, Carmina
Burana y Novena Sinfonía de Beethoven, Misserere de José Angel Lamas; cantando
con Orquestas Sinfónicas su país, como la Orquesta Sinfónica de Venezuela,
Orquesta, Municipal de Caracas, Orquesta del estado Miranda, y bajo la batuta
de los reconocidos directores venezolanos Alfredo Rugeles, Ángelo Pagliuca,
Felipe Izcaray, Gregory Carreño, Nazil Baez-Finol y Javier Abi-Hard. De igual
manera fuera de sus país ha ofrecido recitales en la Basílica de La Sagrada
Familia y el Real Monasterio Santa María de Pedralbes de Barcelona y la
Catedral de Valencia y Universidad Politécnica de Valencia (España), Saint
Petersburgo y Miami (EEUU).
Ha participado en los
Concursos Internacionales de Canto Lírico “Montserrat Caballé” (España), y en
el “Barry Alexander International Vocal Competition” (New York, EEUU), siendo
galardonada con el segundo premio en este último.
Ha recibido clases magistrales
con la soprano Española Montserrat Caballé, quien la calificó emocionada como
una voz privilegiada, elogiando su musicalidad y técnica; augurándole una
exitosa carrera.
Su repertorio academico es
especialmente belcantista Rossini, Bellini y Donizetti e interpreta con
frecuencia el repertorio latinoamericano y venezolano.
Paralelo a su formación
Musical, se ha formado como MSc. en Ciencias Gerenciales, mención Gestión
Cultural, Licenciada en Administración y Locutora, desempeñándose entre otras funciones, como Coordinadora
Musical del Teatro Teresa Carreño. Actualmente se encuentra residenciada en la
ciudad de Valencia (España) donde perfecciona su técnica vocal, es Doctoranda
del programa de Gestión de las Industrias de la Comunicación y Culturales en la
Universidad Politécnica de Valencia y conduce su programa radial: Por Amor al
Arte, un espacio dedicado a difundir las novedas y agenda cutural de la
comunidad de Valenciana, la promoción de la obra de los grandes maestros
universales de las artes y de los emergentes.(AF)
jueves, 2 de agosto de 2018
En 1892 el Orinoco tapó la Piedra del Medio
Desde la existencia de la Angostura del Orinoco, no se tiene memoria de una crecida tan
gigantesca como la del 10 de agosto de 1892 cuando el nivel del Río, aún sin la muralla, alcanzo los 19,14 metros sobre el nivel del mar. Las aguas desbordadas taparon la
Piedra del Medio y modificaron temporalmente la geografía de la capital
bolivarense, transformada en una isla más de las muchas que tiene el Río Padre.
El Orinoco reanuda su ciclo en
mayo y crece, crece sin cesar hasta agosto que es cómo decir el mes tope de sus
aguas y de las angustias ribereñas.
Aquel
año de la década final del siglo dicienueve fue así. Creció incesante como
nunca, se desbordó en cada curva y recuperó predios milenarios casi perdidos;
arrasó cementeras y bohíos, inundó núcleos urbanos hasta los techos y se
dislocó como un animal incontenible el río. Vulneró sus controles, resquebrajó
La Muralla. La Alameda era un
chorro vuelto corriente impetuosa hasta internarse en la Laguna El Porvenir y
restregarse contra Cerro Azul. La Colina del Vigía con sus altas, pequeñas y grandes edificaciones quedó sitiada por las aguas turbulentas y las calles de la parte plana paralelas
al río prácticamente sepultadas. Toda la ciudad parecía como flotando
después de un naufragio sorpresivo.
Ciudad
Bolívar entonces tenía concentrados en el cerro urbanizado unos 20 mil
habitantes, impotentes, rendidos ante el espectáculo desbordante y telúrico de
las aguas. Dios en ese momento parecía no estar de su lado y Monseñor José
María Durand, obispo recién posesionado de la Diócesis, no hallaba qué hacer
sino elevar plegarias a San Isidro Labrador para que apaciguara las lluvias
diluvianas en cabeceras y afluentes mientras el gobernador José Ángel Ruiz
acopiaba todos los recursos para hacerle frente a una situación de desastre.
