Surgió entonces El Retumbo en la zona que después fue llamada Calle
Miscelánea y finalmente Calle Dalla Costa. El Retumbo era en cierto modo un
lugar ruidosamente burdelesco donde
la alta y baja marinería de los barcos fondeados en la arenosa ribera
orinoqueña, saciaba su sed de amor a cambio de algunos pesos, florines, dólares, francos o esterlinas. No había
problemas en cuanto a la nacionalidad de la moneda porque la Casa Blohm, más
abajo de las casas porticadas, funcionaba como banco y casa de cambio.
Entonces el desarrollo urbano hizo que El Retumbo
se mudara más hacia el Oriente con el nombre
de la Ciudad Perdida. "La ciudad pervertida" quería decir la
altiva y muy cristiana familia angostureña. El poeta José Sánchez Negrón me
contaba que en su época de niño, cuando su tía-abuela llevándolo de la mano se
veía obligada a pasar por sus cercanías, le advertía que no viese hacia ese
lugar porque era como entrar en o hacer
contacto con lo pecaminoso.
Ellas eran las golfas, las rameras,
las busconas, las hetairas, las heteras, las perdidas, las meretrices,
las mundanas, las pendangas, las zorras, las suri pantas, las pecadoras, las
pelanduscas, las arrastradas, las perendecas, las bagasas, las putas, las
prostitutas, en fin, las cortesanas del burdel de Filiberto, contra las cuales
nunca pudieron los sermones disparados desde el
púlpito de la Catedral.
Contra ellas sólo podía de vez en cuando por agosto el Señor de las Aguas.
Entonces, que goloso, turbio y repleto de mogotes, metía sus lenguas, las inundaba
y las hacía damnificadas hasta que satisfecho retornaba a su cauce.
Pero lo de
1943 fue imperdonable. El Orinoco sumergió a Ciudad
Perdida hasta tres metros bajo agua
y las alegres mujeres se vieron
frustradas al pretender refugio en las cubiertas de los barcos. Se dispersaron y fueron a parar unas a los Culíes, otras a los cerros
El Zamuro y La Esperanza. Un número menor
de ellas buscó protección en los
cerros El Chivo y el Temblador y al
otro lado del río, en Soledad. Se dispersaron hasta que bajasen las aguas y todo volviese a ser como antes:
pero, nunca, jamás pudieron retomar por
esos lados.
El Presidente de la República Isaías Medina
Angarita, luego de aterrizar
en el aeropuerto de la Laja de la Llanera
en el avión Late-28 que lo trajo de Maracay, ordenó que "Sodoma y
Gomorra" fuera destruida y que a nadie
se le ocurriese mirar hacia atrás porque
estatua de sal se volvería. De manera que acatando la disposición del
magistrado, se levantó allí un edificio resaltando en el frontispicio aquella sabia frase de Bolívar en el Congreso de Angostura: "Moral y Luces son nuestras primeras
necesidades". (AF)
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