sábado, 9 de febrero de 2019

El Sombreros jipijapa de un guayanés llamado Raimundo Aristeguieta



Raimundo Aristeguieta, nacido en Ciudad Bolívar, era banquero e industrial. Había fundado en Caracas, Barranquilla, Puerto Rico y Panamá la fabricación de los famosos sombreros “Britania” que llegó a tener más de 800 obreros. Habría preferido fundar la fábrica de Venezuela en su natal Ciudad Bolívar, pero prefirió Caracas porque de allí podía fácilmente distribuirse a otros estados, especialmente a los Estados andinos donde se originó con esos sombreros una historia realmente novelesca.
A Raimundo Aristeguieta se le ocurrió la idea luego de un viaje que hizo por conocer a Cuenca, donde un paisano suyo.  Tomás de Heres, había sido gobernador en tiempos de la Independencia.  Allá en Cuenca conoció y le llamó poderosamente la atención un sombrero de artesanía, elaborado por habitantes de jipijapa, jurisdicción de esa provincia ecuatoriana.  El sombrero, hecho de paja trenzada, obtenida de una palmera,  también recibía el nombre de “Toquilla”, porque era parecido a los que con ese nombre cubría la cabeza de colonizadores españoles.
De  manera que a Raimundo, prendado por el sombrero que terminó luciendo en todo tiempo y lugar, quiso y terminó montando una fábrica en Panamá,  aprovechando que ya los trabajadores del Canal utilizaban el sombrero jipijapa y no conforme, extendió la fábrica hasta Puerto Rico, Colombia, y Venezuela.  Le puso un nombre genérico: “Britania” que le recordaba una clase de historia universal antigua que recibió en el Colegio Federal de Guayana, pero por regionalismo los habitantes del istmo prefería llamarlo “Sombrero de Panamá” y así se universalizó, sobremanera cuando Teodoro Roosvelt visitó los trabajos de construcción del Canal y se puso el sombrero.
Sin embargo, los andinos identificaban el sombrero como ·”Sombrero de Abdalá” por haberlo popularizado adornándolo con una rutilante cinta de colores un libanés llamado Farid Abdalá por consejos de una muchacha que no obstante trabajar en un burdel nunca perdió su virginidad.
La historia de este comerciante libanés la cuenta en sus memorias el portero del prostíbulo “La Copa del Olvido”, escrita por Alberto Castillo Vicci, asistido por el  periodista Arsenio Moreno. (AF)
 

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