El
resto de Venezuela ignoraba lo que ocurría en Ciudad Bolívar y en los poblados
ribereños que iban desde el Amazonas hasta el Delta, porque las comunicaciones
eran lejanas, difíciles, tardías y el país se hallaba absorbido por la
Revolución Legalista del General Joaquín Crespo, frente al continuismo del
doctor Raimundo Andueza Palacios. Una revolución que parecía ignorar los
conflictos fronterizos del momento con Colombia y también con Inglaterra
asegurando que sus dominios llegaban hasta Guasipati y por ello se oponía a la
construcción de un ferrocarril hasta el Yuruary.
Venezuela
contaba con 2 millones de habitantes y la provincia de Guayana era la más
despoblada con relación a su extensión territorial. Guayana era grande y
pequeña a la vez frente a dos grandes calamidades que amenazaban su existencia
y soberanía: los ingleses por el sur y por el Norte el Orinoco que
inusitadamente llegó a sepultar la famosa piedra del Medio.(AF)
domingo, 22 de julio de 2018
MIGUEL LIMA OSTOS
Falleció varios día luego de cerrar su consultorio, siempre colmado de pacientes de todas parte, este Médico cirujano,
especializado en fisiología y dermatología, político desde las filas de Acción
Democrática llegando a ser en representación de ese partidos diputado durante tres
períodos seguidos y Presidente de la Asamblea Legislativa
del Estado en 1980 y 1984.
Miguel
Oswaldo Lima Ostos nació en Caracas el 15 de enero de 1938 y en esa misma
ciudad cursó estudios primarios y secundarios en el Instituto San Pablo e Instituto Escuela Luego ingresó a la Universidad Central
de Venezuela para estudiar medicina, carrera que culminó el 4 de agosto de 1960, a los 22 años de
edad, con la distinción Magna Cum-Laude, por haber obtenido un promedio de
dieciocho puntos durante sus estudios en
la Facultad
de Medicina además de 14 diplomas de sobresaliente de un total de 26 materias
de que constaba el Pensum de estudio de la carrera de medicina para esa época.
Realizó
cursos de Postgrado en Fisiología en la Universidad Central
de Venezuela, entre 1960 y 1962; estudios de postgrado de Fisiología y Fisiopatología
y entrenamiento medico en Respiratorio y Endocrinología en el Medical Center de
San Francisco, California, Estados Unidos, del 1 de septiembre de 1964 al 15 de
junio de 1967, obteniendo el Master en arte en fisiología con promedio de A.
Posteriormente un postgrado en
Dermato-venereología en la
Escuela de Graduados en Dermatovenereología de la Universidad de España,
entre el 1 de mayo de 1973 y el 15 de octubre de 1974 que le valió el
certificado de Especialista.
Ha hecho cursos también de Relaciones
Humanas, de Inmunología y enfermedades cutáneas, cursos de actualizaciones
Dermatológicas y Médico Quirúrgico, Cursos de Talleres de Educación Medica,
etc.
Se inicia en la actividad docente como
profesor de Fisiología del tercer y cuarto año de bachillerato en el Instituto
“San Pablo” de Caracas (957 y 1960). Posteriormente es seleccionado por la Universidad de Oriente
e ingresa a la citada Institución como Becario-Docente en Postgrado becado a
nivel de la
Universidad Central de Venezuela, a partir del 1 de junio de
1960.
Aquí en la Escuela de Medicina de la UDO ejerce la cátedra de
Fisiología y seguidamente pasa a ejercer la Jefatura del Departamento de Ciencias
Fisiológicas desde 1963 a
1973.
Asciende a profesor asistente entre 1962 y
1967. De igual manera a Profesor Agregado y por riguroso trabajo de ascenso
alcanza la categoría de profesores Asociados y finalmente Profesor Titular
hasta su jubilación
Ha sido Subdirector de la Escuela de Medicina,
Miembro de la
Comisión Coordinadora del Iv Seminario de Educación Médica,
Miembro del Tribunal disciplinario de la ASEUDO y del Colegio de Médicos del estado
Bolívar, representante profesoral ante la Subcomisión de
Clasificación del Núcleo Bolívar y por varias veces encargado de a Dirección de
la Escuela de
Medicina de la Universidad
de Oriente, Coordinador del Anteproyecto de Creación de la Facultad de Ciencias de la Salud en el núcleo Bolívar
de la UDO..
