El 31 de diciembre de 1967, los bolivarenses despidieron el año con el estallido de Burro Negro que era un cañón grande montado sobre un par de ruedas del cual todo el pueblo tuvo pendiente en diciembre de cada año. El que tal vez fue en un tiempo arma de muchas batallas, había quedado en tiempos de paz como pregón para anunciar con su estampido la llegada de un nuevo año.
Los soldados del Batallón Rivas acuartelados en el Capitolio
como antes se llamaba la hermosa Casa de la Plaza Miranda que estuvo luego
ocupada por la Prefectura y Comandancia de Policía, cuidaban y custodiaban a
Burro Negro y cada noche del 31 de diciembre lo subían hasta el Cerro del
Zamuro, lo atascaban con pólvora y arcilla y a la media noche retumbaba Burro
Negro con toda la fuerza y poderío de su carga haciendo más sonora y emotiva la
llegada del Año.
Después llegó el tiempo en que Burro Negro no pudo más y en
la medianoche de un 31 de diciembre se desintegró en su propia y última onda de
salitre, carbón, barro y azufre, sepultando así unos cuantos años de tradición. Presintió tal vez e advenimiento de otra
forma más moderna – la Radio – de anunciar la transición del año viejo al año
nuevo.
El porqué se escogió un arma de guerra para anunciar la
venida del Año Nuevo cuando más profundo y sincero es el anhelo de paz y amor,
no lo sabemos. Acaso venía como
reminiscencia de las salvas para los grandes acontecimientos que se producían
en Angostura cuando era sede de los Poderes Supremos de la República.
Pero lo cierto es que con “Burro Negro”, al acabarse como
suelen acabarse o transformarse todas las cosas del mundo terrenal, el anuncio
del Año Nuevo quedó circunscrito a las doce campanadas del reloj de la Catedral
reforzadas con los pitos, sirenas y guaruras de los barcos anclados o surtos en
el río. Luego la tecnología moderna ha
colocado receptores de radio y televisión en
los hogares y ahora, en vez de cañonazos, campanadas o sirenas, nos
emocionamos al filo de la media noche con las notas del Himno Nacional
anunciando que un Nuevo Año llega cargado con todas las promesas y esperanzas
de la humanidad (AF)
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