domingo, 24 de febrero de 2019

Las reliquias dispersas de Piar



Aparte de las acepciones atribuidas al vocablo reliquia, como la religiosa, por ejemplo, también son reliquias aquellos objetos que pertenecieron a un personaje representativo de la vida histórica de una Nación.  Por eso, cando el señor, Luis Maestre, me comentó sobre una reliquia de Piar en el Oriente del país a la cual ninguna institución le había prestado atención, me conmovió y se lo reporté a la Directora del Museo Histórico de Guayana a ver si mostraba algún interés toda vez que en el museos se encuentran algunos objetos de personajes vinculados a la historia de Guayana,
Pensé después que son varias las reliquias vinculadas con el prócer Manuel Piar que se hallan dispersas en el país y que bien pudieran adquirirse y exhibirse en un museo no sólo como curiosidad o atractivo turístico sino como tangibles piezas  que han sobrevivido a la tempestad de los tiempos..
De Piar sólo sabemos de un Cristo de plata perteneciente a la Catedral de Ciudad Bolívar ante el cual oró el héroe de Chirica  previa la hora  de ser pasado por las arma en la tarde del 16 de octubre de 1817, y que se halla bajo el cuido y custodia de la Gobernación del Estado.
Me comentó el doctor Pedro Battistini Castro, siendo Gobernador del Estado, del binóculo o larga vista utilizado por el General Piar en los campos de batalla y el cual el historiador Bartolomé Tavera Acosta se lo había llevado para Maracay donde estuvo residenciado hasta su muerte.  Suponemos debe estar en poder de sus herederos como igualmente el diario del prócer Ascensión Ferreras.
En Aragua de Maturín, donde acampó Piar la última vez y fue aprehendido por los carabineros del general Manuel Cedeño, se conservan leyendas y una reliquia que según  la señora Paula Feli­pa Velásquez,  en el momento de la aprehen­sión de Piar, doña Rosa Cabello de Silva, vecina de la casa donde pernoctó, le llevó café bien caliente en una taza con su respectivo platillo que aún se conserva en el hogar de la familia Vásquez.
Y últimamente, el señor Luis Maestre me informó que en Oriente se halla, y me mostró fotografía que ilustra esta crónica, un par de armaduras  en forma de calzado  metálico que el General Piar solía incrustar en los estribos de la silla de montar con las siglas M. P. Está forjada con un metal liviano y el óxido las ha puesto de color marrón claro por fuera.  Son parecidas a las del Libertador expuestas en el Museo Bolivariano de Caracas.
Aquí les dejo información de estas reliquias dispersas a los furibundos piaristas Orlando Castro, en Caracas; Ovidio Figueroa, en Monagas; Nolasco Guarisma Álvarez, en Ciudad Guayana y Omar Duque y Alfredo Inaty en Ciudad Bolívar, interesados en un Museo dedicado al Libertador de la Provincia de Guayana. (AF)

sábado, 9 de febrero de 2019

El Sombreros jipijapa de un guayanés llamado Raimundo Aristeguieta



Raimundo Aristeguieta, nacido en Ciudad Bolívar, era banquero e industrial. Había fundado en Caracas, Barranquilla, Puerto Rico y Panamá la fabricación de los famosos sombreros “Britania” que llegó a tener más de 800 obreros. Habría preferido fundar la fábrica de Venezuela en su natal Ciudad Bolívar, pero prefirió Caracas porque de allí podía fácilmente distribuirse a otros estados, especialmente a los Estados andinos donde se originó con esos sombreros una historia realmente novelesca.
A Raimundo Aristeguieta se le ocurrió la idea luego de un viaje que hizo por conocer a Cuenca, donde un paisano suyo.  Tomás de Heres, había sido gobernador en tiempos de la Independencia.  Allá en Cuenca conoció y le llamó poderosamente la atención un sombrero de artesanía, elaborado por habitantes de jipijapa, jurisdicción de esa provincia ecuatoriana.  El sombrero, hecho de paja trenzada, obtenida de una palmera,  también recibía el nombre de “Toquilla”, porque era parecido a los que con ese nombre cubría la cabeza de colonizadores españoles.
De  manera que a Raimundo, prendado por el sombrero que terminó luciendo en todo tiempo y lugar, quiso y terminó montando una fábrica en Panamá,  aprovechando que ya los trabajadores del Canal utilizaban el sombrero jipijapa y no conforme, extendió la fábrica hasta Puerto Rico, Colombia, y Venezuela.  Le puso un nombre genérico: “Britania” que le recordaba una clase de historia universal antigua que recibió en el Colegio Federal de Guayana, pero por regionalismo los habitantes del istmo prefería llamarlo “Sombrero de Panamá” y así se universalizó, sobremanera cuando Teodoro Roosvelt visitó los trabajos de construcción del Canal y se puso el sombrero.
Sin embargo, los andinos identificaban el sombrero como ·”Sombrero de Abdalá” por haberlo popularizado adornándolo con una rutilante cinta de colores un libanés llamado Farid Abdalá por consejos de una muchacha que no obstante trabajar en un burdel nunca perdió su virginidad.
La historia de este comerciante libanés la cuenta en sus memorias el portero del prostíbulo “La Copa del Olvido”, escrita por Alberto Castillo Vicci, asistido por el  periodista Arsenio Moreno. (AF)
 

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