Jefe Médico Venereólogo de la Unidad Sanitaria
de ciudad Bolívar, Médico Dermatólogo del IPASME; Dermatólogo Consultante de
las FAV, INOS, CADAFE, INAVI, Director de INCRESUR y posteriormente Presidente
del mismo Organismo, desde enero de 1976, hasta el 30 de agosto del 1978.
Ha asistido a varios Congresos nacionales e
internacionales en su campo profesional y recibido botón y placa de
reconocimiento por parte de la
Universidad de Oriente tomando en cuenta sus años de
servicios y la publicación de unos veinte trabajos científicos en revistas
nacionales y de difusión internacional.
En la actividad política se destaca como
miembro del Buró de Educación Superior durante los años 1962 al 1964,
Secretario de Profesionales y Técnicos de Acción Democrática en los periodos 1970 a 1973, y desde mayo de
1975 hasta la presente fechas.
En las elecciones del 3 de diciembre de
1978 fue electo diputado a la Asamblea
Legislativa en representación de su partido Acción
Democrática y dos años después, 1980, elegido Presidente de la Cámara. Asimismo en las elecciones
del domingo 4 de diciembre de 1983 fue reelecto por cinco años más y ejercido de nuevo la Presidencia en 1984 al
tiempo que ejercía la jefatura de la Fracción Parlamentaria. Volvió a ser elegido diputado en las
elecciones generales de diciembre de 1988.(AF)
miércoles, 27 de junio de 2018
200 AÑOS DEL CORREO DEL ORINOCO -Sexta y última parte-
Cuando el General Carlos Soublette ascendió a la Presidencia de la República fue sugerido para trasladar la prensa a Caracas. Siendo Cumaná capital de Departamento Orinoco igualmente hubo esa intención, pero siempre los angostureños se opusieron y para que no corriese el riesgo de oxidarse por falta de actividad, el gobierno se la cedió al tipógrafo de origen veneziano, José Cristiano Vicentini, quien residía en Angostura desde 1839. Vicentini, la sumó al Taller donde se imprimió El Filántropo, periódico de los liberales que hacía oposición al gobierno del general Tomás de Heres, así como otro semanario de vida efímera.
Para 1870 los talleres de impresión de Vicentini pasaron a propiedad de Juan Manuel Sucre, sobrino del Gran Mariscal de Ayacucho y, finalmente, la Prensa del Correo, ya superado por los adelantos tecnológicos que se operaban en los sistema de impresión, quedó abandonada.
A principios del siglo XX denunciaron en un periódico local que la histórica prensa se hallaba semienterrada en la casa Nº 17 de la calle Dalla Costa y el propio director de “El Luchador”, Agustín Suegart, la rescató y la acomodó en su Editorial La Empresa de la calle Venezuela. Finalmente sus descendientes, la donaron al historiador Bartolomé Tavera Acosta, quien la puso a la orden del Gobernador Arístides Tellería en 1911para que la ofreciera al Museo Nacional de la Historia en Caracas. Allá fue a tener y allá permaneció hasta el 15 de noviembre de 1973 cuando por iniciativo de la Sociedad Amigos de Guayana, fundadora del Museo de Ciudad Bolívar en la Casa del Correo del Orinoco, retornó a ese recinto donde se venera como prominente símbolo del periodismo de la patria libre.(Tomado del libro "Periodismo en Guayana" de Américo Fernández)
martes, 26 de junio de 2018
200 AÑOS DEL CORREO DEL ORINOCO -Quinta parte-
Andrés Roderick, con su recién llegada imprenta venida de Filadelfia, optó por quedarse en Maracaibo aprovechando que esta provincia de yodo y mar en poder de los realista había proclamado su independencia el 28 de enero de 1820 y por otra parte, porque eran serias las dificultades par seguir cargando hasta Cúcuta con la pesada máquina tipográfica como bien quedó evidenciado en la nota que después publicaría el Correo a manera de editorial:
“Casi al momento mismo de proclamarse aquí la Independencia, y cuando la sabiduría del Gobierno se ocupaba en las muchas y graves atenciones que son consiguientes a la transformación política de algún pueblo, nos llegó cojo un don precioso emanado del Cielo, una de las mejores Imprentas de la República, con destino a Cúcuta para el servicio del Supremo Congreso; pero la dificultad de conducirla por caminos de tierra; la lisonjera esperanza de que venga a establecer aquí el augusto Tribunal y más que todo el ahínco del gobierno de proteger los Pueblos desde le momento mismo en que se acogen bajo el sagrado auspicio de las leyes sabias y liberales, han hecho superar obstáculos que se oponían a tan útil establecimiento”.
