Este primer diario bolivarense del siglo XX comenzó a salir como trisemanario el primero de junio de 1895 en un taller tipográfico instalado por el general Agustín Suegart en 1893 con el nombre de “La Empresa”. Circuló hasta 1905 cuando el Presidente de la República Cipriano Castro lo liquidó de un plomazo.
El Anunciador nació como órgano de intereses generales, pero
a su propietario se le ocurrió en
tiempos de la llamada Era de la Restauración cruzar
al mar tormentoso de la política ligando sin conseguirlo, llegar a la orilla
con las naves intactas.
No era negocio sostener un diario en la transición de un
siglo marcado por las vicisitudes de la política y el caudillismo de rasgos
patológicos. Además el Comercio y la educación eran muy pobres. Más que
negocio, era empresa romántica sostener un diario como “El Anunciador” en una
ciudad de escasos lectores y de limitados anunciantes. No obstante, el anuncio
fue su apoyo y por ello apareció siempre con el siguiente lema: “El
anuncio, auxiliar del trabajo, es poderoso protector de los negocios”.
El 21 de diciembre de 1901
el editor se vio en la necesidad de sacar un aviso permanente para protegerse
de quienes creían que ese periódico debía publicar todo de gratis. “El
Anunciador – aclaraba- pertenece a su Director que es a la vez dueño de la
tipografía. La empresa y toda publicación que no sea de carácter oficial, se
hará en la sección correspondiente y previo pago de su importe. Hace esta
aclaratoria debido a que hay personas que creen que esta Tipografía es
propiedad del Gobierno y que por consiguiente estamos obligados a publicar de
gratis, todo cuanto se remita”.
La primera y última de las
cuatros páginas de “El Anunciador” estaban destinadas a anuncios comerciales y las
internas a informaciones locales, y de afuera extraídas de otros periódicos de
Venezuela y del Extranjero con los
cuales había canje. También se insertaban cartas, decretos, alocuciones
oficiales, artículos de opinión, crónicas ligeras, poemas, telegramas,
chascarrillos, cuentos de humor y curiosidades.
La editorial “La
Empresa” estaba en un espacioso inmueble número 46 de la calle
Venezuela y el teléfono 113, de manigueta, permitía una comunicación muy local.
La Compañía telefónica era privada. Pertenecía a Eugenio Berletta y sus
oficinas estaban en la calle Libertad en la casa que fue Liceo Sucre y en 1966
Corresponsalía de El Nacional.
La Suscripción telefónica costaba 16 bolívares y la empresa
mantenía un aviso permanente en la primera plana de “El Anunciador” al igual
que la Emulsión de Scott y las líneas de Vapores Hamburgo - América con su
nómina de agentes en El Havre, París, Bordeaux, London, Manchester, Binmingham,
Plymouth, Southamton, Ansterdam, Port Of
Spain, Caracas y la Guaira, puertos éstos con los cuales el comercio de Ciudad
Bolívar tenía fluidas relaciones.
Otros avisos casi permanentes en El Anunciador eran los de la fábrica de cigarrillos “La Intimidad”, el de J. N. Pineda
ofreciendo “Los cuatro Evangelios” con sus oraciones, el de la Compañía
Minera Colombia que explotaba las minas auríferas de El Callao, “El Amargo de Ciudad Bolívar”, gran
específico para fortalecer los órganos de la digestión que ofrecía el
comerciante Guillermo Eugenio Monch y uno de Henr Von Buren informado que había
trasladado su taller de Platería al lado de la Botica Alemana. (AF)
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