Superado los obstáculos para que la imprenta se quedara en la capital zuliana, el impresor del Gobierno Supremo, de acuerdo con Monseñor Mariano Talavera y Garcés, instaló su máquina en la calle del Libertador (antes calle nueva) Nº 11) y en ella editó el Correo Nacional, prospecto que llegó a Angostura en agosto de 1821 y cuyo editorial reproduce el Correo del Orinoco en su edición 112 con esta nota al pie: “Insertamos este prospecto, no sólo con el fin de animar a las demás provincias del departamento de Venezuela a la imitación del bello ejemplo que ofrece la de Maracaibo, si no también para invitar a nuestro Compatriotas a suscribirse á un Periódico que promete á ser satisfactoriamente desempeñado”.
El semanario estuvo circulando desde el 14 de mayo hasta el 10 de noviembre de 1821, el servicio de los intereses de la República y en una segunda etapa volvió a salir el 20 de enero de 1822. En la misma imprenta se editó Concordia del Zulia y después de la Toma de Maracaibo por el realista Francisco Tomás Morales, se editó el 23 de enero de 1822 El Posta Español que estuvo circulando durante un año.
En 1824, Andrés Roderick abandonó la tipografía y se asoció al colombiano José Padilla en un negocio panadero. En 1828 se marchó a Bogotá donde lo aguardaba con mejores perspectivas la tipografía de Zoilo Salazar. Permaneció en la capital colombiana hasta el día de su muerte ocurrida en abril de 1864.
Al dejar de circular el Correo del Orinoco el 23 de marzo de 1822, la prensa donde se editaba (The Washington Press) no sirvió sino para hacer efectiva la promulgación de algunas leyes del Gobierno Regional, pues otro periódico no tuvo Guayana sino en 1838, El Telégrafo, editado en una segunda imprenta traída a Angostura por Lorenzo Ayala, a través de la firma mercantil Dalla Costa. (Tomado del libro "Periodismo en Guayana" de Américo Fernández)
lunes, 25 de junio de 2018
200 AÑOS DEL CORREO DEL ORINOCO -Cuarta parte-
La coordinación, redacción o dirección del periódico siempre estuvo a cargo de algún miembro de la Directiva del Congreso de Angostura o del Ejecutivo. En este caso, de Francisco Antonio Zea, Juan Germán Roscio y José Rafael Revenga, fundamentalmente.
Constaba de cuatro páginas, texto 18x26 centímetros escritos a dos columnas hasta el Nº 11 y a 3 columnas en adelante. La suscripción costaba un peso por tres meses para las provincias. Esto hasta la edición 91 en que el impresor Tomás Bradshaw, sustituto de Roderick, tratando de aumentar la circulación lo puso a real y medio al pregón y a seis pesos la suscripción anual.
Roderick dirigió el Taller hasta enero de 1821 cuando recibió orden superior de trasladares a Cúcuta, capital del Gobierno de Colombia. Dejó la impresión del periódico en manos de Tomás Bradshaw, quien trasladó el Taller a la casa del Congreso de Angostura. Luego en abril del mismo año y desde el Nº 100 el taller e impresión del periódico quedó bajo la responsabilidad de William Burrel Stewart, quien lo cerró con la edición 128 del 23 de marzo de 1822, prácticamente al término de la gestión del coronel José Ucroz, gobernador de la provincia de Guayana.
Desde el traslado del Gobierno a la Villa del Rosario de Cúcuta, se temió por la desaparición del Correo del Orinoco puesto que era una gazeta del Estado. En previsión, Andrés Roderick, animado por “algunos amigos de la patria que se han visto animados coadyuvar a su gloria”, pensó llenar el vacío dejándole a Guayana otro periódico par lo cual se elaboró un prospecto con el nombre Amor de la Patria, del cual dio cuenta el hebdomadario de los patriotas en su edición 67.
Efectivamente, más tarde el Gobierno ordenó el traslado de la prensa a Cúcuta, pero los angostureños se movilizaron y evitaron que esto ocurriese. Fue entonces cuando se ordenó la compra de una segunda prensa en Filadelfia, la cual llegó a bordo de la goleta nacional “El Meta” capitaneada por Guillermo Wikie, en enero de 1812, precisamente cuando el Gobierno ordenó a Roderick trasladarse con ella a Cúcuta. Sin embargo, esta prensa no llegó a su destino sino que se quedó de tránsito en Maracaibo, donde fue hábilmente aprovechada por Monseñor Mariano Talavera y Garcés, quien sería más tarde Administrador Apostólico de la Diócesis de Guayana, para editar El Correo Nacional. (Tomado del libro "Periodismo en Guayana" de Américo Fernández)
domingo, 24 de junio de 2018
200 AÑOS DEL CORREO DEL ORINOCO -Tercera parte-
La aparición del Correo fue recibida por los angostureños con semblante matizado de curiosidad y entusiasmo. Los primeros ejemplares se vendieron en la propia casa donde se editaba y en la Capitanía de Puerto donde también se hacían suscripciones al precio de un peso por mes.
La goleta “La Libertad” así como la inglesa “Halifax Packet”y el bergantín francés “Ana” embarcaron paquetes del “Correo del Orinoco” con destino a las colonias y por esa vía a otros países como Londres y Estados Unidos de donde era esperado un Agente diplomático enviado por el Gobierno de James Monroe.
La prensa de tipos sueltos trabajaba con fuentes long primer y small pica, con sus respectivas itálicas y letras blancas para títulos y epígrafes. El impresor, Andrés Roderick, devengaba 50 pesos mensuales desde el 15 de octubre de 1817 que se instaló la prensa en la casa propiedad de José Luis Cornieles, un canario que se había refugiado con su familia en Trinidad tras el sitio y toma de Angostura por los patriotas y que luego regresó para ponerse a la orden de la República a cuyo Gobierno le puso a la orden todos sus inmueble.
La suscripción del Correo del Orinoco costaba mensualmente un peso para los habitantes de Angostura. La gente del interior debía suscribirse por el lapso mínimo de tres meses y pagar treinta reales. Se contaba con posta para la circulación del periódico en lugares distantes.
Las suscripciones fueron abiertas en la casa sede a la Capitanía de Puerto y los comerciantes y personas interesadas en publicar Avisos en el Correo, debían remitirlo a más tardar la víspera de la edición, es decir, el viernes puesto que la Gazeta salía periódicamente el día sábado. La oficina de recepción de Avisos funcionaban en el propio taller del periódico.
El premier comerciante en publicar un aviso por el Correo del Orinoco fue el señor Falconer, un sillero que tenía su taller en el sótano de la casa del Almirantazgo. El aviso decía textualmente: “El Ciudadano Falconer, Sillero, que vive baxo el Almirantazgo, desea encontrar para comprar una cantidad de SERDA. Se pagará a buen precio la de buena calidad. Angostura Junio 27 de 1818”.
Andrés Roderick, impresor del gobierno Supremo, redobló su trabajo con el Correo del Orinoco, pues anteriormente se limitaba a imprimir Boletines, Bandos, Membretes, Decretos, Ordenanzas, Leyes, Resoluciones y otros impresos, para lo que debió tomar previsiones entrenando ayudantes como Tomás Taverner, Juan José Pérez y José Santos e interesando en el oficio a jóvenes que supieran leer y escribir. (Tomado del libro "Periodismo en Guayana" de Américo Fernández)